Max de Híspalis

La 21ª edición de los Premios Max de las Artes Escénicas tuvo lugar el pasado 18 de junio en el Teatro Cartuja Center de Sevilla ante más de dos mil espectadores. Esta vez el trofeo diseñado por Joan Brossa fue a parar en su mayoría a artistas de Cataluña, País Vasco y Canarias. Andalucía vio recompensado su esfuerzo con los galardones a las mejores intérpretes femeninas de teatro y danza y a la mejor composición musical. El colectivo sevillano Danza Mobile obtuvo un justo reconocimiento a su gran labor social y el veterano dramaturgo Jose Sanchis Sinisterra —«¡Ay, Carmela!»— se llevó el Max de Honor

23 jun 2018 / 08:13 h - Actualizado: 19 jun 2018 / 22:58 h.
"Teatro","Teatro Aladar"
  • Entrega del Premio Max a la compañía sevillana Danza Mobile. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
    Entrega del Premio Max a la compañía sevillana Danza Mobile. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
  • El Ministro de Cultura José Guirao entre el Presidente de la SGAE Fernández Sastrón y el Alcalde de Sevilla Juan Espadas. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
    El Ministro de Cultura José Guirao entre el Presidente de la SGAE Fernández Sastrón y el Alcalde de Sevilla Juan Espadas. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
  • Ballet Flamenco de Andalucía. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
    Ballet Flamenco de Andalucía. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
  • ‘La maldición de los hombres Marlboro’. /Fotografía de Antonio Puente Mayor
    ‘La maldición de los hombres Marlboro’. /Fotografía de Antonio Puente Mayor
  • Un momento de la gala. / Fotografía Antonio Puente Mayor
    Un momento de la gala. / Fotografía Antonio Puente Mayor
  • José Sanchis Sinisterra. Max de Honor 2018. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
    José Sanchis Sinisterra. Max de Honor 2018. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
  • El actor Mariano Peña posa en la alfombra roja. / Fotografía de Antonio Puente Mayor
    El actor Mariano Peña posa en la alfombra roja. / Fotografía de Antonio Puente Mayor

Cuando el pasado 8 de marzo el Teatro Cartuja Center echó a andar tras una inversión millonaria y un sinfín de obstáculos, los amantes de las artes escénicas se frotaron las manos. Por fin Sevilla podía contar con su nuevo espacio de 33.000 metros cuadrados que sumar a la oferta existente en la Isla de la Cartuja —Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Auditorio Rocío Jurado, Caixaforum, Teatro Central. Y es que a la calidad del recinto, con un aforo de más de 2.000 butacas, hay que añadir una sugerente programación —desde el exitoso estreno de «Cristo. Pasión y Esperanza», de Pascual González y los Cantores de Híspalis, a los musicales «El Médico» y «La Familia Addams»—, y la entusiasta respuesta del público. Si bien aún le faltaba por poner la guinda en forma de gran evento, algo que para sus impulsores, la Fundación SGAE, no podía ser otra cosa que la gala anual de los Premios Max de las Artes Escénicas. De este modo, el pasado 18 de junio Sevilla acogió por tercera vez en su historia el equivalente teatral de los Premios Goya —unos galardones de menor repercusión mediática que los cinematográficos, pero que cada año congregan un mayor público—, con idea de confirmar el talento regional en un escaparate único.

De Alfonso Zurro a Curt Allen Wilmer

Una vez designado el lugar, el primer gran reto de la SGAE consistía en encontrar un director lo suficientemente preparado para dirigir una ceremonia con 22 galardones y retransmitida por TVE —eso sí, en diferido y por La 2—. El elegido fue Alfonso Zurro, salmantino afincado en Sevilla artífice de algunas de las páginas más brillantes del teatro andaluz de las últimas décadas. Sin duda el primer gran acierto. Y es que el director supo reunirse de un equipo encabezado por Juan Carlos Rubio en el guión, Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán en la escenografía, Emilio Valenzuela en la videoescena y Florencio Ortiz en el diseño de iluminación. Nombres de prestigio a los que añadir coreógrafos, diseñadores de vestuario y músicos que aportaron su talento para obtener un formato impecable y de indiscutible calidad que hizo las delicias de los asistentes y fue bien valorada por los espectadores en sus casas. Como colofón a este gran equipo, los responsables eligieron como conductora de la gala a la actriz y humorista sevillana Cristina Medina (La que se avecina), quien se reveló como alguien a tener en cuenta para futuras ediciones.

Un envoltorio acorde al producto

Lo cierto es que el objetivo del director de compañías como La Jácara o Teatro Clásico de Sevilla era construir un envoltorio acorde al producto. Es decir, que la entrega de premios poseyese ritmo, frescura y cercanía, tanto en el teatro como en las pantallas de televisión. Y hay que decir que en muchos casos dicho embalaje superó a los premios en sí, pues la mayor parte de los galardonados de este año no fueron artistas «de campanillas», sino más bien gente con oficio. Es el caso de Bambalina Titelles, la compañía que obtuvo el premio al mejor espectáculo para público familiar, o los miembros de Bullanga, que se llevaron el del público. Ambos colectivos, por cierto, llegados de Valencia, como el montaje Tic-Tac, que se alzó con el galardón a mejor espectáculo musical reuniendo en escena a un numerosísimo elenco. Junto a los levantinos, los colectivos de Cataluña protagonizaron algunos de los momentos más álgidos de la gala, tanto por su entusiasmo a la hora de recoger los trofeos —la icónica manzana con antifaz, obra de Joan Brossa— como en los mensajes reivindicativos. Julio Manrique, del Teatre Lliure —premio a la mejor dirección por L’Ánec salvatge—, fue bastante explícito en sus proclamas, como también lo fue Joan Yago, autor revelación por el montaje Fairfly, de La Calòrica —que también se llevó el galardón en la categoría de espectáculo revelación—. Por parte vasca, los premios fueron a parar a Solitudes, de los guipuzcoanos Kulunka Teatro —mejor espectáculo de teatro y mejor composición musical—, y al espectáculo de calle Meeting Point, de Ertza. En el apartado de mejor adaptación, Ángel Solo y Adolfo Fernández fueron recompensados por En la orilla, versión de la novela de Rafael Chirbes; mientras que Borja Ortiz se llevó el de mejor autoría por Los Gondra (Una historia vasca). El de vestuario recayó en María Araujo por Ricard III, el de iluminación en Lola Barroso por Furia Escandinavia, y el de espacio escénico en Elisa Sanz por Bodas de sangre. Por suparte, el abulense Nacho Sánchez alzó el trofeo a mejor actor protagonista por Iván y los perros. En cuanto a las ‘manzanas enmascaradas’ que se quedaron en nuestra tierra, una fue para la actriz onubense Pilar Gómez por su trabajo en Emilia —proyecto de Alberto San Juan para Teatro del Barrio, en el madrileño Lavapiés—, y otra para la granadina Eva la Yerbabuena por Apariencias —mejor intérprete femenina de danza—. A ambos hemos de sumar la conseguida por Luis Miguel Cobo por la música de Solitudes (pese a tratarse de un montaje vasco, el compositor nacido en Úbeda declaró que «Sevilla es la ciudad de mis sueños»). También hubo recompensa para la preciosa iniciativa de los sevillanos de Danza Mobile, en este caso en el apartado aficionado o de carácter social. Aunque la mejor cosecha se fue hasta Canarias, gracias al tesón del Premio Nacional de Danza 2014 Daniel Abreu y su propuesta La soledad —premios al mejor intérprete masculino, a la mejor coreografía y al mejor espectáculo de danza—. Por último, el Max de Honor de 2018 recaló en José Sanchis Sinisterra, un auténtico hombre de teatro —además de autor de la famosa ¡Ay, Carmela!— que se definió como alumno de Brecht, Beckett, Kafka, Pinter y Cortázar, y que en su emocionado discurso citó tanto a Rimbaud como a las nuevas dramaturgas. Todos estos galardones fueron entregados por figuras de la escena como Carlos Hipólito, Miguel Rellán y Paco Mir, junto a Ana Ruiz, Olga Pericet o Helena Pimenta.

Homenaje al público

Más allá de los entorchados, en el capítulo de aciertos hemos de destacar la generosidad de Alfonso Zurro a la hora de contar con artistas de la tierra para amenizar su ceremonia. Es el caso de los alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla (ESAD), del Centro Andaluz de Danza (CAD), del Ballet Flamenco de Andalucía y de la compañía Síndrome Clown. Un cartel que se completó con la presencia de Arturo Parrilla y «la maldición de los hombres Marlboro», Antílopez, Nerea Cordero, La Shica o Mayte Martín —la interpretación del bolero Te extraño fue uno de los platos fuertes de la noche junto al hermosísimo «Inmemoriam» de la Escolanía de los Palacios—. También hemos de mencionar la originalidad de los guionistas a la hora de homenajear al público, a fin de cuentas el verdadero responsable de que el arte de Talía continúe vivo. Para ello Alfonso Zurro tiró de un buen número de actores y actrices que, entremezclados con los espectadores, salpicaron de humor la totalidad de una ceremonia irrepetible —desde Juanjo Macías a Paz de Alarcón—. Aunque fue quizás en la videoescena donde más brilló esta faceta, con personajes tan populares como Bernarda Alba, Don Juan, Melibea, Don Mendo, Hamlet o Medea, opinando por primera vez sobre los espectadores. Este fue sin duda el gran premio de Zurro, ya que su maravillosa dirección de Luces de Bohemia (paradójicamente protagonizada por Max y su inseparable ‘de Híspalis’) se fue injustamente de vacío. Entre los asistentes a la gala no faltaron rostros conocidos como los de Paco León, Mariano Peña, Mari Paz Sayago, Manu Baqueiro o la cantante Joana Jiménez. Aunque el verdadero protagonista de la noche fue sin duda el recién nombrado Ministro de Cultura y Deportes José Guirao. Este estuvo acompañado por el Alcalde de Sevilla Juan Espadas, el Delegado del Gobierno en Andalucía Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, el Presidente de la Academia de Artes Escénicas Jesús Cimarro y el Presidente de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) José Miguel Fernández Sastrón.