Cuaresma 2023

Las Hermandades de Los Palacios abrazan a Cáritas para siempre

La tertulia cofrade El Último Varal concedió ayer, tras la XXV Exaltación al Costalero que pronunció Antonio Pérez Murube, su ‘Varal de Plata’ a una institución caritativa con la que todas las cofradías se están volcando muy seriamente en los últimos años

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
27 feb 2023 / 09:11 h - Actualizado: 27 feb 2023 / 09:12 h.
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Que El Varal de Plata no fuera ayer para ninguna persona concreta de las muchas que se relacionan con el universo cofrade en Los Palacios y Villafranca sino para una institución como Cáritas (concretamente de la Parroquia de Santa María la Blanca) dice mucho –todo- de la nueva complicidad entre el mundo de las hermandades de penitencia y una institución de labor tan callada y de tan largo recorrido que lleva en su propio nombre una de las esencias de las que deben sentirse más orgullosas las corporaciones cofrades: la caridad. No todo es culto. No todo es procesión ni incienso ni oro ni plata. Eso es lo que reluce. Pero, en el fondo, tiene que seguir prevaleciendo el mensaje principal de Cristo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. ¿Y cómo se demuestra eso en la sociedad de ahora y en un municipio tan grande como este del Bajo Guadalquivir donde las necesidades más básicas no se llaman un plato de garbanzos o de arroz ni se concentran ya en este o en aquel barrio de las afueras? Que se lo pregunten a Cáritas, aunque es probable que no obtengan una respuesta nítida porque también los miembros de esta organización respetan aquello de “lo que haga tu mano derecha que no lo sepa tu mano izquierda”, que dijo Cristo. Estamos en Cuaresma y se nota.

La Exaltación al Costalero de un costalero como Antonio Pérez Murube, en su capilla de Los Dolores, arrastró hasta el llanto a muchos de sus compañeros, porque el discurso del exaltador no fueron palabras vacías o retórica deslumbrante, sino verdades como puños de las que solo sienten verdaderamente quienes han vivido, gozado y sufrido bajo las trabajaderas. Además, él es precisamente un ejemplo de cofrade consciente de que la labor de las hermandades que se espera en este siglo no tiene tanto que ver con lo estético como con lo ético, es decir, con la vergüenza torera de no consentir que los pasos brillen tanto mientras haya hermanos –dentro y fuera de la corporación religiosa que sea, en el barrio este o en la otra punta del pueblo- que sufren la carga de la desigualdad, de la falta de oportunidades o del quiebro inesperado de la suerte. Cáritas ayuda hoy en día, constantemente, al margen de todo oportunismo y en coordinación con los Servicios Sociales del Ayuntamiento, a necesitados que no lo parecen pero que circunstancialmente lo son, y mucho: gente que vive en cualquier parte del municipio –no necesariamente en barriadas algo deprimidas de la periferia- y que un revés con el trabajo, con la hipoteca o con la salud deja en la estacada de no poder comer o no poder pagar medicamentos, o la factura de la luz o del agua o el alquiler... La labor de Cáritas con las necesidades bucodentales de decenas de niños en los últimos años es para que pudiera reseñarse...

Solo durante el año 2022, las tres Cáritas de las tres parroquias palaciegas (porque también están las del Sagrado Corazón de Jesús y El Buen Pastor) han socorrido a casi 400 familias palaciegas, que se dice muy pronto. Y nada de ello sería hoy posible sin la ayuda directa de las hermandades, que han entendido definitivamente su papel, más solidario que caritativo, con la sociedad en la que se insertan. Ya no es extraño que, al margen de la colaboración humana con Cáritas por parte de cofrades muy concretos y en campañas también muy específicas, cada hermandad colabore periódicamente con alimentos y hasta con cantidades económicas que rondan los 3.000 euros.

Todo eso, que quienes viven afortunadamente bien no saben, se concentraba ayer en El Varal de Plata que la tertulia más antigua del pueblo le concedía a Cáritas. Quienes lo recibían sabían de sobra que tanto el varal como la plata no eran más que símbolos de una labor mucho más valiosa que ya no solo compete a los responsables de Cáritas sino a quienes, debajo de las trabajaderas de la vida, saben que es de justicia repartir el peso.