Observatorio taurino: En Madrid, que toree San Isidro...

La ausencia de Morante, la presentida de El Juli y el ridículo goteo de figuras devalúan la feria. La revolución de Simón Casas no pasa de sus habituales juegos florales. ¿Se anunciará Diego Ventura?

27 feb 2018 / 11:04 h - Actualizado: 27 feb 2018 / 11:10 h.
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  • La presencia del Juli sigue pendiente de un hilo. / Efe
    La presencia del Juli sigue pendiente de un hilo. / Efe

Las Ventas: un ciclo largo y muy estrecho

El primer vistazo es desolador. La feria de San Isidro, ese interminable serial que debía ser un escaparate de lo mejor del toreo no despierta la menor ilusión. Ya lo dijo Guerrita, que sabía algo de gramática parda: «En Madrid, que toree San Isidro». Aún no hay carteles oficiales pero sí contamos con el esbozo habitual, publicado en una web especializada, que no diferirá mucho del producto definitivo. Simón Casas y su tropa ha programado un eterno mes de toros sin el menor pulso ni argumento, vertebrado en torno a ternas presuntamente abiertas en los que la presencia de las figuras -ay Señor- brilla por su ausencia. El ciclo concluye con una semana demagógicamente torista en la que no falta alguna reliquia del campo bravo. No hace falta demasiada perspectiva para saber que esta isidrada enseñara muchísimo cemento en los tendidos.

Objetivo número 1: abaratar los carteles

La filosofía del ciclo parece obedecer tan solo a una política de bajo presupuesto: carteles baratos, más que rentables sin llenar la plaza; política cortoplacista y la táctica habitual: vender humo y más humo mientras se pierden oportunidades de oro para apostar por la excelencia. Apenas hay dos, quizá tres, combinaciones verdaderamente rematadas. Ya sabemos que faltaría Morante; pero es también es muy difícil que encaje El Juli, que ya se había quedado fuera de Fallas con los mismos empresarios que, ésa es la verdad, tampoco mostraron demasiado interés en contratarlo. Hay quien asegura que el madrileño también pudo tener algunas dificultades para entrar en Sevilla, una plaza en la que, como saben, tampoco estará Diego Ventura en 2018. El jinete de la Puebla del Río, por otro lado, ha puesto sus propias condiciones para comparecer en el Foro: sólo será posible en un mano a mano con Hermoso de Mendoza o para despachar -él solito- seis de una tacada y sin recurrir a los hierros de catálogo. Todo es posible aún pero ya suena otro vis a vis sin pulso ni oportunidad entre el propio Hermoso y Lea Vicens, la amazona amparada y apoderada por Simón Casas. ¿A dónde camina esto? La pregunta que hizo el propio Ventura sigue resonando...

La FTL apuesta por Chapu Apaolaza

Hay más noticias que comentar, aunque aún desconocemos su calado. Es el caso de la elección del periodista vasco Chapu Apaolaza como nuevo mascarón de proa de la Fundación del Toro. Esa nueva función, dicen, va aparejada al abandono de los micrófonos de Movistar Plus, a los que no les faltarán novios y recomendados. Chapu tiene por delante una buena papeleta. La única entidad que constituye un serio intento de vertebrar la defensa del sector por encima de sus propios cainismos ya había mostrado su fortaleza en los juzgados. Eso sí: seguía patinando en las políticas de comunicación, que brillaban por su ausencia. Victorino Martín, flamante y activísimo presidente de la FTL, lo llevaba en la agenda. El ganadero está haciendo de su propia presencia física en todo tipo de foros -se empieza a creer que goza del don de la ubicuidad- una clave fundamental de su política. Victorino goza de prestigio propio y heredado y, lo que es aún más importante, sabe administrarlo en beneficio de este mundillo. Algunos toreros -por no decir todos- deberían tomar buena nota. Su presencia rutilante desbrozaría muchos caminos. Su inaccesibilidad es nuestra derrota... El caso es que al hijo del recordado crítico Paco Apaolaza -que escribió su última crónica en Sevilla- le tocará poner rostro y voz a la defensa de una actividad que ha encajado demasiados golpes con la guardia baja. Se le sabe capaz; pero se le desea suerte. La necesitará. Y nos vamos, evocando la obra del escultor charro Venancio Blanco, recentísimamente fallecido. Suya fue la escultura que recorta la silueta inconfundible de Juan Belmonte -concebida como un marco imposible de la Giralda- en el Altozano de Triana.