Observatorio taurino: De los que abjuran del sistema y los que lo abrazan

La inesperada despedida de Alejandro Talavante ha vuelto a poner en el punto de mira a sus antiguos apoderados, los hermanos Matilla, que se han hecho con la dirección de la carrera de Morante de la Puebla

16 oct 2018 / 10:45 h - Actualizado: 16 oct 2018 / 10:48 h.
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  • Manzanares, Talavante y Morante. / El Correo
    Manzanares, Talavante y Morante. / El Correo

Morante y Matilla: ¿agua y el aceite?

Morante ha vuelto a sorprender a propios o extraños. O quizá no tanto, si se desmenuzan algunos pormenores de la temporada de su falsa vuelta –para volver hay que retirarse- y se atienden los rumores de las últimas semanas. El caso es que el diestro de La Puebla ha decidido dar un nuevo golpe de timón a su carrera poniéndola en manos del traído y llevado taurino Toño Matilla. Morante deja así atrás la breve relación profesional que le ha vinculado a Manolo Lozano, ese verso suelto de la trascendental casa ganadera y empresarial de La Sagra que había firmado un único año con el torero marismeño. Tampoco se podía rascar más y el propio matador venía recalcando que la romántica simbiosis con Lozano –que suma nueve décadas de vida- tenía fecha de caducidad. Y el día del Pilar, toreando a beneficio de la Macarena, Lozano ya tenía sacado el billete de vuelta. Pero la decisión de Morante, definitivamente, ha puesto de los nervios a la creciente legión de detractores de los Matilla Bros, convertidos en diana única de los males internos que atenazan al espectáculo taurino. Ojo: Toño y los suyos no son los únicos responsables de la mediocridad de la patronal de este negocio cortoplacista y sin visión de futuro. Si es verdad que han convertido su ‘modus operandi’ en una red comisionista que controla todos los rincones del tinglado, incluyendo esos ruedos menores gestionados por testaferros de poca monta. Sí, allí también torean siempre los mismos sin opción a que entre aire fresco. Es una realidad preocupante que merece análisis aparte. Nos interesa ahora la novedosa e inquietante relación de Morante, que se ha coloca como pieza maestra –o telonero de lujo- de los principales carteles de las ferias mientras se resiente el poder de atracción de unas figuras a las que les sobran demasiados trienios. Morante, con Manzanares, está llamado a torear bastante más en 2019. Veremos como acaba el baile. Y la bolsa.

Tocata y fuga

Y una cosa lleva a la otra: Alejandro Talavante también se propuso sorprender a la parroquia. Y lo hizo, hasta el punto de hacer olvidar la despedida española de Padilla, que aún tiene pendiente cumplir con unos bolos trasatlánticos antes de arriar la bandera pirata en Sanlúcar de Barrameda. Ya hay quién hace quinielas con la fecha de su vuelta. De él depende. Su ejemplo de superación, encarnando como nadie la cultura y el valor del esfuerzo ha quedado para los restos, resumida en esa frase lapidaria que ya forma parte de la mitología de la profesión: “el sufrimiento es parte de la gloria”. La propina que le dio la vida después de estar a punto de perderla se la lleva en su cuerpo con sus glorias, sus infiernos y el altísimo precio de sangre y dolor. Enhorabuena, matador; toca darse a la familia. Pero teníamos que hablar de Talavante, que ha liado el petate después de pasar sembrado por el ruedo de Zaragoza. La retirada, anunció el matador, es por tiempo “indefinido”. Nadie podía esperar esta espantada que ha servido para que algunos vuelvan a apuntar con el dedo a la percha de todas las guantadas: Toño Matilla, al que culpan de esta huída a Egipto que tiene otras lecturas.

Algunos asuntos que puntualizar

Es verdad que su ruptura con la casa charra le colocó en las orillas de un sistema en el que no conviene moverse demasiado. El riesgo es dejar de salir en las fotos. Así le ocurrió al propio Talavante después de salir a hombros en Madrid. Ahí llegaron las curvas: el diestro extremeño creía que el triunfo llevaba aparejado un contundente subidón de caché que ni sus antiguos apoderados estaban dispuestos a defender ni las empresas a asumir. Es así de sencillo. La calidad discontinua del Tala es valiosa, quién lo duda. Pero su exasperante irregularidad y las largas siestas que trufan su ya larga carrera también han sido un impedimento para cruzar esa línea invisible que le habría colocado en la verdadera primera fila. Hasta ahora sólo la ha rozado. Intentó remontar, una vez más, jugando al bingo de Simón Casas en la otoñada del Foro. Pero no cantó ni línea. ¿Para qué vamos a engañarnos? Alejandro Talavante siempre ha navegado mejor con el respaldo de las casas grandes –el malhadado sistema que ha dado cobertura a su crónica inconstancia- que en esa pretendida independencia que exige esfuerzos, dedicación y regularidad más allá de aislados recitales e ínfulas de genio alimentadas por sus bardos, que andan inspiradísimos. Talavante ya estuvo a punto de coger la puerta en aquella tarde agosteña de 2014, rumiando el destierro profesional que siguió a su ruptura con Manolito Chopera mientras aguardaba la hora de vestirse de torero. Fue en las Colombinas de Huelva, ¿recuerdan? Después, en la plaza, no pasó nada. Entonces volvió al sistema abrazándose a la supuesta plata de Bailleres, que tampoco brillaba como le habían contado; y de ahí saltó a los brazos de Matilla. Después... después llega este abismo que podría ser hasta rentable. No sabemos si volverá a desdecirse o pretende mirarse en el espejo de José Tomás para alimentar y hacer crecer el mito en las orillas del desierto. Para eso hay que reventar las taquillas. Pero esa cuestión permanece en el debe del extremeño. Y ya nos vamos, enviando un mensaje de ánimo y esperanza a Paco Ureña. Los médicos de Oviedo confirmaron los peores presagios: no volverá a ver con el ojo herido. Sigue la marejada en los despachos. Ahí está la ruptura entre Rafa Serna y José María Almodóvar al finalizar una temporada en la que nada ha salido como se había soñado; también la retirada premeditada de El Cid, que busca rentabilizar su último año en los ruedos de la mano de los Choperitas haciendo recordar sus tiempos más gloriosos. Suerte a todos y enhorabuena al diestro camero Esaú Fernández, que –como Jiménez Fortes en Málaga- ha hecho el paseíllo vestido de chaqué para casarse con la gran cantante María Toledo. Sean felices y coman perdices. Los veganos no están invitados.