El asalto del Capitolio, por parte de seguidores del todavía presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es el colofón a un disparate político sin precedentes.
La línea que separa la normalidad de la violencia en un país es muy delgada. Por ello, la llamada a movimientos peligrosos puede terminar en caos, en situaciones crispadas y de tensión incontrolable. Cuando aquí en España se llamaba a rodear el Congreso de los Diputados se estaba jugando con fuego y con una irresponsabilidad extraordinaria. Las palabras pueden ser verdaderas bombas incendiarias. Y los malos políticos han sido un peligro siempre y nunca dejarán de serlo.
Trump ha alentado a sus partidarios a ir hasta el Capitolio y el asunto ha terminado en la degradación absoluta de la democracia que ha servido de ejemplo para muchos países durante los últimos 200 años. La sensación que dejan las imágenes, más que preocupantes que llegan desde Estados Unidos, es de fragilidad. La inestabilidad rodea todo en el mundo actual. La mala política se ha hecho un hueco gracias al miedo y a la falta de esperanza de los ciudadanos de todo el mundo y nada bueno puede salir se eso.
Donald Trump ha demostrado que un país como Estados Unidos puede convertirse en un socio poco fiable gracias a la torpeza y a una visión obtusa y estúpida de la realidad. Hace unos días ya lo decía, Merkel, la canciller alemana. Propuso sin esconderse que la diversificación hacia China no era mala idea.
Donald Trump ha demostrado que la democracia es solo una idea que puede verse arrinconada si un grupo alentado por el propio poder decide arrasarla. Y eso tendrá un precio carísimo para los norteamericanos. Es posible que pasen a un segundo plano durante un tiempo.
El que es todavía presidente de los Estados Unidos de América ha demostrado que el compromiso de cada persona al depositar el voto en la urna es especialmente importante. Si votas a un loco o votas a un idiota lo único que consigues es tener un Gobierno de tu país en manos de un loco o un idiota; es decir, cualquier cosa puede pasar.
Cuidado con el populismo y cuidado con los mensajes que algunos políticos lanzan sin pensar en las consecuencias. No se pueden rodear las instituciones, no se puede jugar con lo más sagrado que tenemos los seres humanos que es la libertad.