Alcohol, drogas & Letras

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04 jul 2018 / 22:28 h - Actualizado: 04 jul 2018 / 22:29 h.

Sin embargo, los cerebros potentes no se fortalecen con leche, sino con alcaloides. Gottfried Benn, poeta alemán.

Que el alcohol y la droga son activos impulsores de la creatividad es un elemento activo desde tiempo inmemorial. El vino movía la mano de Miquel Ángel o Lope de Vega y el whisky la de Charles Bukowski.

Ramón María del Valle Inclán escribió una encomiástica oda a La pipa de kif: «¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales de Paraísos artificiales!. A todos vence la marihuana que da la ciencia del ramayana ¡Oh marihuana!, verde neumónica; Cannabis índica et babilónica. Abres el sésamo de la alegría, Cáñamo verde, kif de Turquía. Yerba del Viejo de la Montaña, el Santo Oficio te halló en España. Yerba que inicias a los faquires, llena de goces y Dies Ires. Verde esmeralda –loa el poeta Persa– tu verde vistió el profeta! (Kif –yerba verde del persa– es al achisino bhang bengalés. Charas que fuma sobre el diván entre odaliscas el gran sultán). Se apagó el fuego de mi cachimba, y no consigo ver una letra. Mientras enciendo –tarumba y timba, tumba y taramba– ponga una &».

Pero por tradición el gran drogadicto es Charles Baudelaire. Su obra Los paraísos artificiales desarrolla un cierta estética del siglo XX: bohemia, spleen, dandismo, satanismo, modernismo, surrealismo, generación beat, contracultura. El opio se convertirá en un clásico de la literatura. Morfina. Éter. Cocaína. LSD. Y alcohol, mucho alcohol. De Dante a Juan Rulfo.

Los paraísos de estados alterados de la conciencia que tanto agradaban a Aldous Huxley, y que posiblemente fue el estado en que escribió su obra Un mundo feliz, llega a los límites de destrozar la vida, y el arte, de grandes creadores que se dejaron arrastran mas allá de los limites para caer en el pozo de la adicción fatal: «Son compañeros de un viaje que solo ellos y yo entendemos», palabras de Manolo Tena, en una entrevista a Efe, en que se refería a Antonio Flores, Enrique Urquijo y Antonio Vega, ejemplos del poema Aullidos de Allen Ginsberg: «He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa».

La revista Life publicó una lista de autores que reconocieron, incluso con tono de orgullo, sus adicciónes al alcohol, psicotrópicos y estupefacientes con el título Confieso que he bebido –variación periodística de las memorias de Pablo Neruda–. Autores de las listas de best seller que rellenan páginas en los libros de texto, premios Nobel de literatura. Obras maestras como Ulises, de James Joyce, El viejo y el mar, de Hemingway, El Sueño eterno, de Chandler o Lolita, de Nabokov. Autores con los que hemos pasado horas como Carver, Allan Poe...

Un caso muy explicativo de la capacidad de crear un mundo terrorífico son los abundantes libros de Stephen King en los años que van 1979 a 1987, escribiendo bajo los efectos de las drogas. King se ganó un lugar propio en esta lista cuando dijo: «No me acuerdo qué escribí durante ese periodo», haciendo referencia a su duro uso de la cocaína. King también era rey de la adicción.