Alberto Garzón vuelve a meter la pata. Todo un clásico

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04 ene 2022 / 12:43 h - Actualizado: 04 ene 2022 / 12:53 h.
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Alberto Garzón es ministro de Consumo. Alberto Garzón es el peor ministro de la democracia española. No da una y cada vez que abre la boca destroza un sector de la economía de España. Lo único que hace bien este sujeto es echar porquería sobre la marca España, sobre todos los españoles. No me extraña que pidan su dimisión cada diez minutos, por ejemplo, los ganaderos españoles.

Dentro de la cruzada personal de Garzón contra el consumo excesivo de carnes rojas (puede tener un punto de lógica puesto que todos los excesos son discutibles y está demostrado que la ganadería intensiva causa verdaderos problemas medioambientales a corto, medio y largo plazo), Garzón se descuelga con otro ataque estúpido, desmedido y lamentable: «Encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y ponen 4.000, 5.000 ó 10.000 animales. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan esa carne de mala calidad de esos animales maltratados». Es decir, en España las empresas son una mierda según el ministro de Consumo y las exportaciones de carne española son un engaño para el resto de la civilización. Todo esto lo dice en una entrevista a The Guardian para que se enteren bien los afectados. No recuwerdo un ministro más torpe y tóxico.

Alberto Garzón está al frente de un ministerio que bien podría ser una subsecretaría de Estado. Y eso con una buena dosis de suerte. Es una cartera vacía, sin importancia, es el puesto debido a los socios que necesitaban justificar su alianza. El Ministerio de Consumo es una ocurrencia de los colegas de partido en manos de un político mediocre, aburrido de no pintar nada, colocado en el ‘ministerio de pensar’.

Cada cosa que organiza este hombre es un fracaso. Lo de los juguetes fue un desastre, lo del consumo de carne fue un desastre, las recetas saludables que nos intentó colocar fueron un desastre, todo lo que hace es un desastre. Y lo es porque son ocurrencias o asuntos de importancia relativa que no despiertan el más mínimo interés y él trata de convertir en asuntos de enorme importancia. Una ridiculez, vaya.

No debe ser plato de buen gusto que te coloquen por compromiso y sabiendo que todo es un teatrillo, que todo es un sinsentido. Pero todo puede ser mucho peor si la incontinencia verbal se impone y si el pataleo está detrás de cada aparición o de cada decisión.

Alberto Garzón debería asumir que ha sido nombrado para poder cerrar un acuerdo global y que lo que le pareció una alegría era una trampa terrible. Pero, también, debería saber que todo va a peor dado su interés y empeño en hacer el ridículo. Que alguien se lo diga, por favor.