Historia

Alfonso X El Sabio cumple hoy 800 años

El hijo de Fernando III El Santo y Beatriz de Suabia nació un 23 de noviembre de 1221 en Toledo, donde creó la célebre Escuela de Traductores, pero terminó viviendo y muriendo en Sevilla, “cabeza de toda Espanna”, como la definió él

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
23 nov 2021 / 16:28 h - Actualizado: 23 nov 2021 / 16:39 h.
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  • Alfonso X el Sabio.
    Alfonso X el Sabio.

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Sevilla debería estar mucho más orgullosa de Alfonso X El Sabio de lo que probablemente lo está. Lo mismo es desconocimiento, y aquí ya se sabe que el conocimiento pasión no quita. Este rey castellano de la segunda mitad del siglo XIII no fue solo fundamental en términos políticos al continuar la labor conquistadora de su padre, Fernando III -a quien la Iglesia hizo Santo cuatro siglos después de haber conquistado la ciudad hispalense-, sino más importante aún en términos culturales, pues no solo promocionó un taller de traducción en Toledo con sabios a su misma altura que volcaban al castellano todo el saber conocido hasta entonces, sino que fue el primer monarca que decidió usar esa lengua vulgar –el castellano, derivada del latín y con tanta influencia del mozárabe-, es decir, lo que hablaba el pueblo iletrado –el dialecto que ni siquiera se consideraba una lengua aún-, como idioma oficial de su reino. El espaldarazo que Alfonso X de Castilla dio a la lengua que hoy usan más de 500 personas en todo el mundo fue providencial.

Pero El Sabio no salió de la nada. Su educación fue esmeradísima porque su madre, Beatriz de Suabia, era ya una erudita que, huérfana de ambos padres, se había instruido en la corte siciliana de Federico II Hohenstaufen, el inminente emperador del Sacro Imperio alemán que hablaba hasta nueva lenguas y había fundado la Universidad de Nápoles.

Cuando Alfonso fue coronado rey en la primavera de 1252, en Sevilla, ya tenía una relación fluida con todas las lenguas de la Península Ibérica. Había escrito cantigas de escarnio en galaico-portugués, había hecho que tradujeran del persa el Calila e Dimna, una colección de cuentos de origen indio, y había reclamado en su corte a trovadores como el genovés Bonifaci Calvo, que escribía tanto en occitano como en gallego-portugués; los catalanes Arnaut Catalán y Cerverí de Gerona; los gallegos Airas Nunes y Pero de Ponte; e incluso poetas hispanohebreos como el toledano Todros Abulafia. En aquella época tan primitiva para los idiomas, estos no eran ninguna barrera comunicativa porque la voluntad era muy otra.

Desde Sevilla, emprendió la repoblación de este reino y aquí se instaló, en el Alcázar, para vivir hasta su muerte, en 1284, después de decidir ser enterrado en la Capilla Real de una Catedral inacabada entonces, donde él dispuso que también se enterraran sus padres. Aquí en Sevilla se iluminaron bastantes de sus famosas Cantigas de Santa María y aquí fundó un estudio general de Latín y Árabe que, visto desde hoy, funcionó como un precedente de la Universidad. Vocación universal no le faltaba.

Un autor culto, además de rey

Castilla no volvió a tener un monarca tan culto. Se preocupó tanto por la Historia hasta entonces conocida que promocionó una Estoria de España, una Grande e general Estoria y una General estoria, de carácter universal aunque tomara como fuentes también los propios libros bíblicos. También editó obras jurídicas, como Las Siete Partidas; y hasta libros astronómicos, como las Tablas alfonsíes. No satisfecho, incluso publicó el Lapidario, un tratado sobre las propiedades minerales; el Libro de los juegos, sobre el ajedrez y los dados; y, por supuesto, una de las colecciones líricas más hermosas de la literatura española, poemas escritos en galaico-portugués: las Cantigas de Santa María.