Qué difícil es comer despacio cuando hay ganas de comer...

La presentación en sociedad del documental de Curro Romero reunió a la sociedad sevillana en un deslumbrante y multitudinario acto celebrado en el Cartuja Center

02 dic 2021 / 10:20 h - Actualizado: 03 dic 2021 / 08:59 h.
"Toros","Curro Romero"
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“Una tarde en la Maestranza/ si quiere Curro Romero/ yo te digo que Sevilla/ es la gloria de los cielos...” Los del Río se hicieron presentes en el inmenso escenario del Cartuja Center –abarrotado desde el paraíso a la platea en sus más de 2.000 localidades- para abrir con la célebre sevillana de Manuel Pareja Obregón un largo e intenso acto. Fue una fiesta coral, a un lado y otro de los focos, que de alguna forma sirvió de antología de todos los homenajes que ha recibido un tal Francisco Romero López a lo largo de su ya larga existencia. Este mismo martes, completando la celebración, cumplía 88 años redondos rodeado de esa indescifrable veneración que un día lo coronó como Faraón y ha terminado de mitificarlo en vida.

Se trataba de presentar en sociedad el documental que ha rodado Curro Sánchez Varela además de avanzar la serie complementaria –se estrena en Canal Sur en sólo una semana- que ha dirigido José Escudirer. No faltaron políticos, médicos, abogados, modistos... lo más granado de la sociedad sevillana pero, por encima de todos ellos, los compañeros del camero. De todas las épocas: desde José Antonio Campuzano y Espartaco, pasando por Dávila Miura o Pepe Liria, hasta su íntimo Diego Urdiales hasta llegar a los más jóvenes cachorros del toreo sevillano, Pablo Aguado y Juan Ortega. Al final de la proyección acabarían subiendo al escenario en unión del propio Romero, que subió las escaleras sin disimular los achaquillos. La plata de su cabeza le otorga una grandeza nueva. Aquello era una fiesta.

No había prisas. Una preciosa e intensa bulería que cantó Marina Heredia rasgando la penumbra del recinto, también sirvió de introito: “Qué difícil es comer despacito cuando hay ganas de comer..”, cantó la esposa de Pedro Pérez Chicote, uno de los productores de este documental en el que ha tenido un papel primordial el ‘apoderamiento’ de Alberto García Reyes, íntimo del camero y uno de los culpables de llevárselo hasta la dehesa El Castillo, el solar campero de Gabriel Rojas, para rodar ese retablo de reflexiones y sentimientos, el vademécum de toda una filosofía de vida. Chicote y García Reyes, además del promotor José Carlos Conde, se habían hecho presentes en el escenario junto a los directores de ambos proyectos y el director de Canal Sur, Juande Mellado. Les siguió en el turno el veteranísimo comunicador José María García, otro de los cuates del diestro de Camas que no renunció a sus muletillas y peculiar estilo –ojo al dato- para hablar sin tapujos de las esencias y desinencias de su amigo, al que recordó moviendo muebles en su casa de Espartinas en la víspera de aquella boda con Carmen Tello, posiblemente la penúltima, que tampoco estuvo exenta de su propia ‘espantá’.

Greguerías curristas

Y comenzó la proyección, primero del avance de la serie de televisión y, finalmente, de ese documental titulado ‘Curro Romero, maestro del tiempo’ que ha firmado el hijo de Paco de Lucía. Las intervenciones del camero, que son oro molido, se trufan con las reflexiones de un sinfín de testigos, amigos, admiradores, familiares... Desde el fiel Gonzalito, a Espartaco; desde el ahijado sueco hasta su desconocido nieto madrileño; desde Carlos Herrera a Pansequito; de Calamaro a Joaquín Sabina... sin perder de vista el hilo histórico de una trayectoria que comenzó, casi de puntillas, en la placita de La Pañoleta en una tarde lejana, retratada en sepia. Atrás habían quedado los recados en la farmacia de Camas y las peonadas en Gambogaz, la finca de Queipo de Llano. Una providencial sustitución de Mondeño en la plaza de la Maestranza le abrió el camino e inauguró el idilio con la plaza de la Maestranza. Pero aún quedaba fundar la religión del currismo que tomó espíritu generacional con los seis urquijos del 66, en la yema de una década prodigiosa en la que España se sacudía tantas cosas... Después vinieron cimas, simas, ostracismo, cinco puertas del Príncipe, las siete puertas grandes de Madrid hasta llegar a la sublimación de su personalidad, ese poscurrismo que le ha convertido en leyenda viva y hasta en un capítulo festivo de la propia ciudad.

“¿Si no hubiera sido torero a dónde habría ido yo?” se pregunta el camero en el salón campero de El Castillo. Es una de las muchas greguerías curristas que el propio torero esboza. Merece la pena rescatar algunas. “El toreo es muy delicado, de una grandeza tremenda; el arte es muy difícil de definir: se puede cantar, tocar o torear bien pero no ser artista; pueden más los sentimientos que el miedo; no me creo todavía que haya sido torero; de reírse no se cansa uno nunca...” Pero por encima de todas, hay una sentencia que define el alma de Curro Romero, su máxima vital: “el tiempo se te escapa de las manos y no se da cuenta...”