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Viéndolas venir

Ana Blanco que estás en los cielos

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Álvaro Romero @aromerobernal1
29 ago 2022 / 18:08 h - Actualizado: 29 ago 2022 / 18:09 h.
"Viéndolas venir"
  • Ana Blanco que estás en los cielos

Que Ana Blanco abandone el telediario de La 1 puede ser más trascendente -por simbólico- que un cambio en la presidencia del gobierno. Su rostro ha encarnado desde que yo hice la Primera Comunión eso que se llamaba la objetividad. Ana Blanco, tan profesional, ha parecido en estas tres últimas décadas un busto parlante pero simpático sin pasarse, un ejemplo de la corrección entrañable. Nos ha informado de la llegada a la Moncloa de los últimos cuatro presidentes españoles, de la muerte de Lady Di, del asesinato de Miguel Ángel Blanco, de la caída de las Torres Gemelas en aquel telediario de récord, de todo lo grave, lo sorpresivo y lo alegre que ha ocurrido en nuestro país y en parte del mundo en lo que va de siglo, y siempre sin inmutarse más de lo que le permitía su condición de informadora de todos los oficialismos. Esperemos ahora que no se pase, como otros han hecho, abusando de su rostro convertido en marca de quien más le pague. Porque será bueno recordar para siempre que se podía hacer periodismo en la tele con tanta dignidad como en cualquier otro medio de comunicación.

Nos suena raro, pero esta pedagoga se llama Ana Isabel Blanco López, que sería como la llamarían sus maestros al pasar lista por la mañana, hace ya tanto. Es curioso que haya tenido que ser una pedagoga quien nos enseñase lo que pasaba desde la caja tonta, que siempre es más lista de lo que parece. Parece mentira que Ana Blanco tenga 61 años, y que lleve tantos años en activo como yo en este mundo, pero la tele –y la vida- están llenas de cosas que parecen mentira pero son verdad.

Su sonrisa contenida Mona Lisa bilbaína, su manera personalísima de inclinar la cabeza, la longitud exacta de su melena apenas flotando sobre los hombros, su forma de cruzar los brazos, su vestuario que siempre ha parecido elegido por ella misma y su capacidad para mantener el tono pase lo que pase han sido marcas de la casa en la larga transición que tantos españoles hemos vivido entre un siglo y otro. Su mérito mayor, al margen de que todos recordemos el timbre de su voz incluso sin verla, es que todos los españoles sintamos colectivamente la misma melancolía por un tiempo que se nos acaba de ir.