«La vida a ratos»: Hipocondría y extrañeza

El genial escritor y periodista valenciano nos entrega un preciso estudio en forma de diario novelado sobre un personaje corriente con el que evidentemente nos identificamos, con ecos también a «De senectute» de Marco Tulio Cicerón

21 feb 2020 / 09:00 h - Actualizado: 21 feb 2020 / 11:30 h.
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  • Juan José Millás. / EFE-Archivo
    Juan José Millás. / EFE-Archivo

Entre las múltiples frases célebres que escritores de renombre citan o citaron para explicar por qué escriben, encontramos tres. García Márquez decía que escribía para que lo quisieran. En el lado opuesto, Jorge Luis Borges quería ser tenido más en cuenta como lector que como escritor, y a medio camino de egolatrías y masoquismos varios, hace ya un tiempo que está Millás, que dice escribir para evitar que la muerte le alcance.

Esta novela en forma de diario (o viceversa) es muy divertida de leer y tiene en cuenta, siquiera implícitamente, no sólo a estos dos monstruos de las letras, sino a muchos otros que durante los casi cuatro años que, semana a semana dura, han ido persiguiendo al personaje a través de las novelas o diarios que lee. Sandor Marai, Ann Tyler, Lev Tolstoi o Albert Camus entre ellos. Se trata de un diario de vejez bien ensamblado desde cada entrada, cuento, y que como novela funciona a partir de las rutinas de un hipocondríaco que nos recuerda a ese enfermo imaginario de Moliere, operando siempre desde un subconsciente honesto que deriva en inconsciente real; asistimos así a los paseos, lecturas y convivencia con familiares y amigos siempre desde la doble lectura de su psicoanalista mujer (sabedora de todo, experta en nada) y de él mismo como profesor de escritura creativa, doble lectura potente y contradictoria que le lleva a vivir una novela llena de arañas, hormigas, escarabajos o tenedores con media fresa pinchada que aportan ese grado de surrealismo a partir del cual se juega.

La manera de escribir recuerda igualmente al de sus propios artículos en prensa, económica, intensa y para nada frugal, podríamos decir que incluso filosófica, ahora que ya esa disciplina ha dejado de valer para tantos, pero siempre desde un registro que recuerda al «Libro del desasosiego» de Fernando Pessoa o a cualquiera de sus bromistas heterónimos, en tanto dice reconocer que le importa más el tú, que su propio yo, debido a sus frecuentes problemas de identidad.

«La vida a ratos»: Hipocondría y extrañeza

Los paseos los imaginamos por parques de Madrid, pero también playas, montañas, ... y le hacen disociar la materia o cuerpo del espíritu o mente, de tal forma que hacer coincidir plenamente estas dos esferas vitales es casi imposible. Esto que viene siendo un análisis certero de lo que ocurre al más común de los mortales, aquí deviene en obsesión.

Imposible hacerse cargo de la gran cantidad de personajes que tiene la novela, si bien la peculiaridad en forma de acción, se manifiesta en sus alumnos, en general poco dotados para la literatura por no saber mirar en sus periferias o quedar atrapados en una frase incorrecta; confieso que me gana el corazón no sólo la ex monja o el maldito que tan mal se expresa, sino un jugador de baloncesto, que sufre ante las hipérboles o enredos malintencionados de su propio profesor.