«Paterson» (William Carlos Williams), de los presocráticos griegos a la vanguardia poética

Paterson es un hombre, un dios, una ciudad y una poética completa de un escritor, William Carlos Williams, que se ganaba la vida ejerciendo la medicina y el nombre escribiendo detrás de cada recetario

18 dic 2019 / 12:29 h - Actualizado: 18 dic 2019 / 12:41 h.
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En esta edición de Margarita Ardanaz para Cátedra, muy bien introducida y prologada, se nos vuelve a hablar de cómo en la obra poética de su autor, cuyos primeros cuatro libros (de seis) están escritos en plena carrera laboral como ginecólogo y pediatra, la impronta de un padre que jamás claudicó de su nacionalidad inglesa y la amistad con T.S. Eliot, fueron fundamentales en su manera de hacer. También se habla de cómo para Carlos Williams, medicina y literatura estuvieron muy unidas, y si bien era un trabajador inagotable que vivía para sus enfermos, también se nos hace ver que a deshoras algunas partes del poema se escribían en la parte trasera de formularios y recetas. De un mismo modo parece patente, una vez leído, que la influencia formal y métrica que practicaba Eliot (el pentámetro yámbico) fue algo a lo que no pudo dejar de sustraerse tan fácilmente en su influencia.

Paterson es un hombre, pero también un dios y una ciudad, esto último lo vemos sobre todo en el primer libro, probablemente el más literario de todos y, como los demás, poema pastiche en el que se recopilan solemnes versos, registros contables y cartas de o a gentes que pueblan esa Nueva Jersey de la que el autor no se movió en su vida.

«Paterson» (William Carlos Williams), de los presocráticos griegos a la vanguardia poética
Portada de ‘Paterson’. / El Correo

Los símbolos que purifican tienen que ver sobre todo con el agua de las cataratas más cercanas, pero también con el fuego, el aire y la tierra, elementos que inauguraron los filósofos presocráticos como origen del mundo y en torno a los cuales el poeta buscó motivos desde los que endiosarse como poeta o humanizarse, según le conviniese.

Ya en ese primer libro se da cuenta de la ambición de lo escrito, queriendo llegar exprofeso a ese «Llamadme Ismael» con el que Melville inauguraba «Moby Dick».

Lo más representativo del segundo es la carta cuento, que es la larga historia de una mujer con vocación de escritora y enamorada que interpela a Paterson en lo que parece una clara transferencia de amor y locura con su psiquiatra que parece tomar notas mientras habla; esta pieza podría ser el inicio de una suerte de nouvelle negra, que continúa más adelante y acaba en asesinato, si bien aquí simplemente la víctima de Paterson tan sólo le reprocha su excesivo ego así como unos celos que se proyectan en su actitud.

El libro tres, que se inaugura con el poema «La biblioteca» es el que utiliza más recetas tipo inventario de objetos, facturas, medidas de cambio monetario o en distancias (yardas, millas, ...), Carlos Williams dice que en estas listas o nóminas existe más musicalidad que en algunos poemas de e.e. Cummings, debido a que a tenor de la tipografía hay rasgos zigzagueantes que en el otro no encuentra.

En el cuarto y quinto se dan más detalles sobre este asesinato del que hablábamos y se pretende extrapolar este hecho aislado al nacimiento de la civilización norteamericana, cerrando así el conjunto y volviendo al origen.

Respecto al sexto libro, es más un apéndice corto, que un epílogo desde el que se pretenda justificar nada.