Caótica y desmelenada

Con esta película se entraba de nuevo y de lleno en el mundo de la sátira. Paolo Virzi no suele fallar y ya se ha granjeado el favor del público en alguna ocasión.

28 oct 2018 / 08:23 h - Actualizado: 28 oct 2018 / 09:11 h.
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  • Cartel de la película ‘Magical Nights’. / El Correo
    Cartel de la película ‘Magical Nights’. / El Correo
  • Todo parece que les puede salir mal a los personajes de esta sátira de Paolo Virzi. / El Correo
    Todo parece que les puede salir mal a los personajes de esta sátira de Paolo Virzi. / El Correo

Noches mágicas, tratándose de un producto ruidoso, extenuante y neurótico, sobre la industria del cine en Italia, resulta altamente atractiva. Podríamos decir que Paolo Virzi es, en su estilo, el anti-Paolo Sorrentino. Frente al cinismo inherente a las propuestas de este director, parece que la realidad es testaruda y a sus personajes les sale todo mal. Con una puesta en escena caótica, como lo es la capital del Tíber cualquier día de verano, su universo es muy reconocible, no tanto o menos que el de «Locas de alegría», otro bello filme aparentemente más largo y amable, menos endiablado también en sus intenciones.

Con una manera de rodar muy naturalista, el fascinante arranque que interrumpe un partido de fútbol entre Argentina e Italia con la caída al río de un coche con un cadáver dentro, nos hace ponernos en antecedentes y conocer a tres guionistas que han quedado finalistas en un importante concurso. El premio es para el más pardillo de ellos que sacará sus demonios interiores con un producto que habla de un personaje local de Mesina, mientras el guaperas vividor tiene otro que es sesudo y propio de un maldito, y ella (algo desequilibrada igualmente) relaciona su obra con la actitud tiránica de su padre durante su infancia y sus múltiples traumas, mientras a cada confrontación o conflicto toma pastillas que van de la psicofarmacopea más variopinta, a anfetaminas, éxtasis,...

Una vez recibido el premio dotado de millones de liras y entregado por el personaje interpretado por Ornella Mutti, voluptuosa mujer también aquí al que el segundo aspirante no duda en querer conquistar, los productores se tiran encima de ellos para vender el guión premiado. La arrogancia y farsa del gremio llevará a que uno de ellos, en plena decadencia y sin un duro, entregue el talón recibido al mismísimo Federico Fellini, cuyo último plano de una de sus últimas películas está terminando de ser rodado.

El reparto de la película actúa coralmente, de tal modo que resulta ser un homenaje a las películas de Marco Ferreri. Los tres protagonistas, siendo jóvenes promesas hacen un papel más que correcto, destacando entre los más famosos también Giancarlo Giannini, Giulio Berruti o Andrea Roncato.

La fotografía también nocturna, agitada y naturalista es una labor muy reseñable de Vladan Radovic. El guion es extraordinario y lo firman Francesca Archibugi y Francesco Piccolo, trabajo que va acompasado con el de montaje de Jacopo Quadri, con la música de Carlo Virzi y la edición de sonido de Daniela Bassani. Todo muy bien coordinado, a pesar de ser una película presurosa y rápida, como decíamos.

Las relaciones superficiales, el miedo al fracaso de estos tres pobres guionistas, sus neurosis y traumas también de género, convierten el filme en un fresco de actitudes enervantes de las que opta por reírse. La búsqueda de la felicidad a partir de la pompa y circunstancia cinematográfica parece que allá por los 90 también tenía malos beneficios para quién iba tras tanto dinero fácil, eso o que la influencia de un neorrealismo urbanita y no tan trasnochado como parece, es menos patente de lo que en un principio parece.