Pongamos que dentro de un siglo se quiere hacer una película sobre nuestra reina Leticia. Uno se pregunta que se dirá de ella. ¿Se hablará de los estampados de los vestidos que usaba? ¿Quizá de los tejidos, si estos eran nacionales o de importación? O mejor aún, ¿se sabrá del corte de pelo que estaba obligada a llevar en la foto de navidad de la familia? ¿Del legado que dejó? De esto último seguro que no. Del resto, no lo sabemos, salvo que el tipo de estampado, el tipo de tejido o el corte de pelo eclipsasen una realidad oculta, la existencia de una adicción o un trastorno. Será en todo caso cine, ficción o no.
Uno se pregunta que tienen de fascinante la vida de los reyes y las reinas, emperadores, emperatrices y por qué se les idolatra tanto, aún sabiendo que, salvo raras excepciones, son y representan a una institución anacrónica, colonial, racista y clasista. Este engaño ha seducido y seduce aún a creadores y creadoras del mundo del cine, así, cada cierto tiempo se acude a ellos y ellas para mostrar alguna parte de su vida con el objetivo de ensalzarlas, de glorificarlas. Ocurre en la recién estrenada La emperatriz rebelde de Marie Kreutzer. Con la excusa de una relectura de género se blanquea la figura tan deleznable y desagradable como la de Isabel de Austria, la famosa Sissi, esposa de Francisco José I.
¿Pero qué podríamos decir de una mujer que a pesar de las reticencias de los hombres que gobernaban, cambió las condiciones de vida de los presos de su país, o de aquella, que hasta bien entrados los años setenta del siglo pasado también consiguió mejorar las condiciones de las cárceles de mujeres y el trato a las mujeres encarceladas?
¿Qué nos sugiere una mujer capaz de facilitar el acceso a los anticonceptivos y de legalizar el aborto en una época en la que los poder religioso teñía de gris y de superchería la vida de la gente?
¿Qué nos dice que una mujer sea la fiel defensora de los derechos humanos y de la memoria y que se esforzó en proclamar que se tienen que tener siempre presente y no se pueden olvidar las atrocidades como el Holocausto, la esclavitud, el genocidio, las guerras y la depuración étnica?
Esa mujer fue la primera presidenta del Parlamento Europeo (1979/1982) y se llamaba Simone Anne Jacob, más conocida como Simone Veil. Era una mujer, judía, y agnóstica. Feminista e infatigable luchadora por la dignidad de las personas. Era conservadora, europeísta y defensora de la paz. Ella como política, no como reina ni como emperatriz, si se merece no una, sino las películas necesarias y sus relecturas. Todas para que den a conocer su considerable y generoso legado. Brillante espejo para todo el mundo y en el que toda persona que se dedica o dedicara a la política debía mirar (y aprender).
La ficha
Simone, la mujer del siglo ****
Francia 2022 140 min.
Dirección Olivier Dahan Intérpretes Elsa Zylberstein, Rebecca Marder, Elodie Bouchez, Judith Chemia, Olivier Gourmet, Sylvie Testud, Philippe Torreton.