Espionaje, Juan Carlos I y #ManglanoPapers: ¡Todo por España!

El reinado del hoy Emérito Juan Carlos I generó, desde su abdicación en 2015, ríos de tinta y noticias inquietantes que dilapidan su fructífero legado. Un libro sobre el espionaje en su época destapa truenos

El general Manglano, junto a Felipe González y el rey Juan Carlos. / Juan-Carlos Arias

Juan-Carlos Arias

Al espionaje los genuinos historiadores lo consideran tema menor. La crónica sobre nuestros predecesores la relativizan agentes miopes, en ocasiones, del bien común (estado, patria...), afectados de fantasía desiderativa (diván, psicoterapia...) o intereses inconfesables (negocios, chantajes, adicciones, hábitos...). Además, en el espionaje se escribe y habla con media pluma o lengua que emborrona papeles y chirría al oído. Difícil, pues, encontrar fuentes fiables a ese espionaje. No hay rastro, ni testigos, ni documentos de las operaciones de los espías por lo general. Es complejo contrastar las fuentes, casi siempre contaminadas. Así lo corroboran numerosos profesionales de la materia.

En ese contexto se publica un libro centrado en el espionaje, y con irredentos tics pro Rey Juan Carlos (1975-2015). Uno de sus más fieles agentes (General Manglano) sustenta la tesis de que la inteligencia patria sirvió más a la Casa Real que al estado que le paga la nómina y fondos reservados. El hoy Rey Emérito arrastra apellidos y familiares que cuestionan muchos españoles por lo que conocemos de su proceder. Su yerno Iñaki Urdangarín, por ejemplo, aún cumple condena carcelaria por hacer negocios impropios jugando con el cargo, jefe del estado, que tenía su suegro.

Manglano, espía monárquico

Emilio Alonso Manglano (1926-2013) fue un militar adicto al trono, estuvo invitado hasta en la boda ateniense de Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia. Dotado para el paracaidismo dirigió el CESID (hoy CNI) entre 1981 y 1995, año antes de la llegada y caída de Felipe González al gobierno. Dimitió del cargo cercado por escándalos de espionaje masivo. Sus jefes socialistas (Serra y García Vargas) acabaron cercanos a la corrupción.

Ninguno advirtió la filtración de otro espía, el Coronel Perote, íntimo de Manglano. Este causó más escándalos. El CESID tenía prioridades investigadoras, clases, intereses y mucho de inconfesable, propio de su oficio. Fracasó no detectando la asonada del 23-F en 1981. El paracaídas de Manglano llegó al espionaje cívico-militar a tiempo para curtir una dilatada carrera militar que conoció la agonía y herencias de la Guerra fría.

Es indiscutible que, bajo la batuta de Manglano, nuestros servicios de inteligencia se internacionalizaran, se profesionalizaran y, progresivamente, admitieran el innato talento femenino, expertos no militares y analistas digitales. Tampoco es discutible que la ‘información es poder’. Según qué ojos la conozcan surge o no el conflicto o el privilegio de ‘saber demasiado’ ante la ignorancia ajena.

Dos periodistas de un rotativo monárquico (ABC) Juan Fernández-Miranda (subdirector) y Javier Chicote (Jefe de Investigación) firman un voluminoso trabajo que transcribe notas compiladas durante años por Manglano. El marketing de tal periódico dosifica el material bajo el hashtag #Manglanopapers. El libro se llama ‘El Jefe de los espías’ (Roca editorial 2021). No sabemos si habrá película del personaje.

El best seller de una editora con olfato, Blanca Rosa Roca, nace del archivo que los hijos de Manglano, Santiago y Cristina, facilitan a dichos periodistas. Estos etiquetan su trabajo como investigador sobre el más sensato de transcriptor ¿Qué se investiga pues?. Metidos en negocios de vender libros, el triplete parece obvio: se reivindica con letra gorda al Emérito, se desliza una transición impoluta y se reivindica a un espía-militar ‘cesado’. Los ciudadanos, mientras, flipan cómo se las gastan ‘por la patria’ todos estos personajes que ocupan despachos del poder. Parece que desvaríos y excesos se asocian al trono y poltrona con el todo vale, se esconde, se manipula o el ‘aquí no pasa nada’ que acuñaría Darío Fo.

El empeño de sintetizar el voluminoso ‘archivo Manglano’ hace selectivo obviamente lo que se publica. Leemos lo que anotaría el General y hay perlas de la mente que manda. La que no espera réplica siquiera sensata. Ya lo vaticinó Unamuno: ‘a los civiles es fácil militarizarlos, pero a los militares es difícil civilizarlos’.

Las agendas de Manglano señalan, por ejemplo, que el Rey saudí y el Sha persa dieron ¿prestaron? cientos de millones de dólares al hoy Emérito para financiar la transición de la Dictadura franquista (1939-1975) a la Constitución de 1978. Sí, créanselo, dos monarcas absolutos pagando por la democracia. Pues bien, ese dineral es un misterio, no hay rastro. Se evidencia que partidos y sindicatos se autofinanciaron con cuotas de afiliados, donaciones europeas, norteafricanas y sudamericanas. Manuel Prado (1941-2009), administrador de Juan Carlos I, fue quien gestionó los dineros del petrodólar. El libro El negocio de la libertad (Editorial Foca, 1999) de Jesús Cacho se explica mejor que Manglano y sus escribanos periodistas. Añadimos que Prado acabó en la cárcel sevillana. ¿Sabe alguien dónde está el parné?. Mejor contraten a un espía o a un detective.

Los excesos de Manglano llevaron a su cese. Varios de sus espiados (Pedro J Ramírez, Mario Conde, etc...), tras leer el libro de Fernández-Miranda & Chicote han replicado contundentemente la obra. En este tema se añadiría que el ‘me dicen’, ‘oí’ o ‘se comenta’ podría ser fuente investigadora, sobre un archivo que parece haber sufrido expurgo. Las dudas de la obra se sitúan más en lo subjetivo de Manglano que sobre lo objetivo del CESID. Obviamente, los hijos del General dimisionario pretenderían con el libro relanzar la legítima reputación paternal. Más obvio es que la monarquía que Juan Carlos I legó a su hijo fue un regalo tumorado del peor cáncer. Felipe VI, sospechamos, algunas noches no podrá dormir tranquilo don tal herencia. Pero su resiliencia y entrega al cargo lo desempeña con gran oficio y profesionalidad.

Con las debidas distancias, al General Manglano se podría empatar en la historia con su colega Primo de Rivera cuya dictadura (1921-1930) tuvo luces y sombras. En 2021 Manglano parecería un pretexto para conocer que la transición tuvo más peligros de los sabidos, más cloacas que oficio y muchas más sombras que luces. Hubo sentinas del poder en un estado de Derecho con tutela monárquica. La democracia tal cual se relativiza aún más. Fíjense, la inventaron los griegos, y no votaban los esclavos.

Las interrogantes de lo que ‘interesa’ sobre lo que ‘no conviene’ nubla el periodismo de investigación. Estamos ante una hagiografía sobre Manglano. Un ejemplo: uno de los autores de la obra, Javier Chicote, lanzó una primicia sobre la –supuestamente- plagiada Tesis Doctoral de la jueza sevillana Núñez Bolaños. Se desmintió, el plagio, por un comité de expertos.

Fondos reservados y desinformación

El libro que comentamos incluye anotaciones de Manglano que infieren que Juan Carlos I pagó 600 millones de pesetas a ETA. Es imaginable para qué usó la banda terrorista el dinero. También, que una de sus ex amantes, Bárbara Rey, recibiría igual suma de pesetas más visitas inesperadas del CESID para tapar chantajes con videos comprometedores. Esta sería parte de la cara ‘B’ del personaje. El tabú, pues, se rompió.

En favor de Manglano cuenta que tras llegar al CESID en 1981, laminó iniciativas involucionistas que socavarían nuestra democracia. Los militares más ultras no aceptaron la Constitución de 1978. A la mayoría los jubilaron dosificadamente, tras retirarle mando en tropas. Una eficaz operación del CESID a finales de los 80s en Sevilla sobre los palmarianos que santificaban, vía Papa Clemente, día sí y día también a Don Pelayo, Franco, José Antonio, etc... acabó detectando nexos político-religiosos con intereses foráneos para resucitar la dictadura. En el empeño colaboró por pasiva la desaparecida revista Interviú. Nada publicó sobre la Operación Troya hasta 2021.

Las conocidas técnicas de desinformación de cualquier servicio secreto aparecen en las anotaciones de Manglano. La fortuna multimillonaria de Juan Carlos I, según los autores de El Jefe de los Espías sería fruto del criterio inversor, sobre dinero prestado que pocos saben si se devolvió, caso de ser prestado. La Fiscalía de Suiza, que investiga en ‘paraísos fiscales’ al Emérito, opinaría otra cosa. De todas formas, la manipulación al respecto hace milagros. Manglano resucita a Desmond Bristow cuando publica, ayudado por su hijo Bill, Juego de Topos.(Ediciones B, 1993). El conocido agente del MI6 se reivindica ante las injusticias de su antiguo patrón con otros colegas. Los hijos de Manglano harían lo propio para reivindicar a su padre; de paso, hacen negocio.

Lo que publica El jefe de los Espías podríamos verlo como una excelente operación de marketing sobre la monarquía previa a Felipe VI y la crisis que padece. Tras renunciar al trono su abuelo paterno, Don Juan, repetía hacerlo ‘por España, todo por España’. El mensaje póstumo de Manglano sería que sus agendas difieren de lo que operó para CESID. Las apreciaciones en la intimidad del hogar o despacho muchas veces se alejan de lo que debe hacerse corporativamente. Es un ‘escribo’ sobre lo que ‘critico’, ‘no me gusta’ o acaso un ‘lo que hay que aguantar por una nómina’ que dijera la Jueza Alaya.

P/D En el libro de Fernández-Miranda & Chicote nada se relata sobre una operación hostil contra Juan Carlos I a mediados de los 90s en Sevilla, cuando regía un tabú total sobre las cosas de Su Majestad. Un documentado dossier (operaciones bancarias, datos y fotos que comprometían al Rey) fue usado por unos empresarios sevillanos acorralados por el chantaje de colegas catalanes en un bufete. Se ahorraron bastantes millones de euros de hoy. Lo pretendía cobrar un íntimo de Juan Carlos I. El silencio sobre el caso reposa en un sepulcro. Quien quiso el dineral murió repentinamente en Sevilla, lejos de su hogar y sus yates. El funeral fue muy discreto.

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Manglano, quizá, lo supo todo cuando un contrato eximió del pago a quienes usaron el efectivo dossier. De saberlo, no sabemos si mandaría a sus agentes para neutralizar la operación. Nos preguntamos cuántos negocios, dineros, secretos y revelaciones leeremos más sobre Juan Carlos I. Sólo el tiempo tendrá respuesta.

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