Jesulín de Ubrique: 30 años de alternativa

El antiguo ídolo de multitudes se convirtió en matador de toros el 21 de septiembre de 1990 en la plaza de toros de Nimes. Aún no se había convertido en un animal mediático...

19 sep 2020 / 11:01 h - Actualizado: 19 sep 2020 / 11:05 h.
"Toros"
  • Jesulín de Ubrique tomó la alternativa haca ya tres décadas en el bimilenario anfiteatro de Nimes. Foto Carlos
    Jesulín de Ubrique tomó la alternativa haca ya tres décadas en el bimilenario anfiteatro de Nimes. Foto Carlos

Ya han pasado 30 años. Jesulín de Ubrique tomó la alternativa el 21 de septiembre de 1990 –sólo tenía 16 años- en una corrida que, siendo un indiscutible acontecimiento taurino, aún no dejaba adivinar el impresionante fenómeno mediático que llegaría después. Jesús Janeiro llegaba a ese doctorado nimeño precedido de una apabullante trayectoria novilleril. La segunda mitad de los ochenta fue, con mucho, la verdadera edad de oro del escalafón menor. Las novilladas llegaron a ganar en interés a las corridas de toros en algunas ferias al reclamo de un cartel que hizo fortuna: El propio Jesulín, Finito de Córdoba y Chamaco. Ha pasado mucho tiempo desde aquellos años felices en los que un adolescente podía hacerse rico manejando el capote, la espada y la muleta sin haber tomado la alternativa. Jesulín fue uno de ellos.

El eco de aquella época –efervescente y posiblemente feliz en lo social, también en lo taurino- permanece intacto en los que ya peinan más de una cana. Jesulín llenaba plazas desde que actuaba sin caballos en los pueblos de la serranía de Cádiz. Manolo Morilla, el veterano apoderado de Morón de la Frontera, supo ver el potencial de aquel diamante en bruto que se miraba en el poderoso espejo de Paco Ojeda para diseñar y promocionar sus primeros pasos en la profesión. La presentación con caballos no tardaría en llegar: fue el 30 de abril de 1989 en la Maestranza de Ronda, acompañado de Julio Aparicio y –cómo no- de Finito, compañero de tantas y tantas tardes. Fueron dos frenéticas temporadas como novillero con picadores que concluirían con esa alternativa que Simón Casas –fiel a su estilo- supo llevar hasta las piedras milenarias de Nimes.

El doctorado

Jesulín y su tropa habían escogido el hotel ‘Atria’ como cuartel general. El establecimiento bullía con el rumbo de esos días grandes que sólo se viven –o se vivían- desde muy temprano en el planeta de los toros. No faltaba una nutrida representación de la prensa taurina española y, singularmente, de la sevillana. Los plumillas hispalenses habían aterrizado en Las Landas aquella misma mañana en un avión que transportaba a más de 200 enfervorecidos partidarios de Ubrique.

El temido ‘mistral’ azotaba las copas de los árboles pero el ambiente permanecía intacto. El coliseo nimeño había acogido una novillada matinal pero toda la atención estaba puesta en la corrida vespertina. Era, indiscutiblemente, la alternativa del año. El neófito, vestido con un flamante terno blanco y oro, hizo el paseíllo flanqueado por José María Manzanares y Emilio Muñoz a los sones de la obertura de la célebre ópera ‘Carmen’ de Bizet. En los corrales esperaban seis serios ejemplares de los dos hierros de Manolo González.

Manzanares, que se salió muy ceremonioso más allá de las rayas, a pleno sol, le cedió un ejemplar llamado ‘Correcostas’ de González Sánchez-Dalp, colorao de capa y un punto veleto que Jesulín brindó a su padre, el célebre Humberto Janeiro, recientemente fallecido. Le cortó una oreja después de una faena de gran fondo profesional. Manzanares dibujó algún primor sin continuidad y Muñoz sacó lo mejor de sí mismo en una valerosa y hermosa faena al enrazado quinto. Aún quedaba el complicado sexto para comprobar la verdadera capacidad del nuevo matador. No hubo triunfo grande pero sí ese secreto placet de los profesionales: “Éste resuelve...”

Jesulín de Ubrique: 30 años de alternativa

De Nimes a Écija

Aquella misma noche, en la desacomplejada ciudad francesa se había preparado un banquete en honor del flamante diestro. Jean Bousquet, alcalde del momento, no dudó en acudir a aquel homenaje agradeciendo al jovencísimo torero –un adolescente rodeado de adultos- que hubiera decidido tomar la alternativa en el bimilenario anfiteatro landés. En aquel sarao no faltaban ministros, políticos, artistas y hasta el embajador de España en Francia, Jesús Durán, que ofició el papel de traductor de Jesulín. Se tocó la Marsellesa; sonó la Marcha Real. Nimes era una fiesta...

Al día siguiente tocaba madrugar para cumplir el segundo contrato de su carrera como matador de toros. El equipo de Jesulín, con el inefable Morilla a la cabeza, había alquilado un potente bimotor para aliviar aquel periplo que incluía el viaje a Sevilla, el desplazamiento a Écija en coche y, prácticamente sin solución de continuidad, la vuelta a Nimes para torear una segunda tarde. El singular pasaje lo formaba el torero; su apoderado Manuel Morilla; Humberto Janeiro; un fotógrafo que inmortalizó los detalles de aquel viaje y hasta seis periodistas. Jesulín, por cierto, no dudó en aceptar la invitación de los pilotos para ponerse a los mandos. Hubo sustos, oraciones musitadas y una ovación de gala cuando el aparato, sin novedad, aterrizó en San Pablo

Jesulín de Ubrique: 30 años de alternativa

No había mucho tiempo que perder. Tenía que cumplir el segundo compromiso de su carrera como matador en el coqueto coso de Écija, que vivía esos añorados años de vino y rosas bajo el lema de ‘los carteles de lujo’. El entonces muy joven empresario José Jesús Cañas, en la cresta de su trayectoria, había logrado amarrar a Jesulín 24 horas después de su alternativa nimeña para presentarlo como diestro de alternativa en España. El cartel volvía a ser un muestrario de la primera fila de la época: repetía Emilio Muñoz y aparecía Espartaco, indiscutible mariscal de aquellos años. Les esperaba una corrida de Peralta que también se unió a la fiesta...

Ni que decir tiene: El vetusto –y añorado- coso de Pinichi se llenó hasta la corcha y la corrida, convertida en una suerte de reválida para el bisoño matador, se resolvió en tono triunfal, especialmente para Jesulín, que recibió el brindis del ‘general’ Espartaco, pleno de temple en una faena –premiada cicateramente con una oreja- convertida en lección. Pero Jesulín se iba a llevar definitivamente la tarde cuajando de cabo a rabo al excelente tercero, guinda del gran encierro de Peralta. Le cortó las dos orejas; se lo llevaron a hombros... Había que subir de nuevo a la avioneta para volver a Nimes. Le esperaba esa segunda tarde –el día 23 de septiembre- en el impresionante coliseo romano. Era el definitivo comienzo de una trayectoria singular que marcaría la crónica social de los primeros noventa.

Epílogo: retrato de una época

Pasaron tres años de aquella lujosa alternativa y, en medio, el profundo bache personal y taurino que rodeó la gravísima cornada de Zaragoza, el día de San Jorge de 1991. Pero Jesulín -que había roto eventualmente con Morilla para volver después- renació de esas primeras cenizas a raíz de la faena reveladora instrumentada a un torazo de la viuda de Diego Garrido en el otoño sevillano del 92. Pero el personaje aún no se había forjado por completo: en la noche del 4 de mayo de 1993, Antena 3 emitía el espacio ‘Queremos Saber’ bajo la batuta de Mercedes Milá. En aquella edición se trataba de someter a examen la realidad de la fiesta de los toros. La Milá había invitado para ello, entre otros representantes del mundillo, a toreros como José María Manzanares, José Miguel Arroyo ‘Joselito’ y al joven matador de Ubrique que acababa de estrenar mayoría de edad.

Jesulín, superados los primeros escollos profesionales, empezaba a abrirse paso entre los pesos pesados del escalafón. Era un torero conocido aún no se había convertido en lo que hoy entendemos por un famoso... hasta ese momento. En el transcurso del programa, una persona del público le preguntó si su toreo tenía “truco”. Jesulín se levantó, se dejó caer los pantalones y enseñó los costurones de sus primeras cornadas mientras Joselito y Manzanares observaban ojipláticos.

Aquel lance, aparentemente casual y fruto de un arranque de orgullo, estaba preparado de antemano. El encargado de hacer la pregunta fue el popular hostelero sevillano Mariano García, alma del popular y taurino bar Donald. Pero la fecha del numerito marcaba también el estreno del animal mediático. Era el punto de arranque de los años locos de Jesulín de Ubrique, que dieciséis meses después de aquel peculiar destape de cicatrices se encerró en solitario para 9.000 mujeres en la plaza de Aranjuez en medio de una apoteosis de bragas y sujetadores que hoy haría rodar cabezas. El resto es historia conocida...