El Rocío 2023

Fugaz mañana rociera de reencuentros llenos de historia

Junto al Patrocinio se vivió el momento clave: Triana y Macarena coincidieron y se fundieron en un abrazo

Juanma Labrador jmlabradorj /
24 may 2023 / 18:23 h - Actualizado: 24 may 2023 / 18:25 h.
"El Rocío 2023"
  • Fugaz mañana rociera de reencuentros llenos de historia

Siete en punto de la mañana. Comenzaba temprano la jornada. El cielo estaba un poco nublado, con dudas de algún posible «chirimiri», pero nada más allá. Se abren las puertas de la capilla de la calle Evangelista y cruza su dintel el milagroso simpecado de Triana camino de San Jacinto, mientras el padre Manuel Sánchez rezaba el santo rosario. Por Pagés del Corro se recalaba en el antiguo cenobio dominico del viejo arrabal, donde tendría lugar la misa de romeros, esa misma que se producía ya en San Gil, y poco después en el Divino Salvador. Sevilla se embriaga de Rocío para volver a buscar las arenas que conducen hasta la ermita de la Blanca Paloma, y el día no puede ser más mariano: 24 de mayo, festividad de María Auxiliadora. La primera hermandad que sube su simpecado a la carreta poco antes de las ocho es la de la Macarena, la más tempranera, la más adelantada. En el Cerro, sin embargo, aún seguía también la santa misa en ese momento. Al otro lado del río se multiplican los desayunos en los veladores, con cierta prisa, porque este año no se pasa ni por Santa Ana y por la Esperanza. Y ante la antigua colegial la carreta ya aguarda el final de la eucaristía.

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La filial sevillana más joven, tras decir adiós a la Madre del Señor de la Sentencia, ese mismo que duerme sobre el hombro del Rosario, se adentra en Feria y pasa ante Omnium Sanctorum en busca de la Alameda. Se aproximan las nueve de la mañana, y Triana vuelve a salir, pero ahora ya espera la carreta en la puerta de la parroquia, mientras al otro lado de la antigua Plaza del Pan se canta la salve. Hay prisas por cumplir con el horario, y relajación por otra parte, porque en la Parroquia de los Dolores no se echa a andar hasta pasados unos minutos de que los macarenos dejasen atrás San Lorenzo y los trianeros pasaran ante la Estrella. Sale al fin la principal insignia de la Reina de Almonte en la corporación del Salvador, que tras los correspondientes vivas se marcha en busca del consistorio, donde el alcalde esperaba a los romeros. La más antigua de la ciudad arriba al Altozano, y la más lozana pasa ante San Vicente, el templo donde José Carlos Orta exalta con su garganta todas las devociones que allí residen, y eso que entre las Penas y las Siete Palabras suman unos pocos de titulares.

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Sale el Cerro, la última que quedaba por salir, y va buscando Hytasa, para salir al Colegio Ortiz de Zúñiga, el antiguo matadero, donde se vive cada año uno de los momentos más bellos de la despedida de esta hermandad. La carreta entra dentro del recinto escolar, porque a la Virgen no se le cierra la puerta en ningún sitio. Y eso es lo que hay. El Salvador avanza y rodea la catedral. Se cumplen los horarios, pero entre Triana y Macarena se comenzaba a intuir algo... porque cuando los primeros ya pasaban por la O, donde el hermano mayor, Federico Flores, se emociona intensamente al juntarse los dos amores de su barrio, los segundos dejaban atrás el Museo y la Puerta Real. «¡Niño!, ¿nosotros pasamos por la puerta del Cachorro, no?», «Sí, antes de que llegue Triana para irnos ya hacia Castilleja antes que ellos». «¡Claro!». O no tan claro. Por redes sociales, en los tuits en directo, ya se presagiaba lo que iba a poder pasar.

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Los de la colegial avanzan despacio, sin prisas. Tardan un poco en llegar al Alcázar ante las prisas que llevaban las otras. Los cerreños se adentran por las inmediaciones de El Tiro de Línea y el Porvenir. La Macarena cruza el puente del Cristo de la Expiración... ¡y Triana llegaba al final de Castilla! Al final, los dos barrios que otorgan una de las dualidades de esta ciudad a Sevilla se fundieron en el abrazo de sus hermanos mayores en el Patrocinio. No se olvide que Triana es la madrina de la Macarena, y que esta última, incluso, labró gran parte de su carreta en la calle Pureza y su cúpula se inspira en la de la basílica trianera. Y allí, también, el alcalde, Antonio Muñoz, que mató dos pájaros de un tiro. Seguidas, casi una detrás de otra, San Gil y San Jacinto, un lado y otro del Guadalquivir. Histórico, sin duda, el momento. Pero ello demostró que saliendo ambas hermandades el mismo día, y por donde las dos abandonan la urbe, Triana puede ir perfectamente a su catedral y a despedirse de la que es Reina, Madre y Capitana. Se marcha el simpecado de Garduño. Viene el de Elena Caro. Alguien vitorea «¡Viva Triana! ¡Y viva el barrio de Triana!». Que me lo expliquen, porque el que dijo tales frases confunde conceptos. Triana y el barrio de Triana es lo mismo. El que va con la Chiquitita por las arenas es trianero, o debe serlo.

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Los del centro dejan atrás la Torre del Oro y llegan en torno a las once a la Plaza de Cuba, mientras los del Cerro avanzan por la Clínica de Fátima. República Argentina es ya un espectáculo colorido con las catorce carretas que escoltan al simpecado, que ya buscaba la comisaría de Blas Infante, donde dice su adiós a Sevilla hasta la semana que viene. Quedaban escasos minutos para el mediodía, y el Cerro alcanza la Avenida de San Juan Pablo II. El campo de la feria es un desierto, cuando hacía nada era una ciudad artificial llena de luz y de color. Ahora el sol ya comienza a apretar un poco, aunque no demasiado, despejándose el cielo. Los rocieros se marchan, y antes de buscar San Juan de Aznalfarache, dos madres piden que sus respectivos hijos recién nacidos sean subidos a la carreta y reciban la bendición de la Virgen del Rocío pintada por Arévalo en aquel simpecado que bordara Paquili hace ya más de treinta años... Mañana sale Sevilla-Sur, y toda Sevilla caminará ya hacia las marismas con un nuevo Pentecostés en el horizonte.

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