Semana Santa 2023

Siete puñales para un Viernes de solemne luto en Los Palacios

Los Servitas, con el Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora de los Dolores, completan el ciclo de procesiones en este año pleno de cofradías

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
08 abr 2023 / 12:34 h - Actualizado: 08 abr 2023 / 22:08 h.
"Viernes Santo","Semana Santa 2023"
  • Foto: Juan Manuel Castillo
    Foto: Juan Manuel Castillo

Los siete puñales de la Virgen de los Dolores dolieron ayer desde la calle Abajo de Los Palacios y Villafranca, pero solo porque era lo que tocaba después de una semana plena de procesiones en las que, por primera vez en el último lustro, pudieron lucirse todas las cofradías, liberadas de lluvia o de Covid. La Hermandad del Santísimo Cristo de la Misericordia en su Santo Sepulcro, que tiene proyectado, tal vez para el año que viene, un Misterio nuevo con cinco figuras sosteniendo al Señor Muerto al pie de su Cruz (José de Arimetea, Nicodemo, San Juan, Santa María Magdalena y María Salomé), es la que aún le imprime a la Semana Santa palaciega el respetuoso silencio que a veces se echa en falta en el resto de cofradías. Ayer el pueblo era un hervidero de gentes apurando las últimas horas de fiesta en una jornada ya verdaderamente festiva -desde el punto de vista laboral- para todos, excepto para la hostelería, claro, que vive esta semana del modo más intenso que podría esperarse, máxime teniendo en cuenta la condición de Los Palacios y Villafranca de Destino Gastronómico, su verdadero atractivo en la provincia y también de un modo interno.

Siete puñales para un Viernes de solemne luto en Los Palacios


Desde la capilla de los Servitas, en el extremo más marismeño del municipio, las ordenadas filas de nazarenos fueron inundando de negro la calle Abajo, precediendo el Sepulcro del Señor, cuya austeridad gestual marca precisamente la más tremenda y emocionante de las solemnidades. Antes del paso, el grupo de voces blancas A Sei Voci iba imprimiendo en el aire la profecía celestial que solo en el orbe cristiano estamos en disposición de comprender delante de un cadáver. Detrás, un íntimo grupo de penitentes separaba el misterio del siguiente cortejo de nazarenos blancos y negros, los de Nuestra Señora de los Dolores. Parece que se va equilibrando el número de nazarenos de los dos titulares. En lo que parece haber menos equilibrio es en la relación espacio-tiempo de la estación de penitencia, lo que obliga a la cofradía a detenerse demasiado tiempo entre una chicotá y otra. La nueva decisión de no hacer la presentación en el Sagrado Corazón de Jesús, una plaza donde el resto de cofradías se luce como en ninguna otra parte, no termina de entenderse, porque el pueblo respetuoso que asiste en masa a la procesión sí sabe distinguir de sobra entre lucimiento externo y recogimiento interno.

Siete puñales para un Viernes de solemne luto en Los Palacios


La presentación en la capilla de San Sebastián, en los confines del Furraque, tuvo todos los ingredientes del carácter elegíaco de esta corporación religiosa que tiene en su Virgen suplicante, de mirada al Cielo, el emblema místico de su fúnebre condición, no condicionada a estas alturas porque se haya cambiado el palio de malla por este burdeos y de cajón. El paso marchaba anoche, precedido ya de cirios encendidos y con la elegancia que lo ha caracterizado siempre, en la revirá hacia Buenos Aires, por el Toledillo, en busca del centro neurálgico de la localidad. A la altura de la Pililla, cuando el palio desapareció perseguido por los sones de la banda Albricias, de El Cerro de Andévalo (Huelva), que tan bien le viene, medio pueblo desembocó al centro, para asistir a la Carrera Oficial sin demasiadas estridencias, como corresponde a un Viernes de siete puñales en el pecho de la única Virgen que procesiona, llevada ya la Soledad a su Miércoles Santo. Y después de la presentación en la parroquia mayor de Santa María la Blanca, la solemnidad del cortejo se acentuó en la paso de la Madre Dolorosa por ese Paraíso que ya forma parte de su barrio, por la calle Antonio Machado que le pone en bandeja la última revirá hacia una calle Abajo abarrotada de almas en vilo por ver entrar a un Señor muerto solo en este triduo pascual que no pierde su esperanza; a una Madre que no apartaba su mirada del Altísimo, esperanzada siempre en que sus siete puñales sean solamente el símbolo de ese desierto interior que cada cual ha de atravesar para alcanzar la Resurrección.