Lecturas para el confinamiento

Lecturas para el confinamiento: «Gerona»

Más salvajemente naturalista; lo que le sirve no sólo para mostrar las batallas, sino por encima de todo, sus consecuencias; Galdós sigue dándonos aquí grandes pistas de cómo el pueblo español vivió la invasión de Francia en una etapa especialmente cruda, ya en el año 1809

29 abr 2020 / 18:36 h - Actualizado: 29 abr 2020 / 18:47 h.
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Este séptimo episodio tiene una peculiaridad importante que se advierte en el prólogo y es que el narrador de lo que acontece en Gerona en 1809 no es Gabriel Araceli, sino su amigo Andrés Marijuán que compartió escenario bélico con aquél en Bailén. Mientras Andrés recorre las tierras ampurdanesas, el primero pierde como soldado, lo ganado por primera vez ante los franceses, una vez conseguidas las plazas de Zaragoza, Madrid o Talavera.

La peripecia principal comienza en Santa Coloma de Farnés, pequeña localidad gerundense en la que el asalto francés acaba con la vida del amigo Cristóful, un militar con cuatro hijos, de los que quedarán tres al morir otro más en la contienda de Gerona. Sirve de fortificación y guía la torre de Gironella, en cuya cima parecen protegerse de las balas de los franceses con mayor seguridad. Andrés ama a una de sus hijas, Siseta, una chica a la que le gusta mucho leer el Quijote, mientras sus dos hermanos, protegidos de Andrés, son capaces de insultar a los franceses mientras están cerca, en arrestos de una gallardía del pim-pam-pum, que sólo hasta cierto punto les define. Igualmente, y en la misma casa conviven con el médico Pablo Nomdedeu, que tiene en su hija Josefina un baluarte desde el que justificar múltiples tropelías a sus vecinos. Josefina guarda cama debido a que ni siquiera ha podido prometerse a un novio muerto también en el primer sitio.

Si en el anterior capítulo era un personaje el responsable directo del hambre y la miseria (el ávaro Candiola), esta vez sin definir a Nomdedeu más que como egoísta, Andrés culpa de la situación de mucha más hambre y miseria a la propia coyuntura de desgaste del ejército español ante el napoleónico, sin excluirse él mismo.

Veremos cómo el deterioro de la situación inicial es progresivo y rapidísimo a partir de la aparición de un gato salvaje, que se cuela en el hogar principal y termina arrancándole media cara a Pablo. Más tarde y tras la disputa por un trozo de queso para Josefina, se cuela también una plaga de ratones igualmente salvajes y que ponen a prueba la supervivencia, en un cuadro que recuerda al de los naturalistas literarios, Zola a la cabeza.

Lecturas para el confinamiento: «Gerona»

Especialmente tristes, estos dos últimos episodios se emparentan igualmente a la obra de Víctor Hugo, de tal modo que pensando en «Los miserables» nos acordamos de la profunda humanidad que, a pesar de la ferocidad, se respira sobre todo en «Gerona».

Otro ejemplo de este naturalismo salvaje es la escena, contada a modo de ensoñación, de los dos hijos de Cristóful, cavando un hoyo por donde finalmente los anteriores roedores, acabarán comiéndose a Napoleón.

Andrés se escapa como puede de allí, le cuenta a un Gabriel avejentado que escucha la acción a posteriori, y parte hacia el Puerto de Santa María, donde se reencontrará con su amigo y conocerá no sólo la pérdida definitiva de Inés por los intereses encontrados entre Amaranta, don Diego, su madre y hermanas, sino el reencuentro de Araceli con su primer amor Flora en la ciudad que lo vio nacer y no tardó en echarle de menos.