Observatorio taurino: De Madrid a Morón

El famoso bombo de San Isidro ha quedado en evidencia después del percance de Enrique Ponce, única figura que –con Roca Rey- había aceptado la rifa de toreros y ganaderías. Casas se ha visto obligado a llamar, pagar y dejar a escoger a El Juli. Roca Rey echa humo...

25 mar 2019 / 11:37 h - Actualizado: 25 mar 2019 / 11:39 h.
"Toros","Observatorio taurino"
  • Presentación de la Feria de San Isidro. / El Correo
    Presentación de la Feria de San Isidro. / El Correo

La feria de San Isidro ya está en la calle. Casas y los suyos los presentaron en una gala, celebrada en la propia plaza de Las Ventas, en la que no faltó el apoyo y el aliento del viejo rey Juan Carlos, la duquesa de Lugo y hasta sus hijos Felipe y Victoria, aficionados nómadas por todas las plazas de la piel de toro. Son 34 funciones seguidas en las que, como en botica, hay de todo. Pero los carteles tuvieron que ser rehechos aprisa y corriendo por la inevitable ausencia de Enrique Ponce, que sufre una tripe fractura de ligamentos que le tendrá bastante tiempo en el dique seco. La dimensión de la lesión de Ponce era una certeza desde el mismo momento en el que cayó, con la pierna desmadejada, en la cara del toro de Matilla que le hirió en Fallas. El doctor Villamor certificó lo que todo el mundo barruntaba. Al maestro valenciano le queda un largo trecho para poder volver a enfundarse el traje de luces. Mientras tanto, Casas y su tropa se había apresurado a airear un abracadante acuerdo con Victoriano Valencia, apoderado de Enrique, en el que se seguía vinculando su nombre con la cartelería madrileña que estaba a punto de presentarse. ¿Quería ganar tiempo? Puede ser... Sin solución de continuidad se marcó el número de teléfono de Luis Manuel Lozano, apoderado de El Juli. Hay que recordar que el precoz maestro madrileño se había pasado el bombo de monsieur Casas por el forro de... la montera. Exigía un dinero concreto, no entrar en el demagógico sorteo y escoger compañeros y ganaderías. Nada nuevo en el toreo. Las primeras figuras piden y el empresario valora la oportunidad de dar después de echar sus cuentas. Pero hay que seguir tirando de la moviola: Roca Rey sí había aceptado entrar en esa rifa que le ha puesto en el compromiso de estoquear una corrida que, a priori, no entraba en los planes de su equipo. Es la de Adolfo Martín. El joven paladín peruano era, con Ponce, la única figura que había aceptado el numerito de las bolas sabiendo que Morante, Manzanares y El Juli no iban a pasar por la piedra del francés. Pero en el toreo todo es imprevisible y la lesión de Ponce cambió el escenario, dejando en pelota picada un abono interminable en el que sobran nombres del montón y faltan verdaderas figuras. Ésa es la verdad. En esa tesitura, al locuaz productor francés sólo le quedaba una opción: bajarse los pantalones hasta las corvas y pedirle a El Juli que el trance fuera rápido. Le ha pagado una pasta. Seguramente más de lo que habría aceptado en unas negociaciones normales. Y ha escogido toreros y ganaderías para dar lustre a una feria en la que, en principio, no se contaba. Cuentan que el cabreo cósmico de Roca Rey, que brilló por su ausencia en la presentación de los carteles, se sintió hasta en Lima. Pues normal...

De la lesión de un gran maestro

Pero al hilo de la lesión de Enrique Ponce surgen otras reflexiones. El gran maestro valenciano, que ha elevado el techo de su carrera temporada a temporada, debería tomar nota de este accidente que llega en un momento en el que no tiene que demostrar nada. Ya había apurado la temporada anterior y la campaña americana arrastrando un ligamento dañado que, finalmente, ha desembocado en esta tremenda lesión que le ha sacado de un plumazo del tablero de juego. Ponce es el único dueño de su destino y su impresionante trayectoria no necesita de demasiados consejos. Pero el destino también envía avisos. Enrique lo ha conseguido todo en el toreo. Su caso es único y no tiene parangón. Ha logrado estar tres décadas al máximo nivel sin abdicar, ni una sola campaña, de su condición de primera figura. Ha visto pasar por delante de su puerta a no pocos pretendientes que ahora riegan las macetas de su balcón con los trajes de torear guardados en el armario... La dureza más tremenda del toreo puede aparecer cualquier día y con cualquier toro, en cualquier rincón, en cualquier ruedo menor de la inmensa piel de toro. ¿Merece la pena seguir? Pues sólo él lo sabe...

Y algunas cositas más...

Y vamos recogiendo los bártulos por esta semana pero antes tenemos que recordar que la oferta editorial se ha enriquecido con un nuevo e interesante libro de toros. Lo ha escrito un excelente aficionado que –degenerando, como el banderillero de Belmonte- ha llegado a magistrado de los tribunales. El juez Antonio Rodríguez Castilla es el autor de ‘En defensa de la Tauromaquia’, un libro justo y necesario editado por Almuzara que fue presentado días atrás en el cordobés Círculo de la Amistad. Este Observatorio anduvo por allí tomando buena nota de todo. El escritor y los editores prometen traerlo a Sevilla. Ya se lo contaremos. Por cierto, esta atalaya semanal inició su particular temporada en Morón de la Frontera. Para qué vamos a engañarnos: el cartel de la reaparición de Jesulín tomó un aliciente inesperado con la entrada de Pablo Aguado, que sustituía al lesionado Ponce. El matador sevillano no defraudó las expectativas. Su papel está cada vez más cotizado...