El tiempo de los toreros

Daniel Luque mostró su excelente estado de sitio, fondo y forma con una espesa corrida de Santiago Domecq vivida en un ambiente glacial que contagió hasta al palco

22 sep 2021 / 21:36 h - Actualizado: 22 sep 2021 / 21:41 h.
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  • Fotos: Arjona / Toromedia
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El ambiente que rodea el cuerpo central de este atípico San Miguel merece su propio análisis. Tiempo habrá de entrar en profundidades pero es oportuno reseñar el ambiente glacial que impregna estos festejos sacados de fecha, ayunos de fiesta y rodeados de todas esas medidas de seguridad –distancia, mascarillas, ausencia de copas- que hacen de la asistencia a los tendidos un completo ejercicio de fría profilaxis. El indudable interés del cartel tampoco fue acicate para el gran público se retratara en la taquilla en una tarde laborable, de colegios comenzados, carteras exangües y una amplia lista de corridas aún por barajar en la que hay claras preferencias. Todo cuenta.

Habrá que darle vueltas al asunto en otro momento. Pero ahora toca diseccionar la línea argumental de una corrida difícil de contar en la que sobresalió –ya lo dicta la entradilla de este texto- el excelente estado de forma de Daniel Luque, que ha sabido coger las riendas de su vida y su carrera antes de que su juventud de la vuelta. Tuvo delante dos ejemplares de distinta condición con los que aplicó distintas herramientas. El segundo, que se dejó sin más, también llegó a la muleta con las pilas justas. Antes había desconcertado a los toreros y la propia parroquia por sus extrañas distracciones en el capote del matador de Gerena, que acabó resolviendo la situación con cuatro lapas muy espatarrado. Ese buen tono capotero se mantuvo en la lidia y en el ceñido quite por cordobinas que preludió el excelente puyazo de El Patilla.

Contreras, que saludó, se libró por los pelos de un serio percance. El toro llegó a la muleta muy aplomado y Luque le aplicó un temple milimétrico que hizo parecer al bicho mejor de lo que era. Se mostró perfecto en las distancias, firme en la colocación, resolutivo en todas las situaciones sin perder la compostura... La verdad es que anduvo sobrado, muy por encima de las condiciones de ese ejemplar de Santiago Domecq que se acabó parando. El estoconazo, sin puntilla, también era de premio. Pero Luque aún tenía más que decir con un quinto negro listón al que enjaretó lances precisos y preciosos entre puyazo y puyazo llenando la brega de contenido.

Chacón brilló con los palos pero no pudo evitar una tremenda costalada al tomar el olivo. ¿Qué iba a pasar en la muleta? Luque comenzó su labor a pies juntos, de más a menos en un trasteo que rompió definitivamente en una tanda diestra muy reunida que hizo arrancar la música. El diestro de Gerena supo tirar bien del toro por el lado izquierdo e imprimió a su labor una sincera intensidad –mezclada con su envidiable fondo técnico- que acabó prendiendo al público. Tiró la espada de ayuda y se aplicó a ‘sus’ luquecinas que no terminaron de salir fluidas. La media estocada, de la que tardó en doblar el toro, no debería haber sido inconveniente para cortar una oreja que habría sido justo premio global para una tarde solvente y trascedente. Deja el papel alto.

Había muchas ganas de ver a Diego Urdiales, que retornaba a Sevilla precedido de algunos trasteos memorables y, más lejana en el tiempo, aquella faena al toro de Juan Pedro Domecq en la Feria de Abril de 2019, la última celebrada hasta ahora. La verdad es que al riojano le faltó algo de garra y expresión con el primero de la tarde, un animal blando pero obediente al que pasó en una faena compuesta y pulcra en la que faltó fibra a ambos lados de la mesa. Una serie diestra subió de decibelios pero el asunto no pasó de detalles y buenos modales aunque fue finiquitado con un buen espadazo. El cuarto, un precioso ejemplar albahío, no le iba dar ninguna opción. Le enjaretó tres buenos lances y una media mejor todavía pero el bicho se dejó todos los bríos en un gran pero durísimo puyazo que le dejó para el arrastre. Con la muleta en la mano el matador de Arnedo sólo pudo comprobar que no tenía un pase después de soportar unos cuantos frenazos. Sólo cabía matarlo.

Serna se marchó esta vez de Sevilla sin esa oreja que le ha ido manteniendo en circulación desde que tomó la alternativa en este mismo ruedo. La cara de desesperación que presentaba cuando tomó la espada para despenar al sexto delataba esa íntima desazón. Se trataba de seguir navegando, de puntuar, de ganarse la próxima... Había estado cerca de conseguirlo con un tercero que provocó división de opiniones en los corrillos posteriores. Para algunos había sido un toro encastado; para otros, un animal un punto espeso con el que había que apostar siempre. La verdad es que Rafa supo cogerle el aire con buen trazo, mando y firmeza en las primeras series. El toro era pronto, tenía fondo de raza. Pero también reponía mucho complicando el engarce de los muletazos. Serna, en cualquier caso, consiguió que su labor calara en los tendidos sin perder nunca el ánimo y la sonrisa. Un pinchazo y media estocada escamotearon el premio. Tampoco iba a poder ser con el sexto. El diestro de la Costanilla estuvo por encima de él, muy de verdad pero tendría que haberse ido a por la espada cuando se echó en mitad de la faena. Volvió a la cara pero ya no había nada que hacer.

FICHA DE LA CORRIDA

Ganado: Se lidiaron seis toros de Santiago Domecq, muy bien presentados. El primero resultó noble y blando; distraído y sin recorrido el segundo; de más a menos y reponiendo mucho el tercero; desinflado el cuarto; simplemente manejable el quinto y muy deslucido y a la defensiva el sexto.

Matadores: Diego Urdiales, de nazareno y oro, ovación y silencio

Daniel Luque, de blanco y plata, ovación y vuelta al ruedo tras petición.

Rafa Serna, de grana y oro, ovación y palmas.

Incidencias: la plaza registró un cuarto de entrada sobre el aforo total en tarde que acabó amenazando tormenta. Saludaron Juan Contreras, Alberto Zayas, Juan Manuel Raya, Antonio Ronquillo y Chacón. Destacaron los picadores El Patilla y Manuel Burgos.