«La ambición es buena pero hay que saber domesticarla»

El joven solista sevillano Víctor García, que completa en Berlín su formación, actúa hoy y mañana con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en el Teatro de la Maestranza. Tocará las ‘Danzas nocturnas de Don Juan Quijote’, del compositor Aulis Sallinen

07 oct 2015 / 23:31 h - Actualizado: 08 oct 2015 / 11:38 h.
"Música"
  • Victor García, ayer mientras ensayaba en el Maestranza. / José Luis Montero
    Victor García, ayer mientras ensayaba en el Maestranza. / José Luis Montero

Literalmente, a Víctor García García (Sevilla, 1994) le pusieron el violonchelo en las manos. Tardaría unos años en darse cuenta de que, efectivamente, quería e iba a hacer carrera con él. Hoy, a las 20.30 horas, en el Teatro de la Maestranza, tendrá lugar su debut como solista junto a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, con la que actuará también mañana. Será dirigido por el maestro ruso Vahan Mardirossian e interpretará una obra poco común, las Danzas nocturnas de Don Juan Quijote, de Aulis Sallinen. Corpus Christi en Sevilla, de Isaac Albéniz; y Carmen Suite, de Rodion Schedrin, completan este cuarto concierto de abono de la temporada.

—¿Por qué siendo un músico sevillano se le ha escuchado tan poco en su ciudad?

—He tenido muy escasa relación con el conservatorio porque prácticamente casi todo mi aprendizaje lo he realizado con maestros particulares. Con cuatro años comencé con Nonna Natsvlishvili, profesora de la Sinfónica de Sevilla. Luego me marché a Madrid y ahora estudio en Berlín. Esa es una razón, la otra es que es muy difícil tocar en Sevilla porque, al margen del Maestranza, hay poca actividad musical.

—¿Por qué escogió el camino del violonchelo?

—En el colegio San Francisco de Paula dieron un concierto para enseñar los instrumentos. Y me fijé en él. Como tengo las manos grandes me dijeron que el violonchelo me iba a ir bien. Para tocarlo hay que mantener un equilibrio entre relajación y fuerza. Claro que también soy alto y eso ya no es tan bueno fisonómicamente.

—¿Alguna vez zozobró en su vocación musical?

—Dudar es algo que forma parte de la esencia humana. He tenido mis altibajos. Mi vida ha sido muy de puertas adentro, estudiando con profesores en sus casas, eso ha hecho que tuviera pocos amigos. Cuando entré en Madrid en la Escuela Reina Sofía comencé un proceso de socialización que me hizo mucho bien. En aquel instante determiné que sí, que este era mi camino.

—Hoy debuta como solista con la ROSS. ¿Es esa su ambición, quedar como músico de orquesta sería, en cierto sentido, un fracaso?

—Mi única vocación es ser músico. ¿Cómo? No lo tengo decidido, ni lo puedo decidir ahora mismo. Hay muchos instrumentistas frustrados tocando en orquestas estupendas porque querían ser solistas. Y hay solistas frustrados porque sus éxitos nunca les sacian, nunca tienen suficiente. La ambición es buena, pero hay que saber madurarla, domesticarla. Si únicamente piensas en ser mejor tienes muchas posibilidades de acabar siendo mucho peor músico.

—¿En qué repertorio se encuentra más cómodo?

—En este momento siento que he descubierto la música contemporánea, que asumo como un compromiso personal el abordarla. Y también, mi actual maestro, Jens Peter Maintz, me ha hecho redescubrir el repertorio clásico y barroco. Siempre me ha gustado Bach, pero mi manera natural de acercarme a él, con criterios de interpretación histórica, chocaba con lo que me habían enseñado. Hasta ahora.

—¿Qué sintió cuando la Sinfónica le invitó a tocar con ellos y le propuso una obra tan poco frecuente como la de Aulis Sallinen?

—Pasé de la alegría a la curiosidad. Fui inmediatamente a escuchar las Danzas de Don Juan Quijote. Es una obra de muy fácil escucha y no tan sencilla interpretación. Se mueve entre la música de salón y el jazz. Y eso es algo muy complejo para el solista de violonchelo, acostumbrado a abordar todo con seriedad. Esto pide otra cosa, una manera ligera de tocar y un esmero enorme por el ritmo, escucharla casi tiene que dar ganas de bailar.

—Estudia en Berlín. ¿Se mide allí a iguales con otros estudiantes centroeuropeos o hay un cierto recelo por su origen andaluz?

—En el pasado sí que lo había. Hoy día no lo he sentido. Curiosamente, cuando estudié en Madrid sí que percibí una considerable altivez por parte de los alumnos extranjeros hacia los españoles.

—¿Se ve en el futuro trabajando en Sevilla?

—Esta ciudad culturalmente da de sí lo que da. Así que no lo sé. Pero sí estoy decidido a devolver a Sevilla todo lo que estoy aprendiendo. Creo que es una obligación de quienes nos hemos marchado venir aquí y tender la mano a las nuevas generaciones.