Tras las huellas perdidas

En lo que va de año han desaparecido 75 andaluces, de los que ocho siguen en paradero desconocido

21 oct 2016 / 08:00 h - Actualizado: 21 oct 2016 / 11:08 h.
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  • Una de las manifestaciones que se organizaron en Dos Hermanas en apoyo a la familia de Josué Monge. / El Correo
    Una de las manifestaciones que se organizaron en Dos Hermanas en apoyo a la familia de Josué Monge. / El Correo

«Cierra los ojos, piensa en la persona que más quieres. Visualiza en tu mente cuando lo viste por última vez, esos segundos que le diste un beso al salir al trabajo, al despertar por la mañana, cuando cruzó la puerta y se fue... Ahora imagínate que este recuerdo es lo último que sabrás de esta persona, que a partir de entonces no habrá ninguna imagen más, que no sabrás su paradero, ignorando si está vivo o muerto, que no conocerás el motivo de su ausencia, que a partir de ese momento ninguna pregunta tendrá respuesta. Ya tienes en tu corazón la respuesta a qué es un desaparecido». Así define la asociación SOS Desaparecidos el sentimiento de las familias que no conocen el paradero de sus familiares.

Una definición que conocen al día 65 familias en España. 65 personas que en su mayoría aparecerán entre tres y siete días después de su ausencia. De cinco de ellas jamás habrá pista que haga pensar qué sucedió realmente, aunque apenas un par de casos saltarán a los medios de comunicación. Según datos de SOS Desaparecidos, en Andalucía, 75 personas se han ausentado sin motivo en lo que va de año. De ellas, 50 fueron localizadas con vida y 17 habían fallecido. Sin embargo, restan ocho de los que no hay noticia. Ninguno de ellos ha saltado a la palestra informativa.

¿Por qué? La incógnita no tiene una explicación matemática, aunque sí hay factores que la pueden resolver. Véase el caso de Diana Quer, la joven desaparecida el pasado 22 de agosto en Galicia. Su caso ha llenado periódicos y escaletas de informativos desde el minuto uno. Sin embargo, un mes después desaparecía en un municipio barcelonés Antonio Rodríguez Vicente. Nada se sabe de sus paraderos, ni de las circunstancias en las que desaparecieron, pero problemamente más de uno tenga en la mente el drama familiar de la joven; nada del catalán.

El coordinador de SOS Desaparecidos en Andalucía, Juan Carlos Sáez, apunta que Quer desapareció en un momento de flaqueza informativa, en pleno verano. Un factor al que se une que la familia de la joven cuenta con cierto estatus y tiene recursos suficientes para «mover cielo y tierra por su hija; puede ser injusto porque no todo el mundo tiene esos medios, pero no criticable», apunta Sáez.

La preferencia informativa no sólo afecta a la repercusión, sino también a los medios destinados. En este sentido, desde SOS Desaparecidos apuntan que la clave está en sumar y no restar efectivos a uno u otro caso. Insisten en la necesidad de crear áreas especializadas en personas desaparecidas y formar grupos de cinco o seis personas de la UCO a nivel autonómico para agilizar la investigación, así como la burocracia judicial. De hecho, es una de las medidas «urgentes y prioritarias» que reclaman desde hace un lustro al Gobierno.

Entre ellas también destaca la creación de una base de datos única para todos los cuerpos de Seguridad del Estado, dado que hay un descuadre en las cifras. Según datos del Ministerio de Interior en lo que va de año se han interpuesto 14.473 denuncias por desapariciones en España. «10.000 menos de las que contabiliza la Policía Nacional», apunta Sáez.

Asimismo, esta información debería completarse con una base de datos de cadáveres sin identificar independiente. De esta forma, se evitarían casos como el de Daniel Carrera, un joven sevillano que desapareció en 2007. Sus familiares estuvieron cinco años sin noticias de él, hasta que la insistencia de un guardia civil ayudó a resolver que Daniel había sido enterrado como cadáver sin identificar. En la morgue hay 3.000 cuerpos sin nombre ni apellido, por lo que si ha pasado una vez, no descartan que vuelva a ocurrir.

Del centenar de andaluces desaparecidos en 2015, la mayoría eran adultos (60), sin embargo destaca el aumento de menores (25) y de mayores de 70 años, que solo el año pasado ascendió a 14 desaparecidos. Un fenómeno que requiere especial atención de las instituciones, dado el elevado número de casos de personas con Alzheimer o problemas vasculares. En este sentido, proponen la creación de una comisión que haga especial hincapié en estos casos, dado que la esperanza de encontrarles con vida es crucial durante las primeras 72 horas, más si se tiene en cuenta que en la mayoría de los casos la persona aparece en un corto radio de distancia.

Por el momento, en Andalucía hay en torno a 40 casos abiertos, algunos desde hace dos décadas. Es el caso de la sevillana Ana Franco Salguero, de la que no se tiene noticia desde 1997. Sin embargo, uno de los casos sevillanos más sonados fue el del menor Josué Monge, al que su familia está buscando desde hace más de 3.840 días. A ellos se suman, Manuel Sojo Guillén, Alejandro López Cómez, entre otros.

Ante la desaparición de una persona, «las primeras horas son cruciales», asegura la presidenta de la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas sin Causa Aparente, Inter-SOS, Montserrat Torruella. Las asociaciones consiguieron mejorar el protocolo que indicaba interponer la denuncia a las 72 horas de no tener noticias de la persona, tiempo clave en casos de riesgo de salud y para evitar un alejamiento excesivo. Pero, como apunta el coordinador andaluz de SOS desaparecidos, Juan Carlos Sáez, los primeros minutos son esenciales por la memoria receptiva. «Si, por ejemplo, desaparece mi hija de 16 años y sé que tiene que llegar a las 14.30 horas del instituto, a las 15.00 horas si no ha llegado hay que preguntar a sus amigos porque se acuerdan de l5a ropa que llevaba y con quién iba, pero si pasan horas no son tan detallistas», sostiene. Además, Torruella insiste en la necesidad de «realizar un diagnóstico previo sobre las causas de la desaparición y si existe riesgo, ser cautos y escuchar a las fuerzas de seguridad».

Es esta celeridad la que permite resolver los casos en un tiempo muy breve, sobre todo cuando se trata de menores, dado que la mayoría de ellos se escapan por rabietas, malas notas o problemas familiares. Alcanzar esta rapidez ha sido más fácil con las redes sociales y su rápido impacto. De hecho, la alerta que lanzó SOS Desaparecidos en su cuenta de Twitter por la desaparición de Diana Quer tuvo una repercusión de dos millones de personas en las primeras horas, explica Sáez. Además, en lo que va de año se ha conseguido localizar a 40 personas gracias a la celeridad de las alertas. Pero, ante la desaparición de un ser querido, lo más importante para la presidenta de Inter-SOS es «mantener la serenidad y no perder la esperanza».

JOSUÉ MONGE

El nazareno Josué Monge, de ojos verdes y pelo castaño, desapareció un 11 de abril de hace una década. Tenía 13 años y sus huellas se perdieron cuando iba en bicicleta desde Huerta Sola hasta Vista Azul, un trayecto de apenas un kilómetro. Al principio pensaron que se escapó por sus malas notas, una hipótesis que perdió fuerza cuando su padre también desapareció.

JAVIER GARCÍA-MAURICIO

Javier desapareció en Perú el 17 de enero de 2015. Viajaba en barcaza, junto a su hermano. A los pocos días recuperaron el cuerpo sin vida de su hermano, pero de él siguen sin noticias.

MANUEL SOJO GUILLÉN

Manuel, diabético y con la necesidad de administrarse insulina tres veces al día, desapareció el 17 de diciembre de 2013 en Pedrera. Era sábado y volvía de tomarse una cerveza con un amigo. Debido a su diabetes, Manuel suele desorientarse cuando le dan bajadas de azúcar.

ALEJANDRO LÓPEZ CÓMEZ

En marzo de 2002 Alejandro se fue de viaje a Madrid, pero nunca volvió. Al poco tiempo llamó a su familia desde Cartagena de Indias (Colombia), pero se le perdió la pista. Meses más tarde volvería a llamar, aunque desde Milán. Alejandro tenía 36 años y medía 1,76 metros.

ANA FRANCO SALGUERO

Es el caso abierto de Sevilla más antiguo. Ana desapareció el 6 de diciembre de 1997 después de salir de su domicilio, ubicado en el Polígono Norte. Dijo que se ausentaba un momento y que volvería pronto. No llevaba dinero ni documentación. En un principio se sospechó de dos exparejas, pero la investigación no fue muy lejos. Cuando desapareció, Ana tenía 22 años, era de complexión delgada y de piel morena.