La Tostá

Adiós al maestro José María Gómez

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
11 may 2022 / 06:39 h - Actualizado: 11 may 2022 / 06:42 h.
"La Tostá"
  • José María Gómez. / El Correo
    José María Gómez. / El Correo

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La última vez que lo vi fue en la presentación de un libro en Triana y se movía en silla de ruedas. Pero su sonrisa seguía siendo la misma de siempre, de una sinceridad y bondad increíbles. Durante muchos años estuve junto a su mesa en la redacción de El Correo, y era como tener al lado a Dios: lo sabía y lo conseguía todo. Jamás he conocido a una persona tan buena, tan amable y tan fiel. El decano de la prensa local ha sido para mí una escuela, la mejor escuela posible. A algunos compañeros los quise como a un padre o a un hermano mayor, como es el caso de José María Gómez o Pepe Guzmán, Tomás Furest, Manolo Gómez Cardeña, Antonio García Barbeito, Pepe Elías, Paco Gil Chaparro, Rafael Guerrero, Antonio Avendaño, Manolo Castro, Pepe Iglesias, Quico Pérez-Ventana, Carmen Carballo o Paquita Godoy. Tuvieron mucha paciencia con alguien verde, sin oficio, que quería ser periodista por cojones. Le tengo un cariño especial a Carmen Carballo, que era la jefa de Cultura. Sin ella no lo hubiera logrado, sinceramente, porque me enseñó de la mejor manera posible: haciéndome ver que podía conseguirlo. No me elogiaba mucho para que no pidiera un sueldo, porque entonces, en los ochenta, el periódico tenía menos fondo que una lata de anchoas. Un día apareció Santi Roldán por la redacción de la Carretera Amarilla y enseguida me di cuenta de que sería un gran periodista, como así fue. En este oficio nadie te regala nada, se consigue todo a base de esfuerzo, salvo que te vendas a un partido político. Santi murió también hace pocos días, demasiado joven. José María Gómez se ha ido con casi un siglo de vida y se ha llevado lo que contó y lo que no pudo o no quiso contar nunca. Era un hombre prudente que supo vivir sin polémicas ni enfrentamientos. Algunas veces recibía a alguien en la redacción que quería que lo sacara en su página de la actualidad sevillana y lo atendía de maravilla. Cuando se iba solía decirme que había que ayudar a todo el mundo, aunque no tuviera un gran interés periodístico. Fue un privilegio ser su amigo, compañero de El Correo, aprender a su vera, recibir sus consejos y, sobre todo, ver cada mañana la cara amable de un hombre fundamentalmente bueno. Siempre habrá una habitación libre en mi corazón para don José María Gómez.