Alta Cultura. State-Of-The-Art en la era de la post-verdad

Cultura: 2 Conjunto de los conocimientos no especializados, adquiridos por una persona mediante el estudio, la lectura, los viajes, etc. (...) grado de desarrollo científico e industrial, de un país o una época. María Moliner, Diccionario de uso del español. Lo que dice el diccionario es siempre una apuesta segura si se decide utilizarlo. Una apuesta segura como lo es Ivana Trump si uno quiere terminar boquiabierto.

18 mar 2017 / 12:45 h - Actualizado: 19 mar 2017 / 10:09 h.
"Sociedad","Instalaciones - Aladar","Donald Trump"
  • Ivana Trump ha sido maniquí y esquiadora olímpica, y es ejecutiva, socialite, escritora, diseñadora, y empresaria. / El Correo
    Ivana Trump ha sido maniquí y esquiadora olímpica, y es ejecutiva, socialite, escritora, diseñadora, y empresaria. / El Correo
  • Alta Cultura. State-Of-The-Art en la era de la post-verdad
  • Alta Cultura. State-Of-The-Art en la era de la post-verdad
  • Ivana Trump con Rossano Rubicondi. / El Correo
    Ivana Trump con Rossano Rubicondi. / El Correo

«Está dicho: por sus obras los conoceréis» (Mateo 7, 15-20).

La profundidad mental de Ivana Trump se revela en dos obras maestras del pensamiento contemporáneo: la novela «Libre para amar», y el libro de auto-ayuda «Lo mejor está por venir», publicados tras su divorcio de Donald Trump, en el que se quedó con 25 millones de dólares en efectivo, la mansión familiar de 41 habitaciones en Conneticut, 5.350.000 US$ de pensión alimenticia, todas sus joyas, y el 49% del complejo residencial Mar-a-Lago en Palm Beach. Dice la Wikipedia que «a los 43 años era libre, millonaria, y tenía todas las posibilidades a su favor para alcanzar lo que quisiera».

Mi abuela hubiera dicho: «¡Señor, llévame pronto!».

Dicen las crónicas que el presidente Donald Trump mantiene una excelente relación con su primera esposa, y que se ven a menudo. Suponemos que para descartar suspicacias lo harán en familia, puesto que además es la madre de tres de sus hijos. Damos por entendido que -en petit comité- Ivana y su tercera esposa Melania (hubo una segunda) practicarán lenguas extranjeras. Porque si estaban pensando, a la vista del personaje principal, que las mujeres son tontas, están muy equivocados.

Melania Trump -née Melanija Knavs- habla seis idiomas: esloveno, serbocroata, alemán, italiano, francés, e inglés. Una mujer que habla seis idiomas no es tonta. Porque no se aprende alemán por contagio, modelando en la pasarela de la Berlin Fashion Week.

No sabemos lo que hablará Ivana, pero nos tememos que es una emprendedora, ha sido maniquí y esquiadora olímpica, y es ejecutiva, socialite, escritora, diseñadora, y empresaria. Una mujer que hace todas esas cosas –y que además ha demostrado que las hace bien- tampoco puede ser tonta. Ha de hablar al menos checo, porque nació en la ciudad morava de Zlín, un interesante experimento modernista de los años 30 (casi como ella). Algo de la lengua italiana habrá aprendido, si no fue con su tercer marido (hubo un primero), Riccardo Mazzucchelli, cuyo matrimonio duró menos de dos años, sería con el cuarto, Rossano Rubicondi, que al ser 23 años menor que ella, sospechamos más expansivo. Nos la imaginamos, ahora, a sus espléndidos 68 años, practicando francés con su toy-boy, el veinteañero modelo John-David Dary, y nos ahogamos en 5 de los 7 pecados capitales.

Ivana Trump, cuyos libros han sido traducidos a 25 idiomas (como Borges) y publicados en 40 países, va a sugerir a su marido que la nombre embajadora en Praga. Ocuparía allí el espectacular Palacio Schönborn -en el que vivió nada menos que Frank Kafka-, habitando la que fue morada de una de las principales dinastías del Sacro Imperio Romano Germánico, Electores de Maguncia y de Tréveris, príncipes-obispos de Wurzburgo, de Worms, de Bamberg, de Espira; y condes soberanos de Schönborn.

¡Pues sí, lo mejor está por venir, sin ninguna duda!

No dejan de ser curiosas las cosas que las dos mujeres de la vida del presidente americano tienen en común: si hubieran nacido cien años antes hubieran sido austrohúngaras, ambas proceden de países que se han extinguido, y las dos lograron escapar de la dominación soviética. Para ellas no existen los muros ni las fronteras.

Melania y su hijastra Ivanka (hija de Ivana) han convertido la moda –que consideramos una disciplina artística si hablamos de la «Marca España», o de Jackie O- en un campo de batalla. Por primera vez en la historia del diseño textil los creadores se han visto obligados a posicionarse sobre si vestir o no a determinada mujer. Van ganando el torneo, por goleada, Óscar de la Renta, Carolina Herrera (Ivanka), Ralph Lauren y Reen Acra (Melania). Lo de Ivana no sabemos si se puede definir como moda, aunque sin duda entra dentro de lo que se dice «un estilo propio», va como un árbol de navidad.

Donald encargó el diseño de la Trump Tower al arquitecto estadounidense Der Scutt, en 1979, pero decidió encomendar los interiores a la persona más experta -y más cercana- a sus megalómanas ideas: su esposa, que ya se había iniciado en el interiorismo durante la construcción del Grand Hyatt. ¡En qué momento!

Entra por la puerta grande el quinto pecado capital, la soberbia: Con la voluntad explícita de provocar un ambiente definitivamente nouveau riche, Ivana comenzó por el gigantesco atrio –abierto a la Quinta Avenida- lo equipó con una cascada de 18 metros de altura, lo alicató de mármol breccia pernice en color rojizo, y terminó sometiendo el penthouse de la planta 66, a una escalada de violencia decorativa que ha transformado el triplex familiar, que está inspirado en el palacio real de Versalles, en una representación del exceso. La decoración interior es el exponente postmoderno del horror vacui. Pinturas mitológicas, bronces, esculturas indescriptibles, chimeneas en mármol y latón dorado, y una orgía de columnas, capiteles y molduras, bajo la copia de los frescos de la Capilla Sixtina. Semejante decorado establece el «más allá» del gusto, y se convierte en una provocación deliberada, y por lo tanto meditada e inteligente.

Para levantar el rascacielos, el propio Trump ordenó destruir los bajorrelieves en caliza de diosas desnudas, y las rejerías art-decó, de los antiguos almacenes Bonwit Teller & Co., en cuyo solar se levantó la torre, y que había prometido donar al Metropolitan Museum of Art, en un acto de vandalismo que indignó a críticos y autoridades. El desmontaje de las piezas hubiera retrasado 10 días las obras, con el coste subsiguiente. ¡Ah, sí, la codicia!

Ivana ha declarado que la Trump Tower -y su propio apartamento de Nueva York- son bastante mejores que la Casa Blanca, pero como dice su exmarido «si otros presidentes han podido vivir ahí...»

En la historia del Séptimo Arte quedará su frase célebre en la película The First Wives Club, de Hugh Wilson: Don´t get mad, get everything ¡No se enfaden con ellos, chicas, quítenselo todo!

Palacio Schönborn en Praga. / El Correo

Ivana ha declarado que la Trump Tower es mejor que la Casa Blanca. / El Correo