Los medios y los días

Brillante Concha Velasco

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23 sep 2021 / 04:00 h - Actualizado: 23 sep 2021 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • Concha Velasco. / EFE
    Concha Velasco. / EFE

Primero fue Conchita Velasco, luego Concha Velasco, después doña Concha Velasco y ahora que se retira creo que podemos llamarla Excelentísima Señora Doña Concha Velasco, algo que en realidad fue siempre, pero, como una semilla de la que brota el rosal más hermoso, así nos lo fue demostrando esta mujer de una pieza que honra a su género y que sabe ser persona y mujer sin decir simplezas. Se ha despedido con una obra de teatro que es todo un símbolo de cómo, con frecuencia, es la vida de los seres humanos: estar rodeada de mucha gente para al final sentir la soledad y al mismo tiempo la compañía y el cobijo de un apartamento porque el espacio abierto que es el mundo que tanto se ha recorrido termina provocándote hastío y hasta fobia. Quedan pocas personas que de verdad sientas cerca, entre ellas un hijo que te aconseja y hasta escribe la última palabra de una gran carrera artística.

La trayectoria de Concha Velasco es de sobra conocida, mi artículo no va por ahí, por algo incuestionable, lo que yo quiero decir es que, a mí, Concha Velasco siempre me ha proyectado luz cálida y vivificante, a pesar de todas sus desventuras que para ella habrán quedado y que las habrá llorado en su intimidad; esta mujer, para mí, un simple espectador, ha sido alguien que me ha acompañado toda mi vida, primero a través de mis padres que se entusiasmaban con su presencia y eso hizo que me fijara en ella y la admirara ya por mí mismo. Entonces amé esa especie de resplandor que proyecta su rostro y sobre todo sus ojos, los ojos de Concha Velasco, antes y ahora, quitan penas o las aminoran. “Me miraste a los ojos, penetrando,/ en lo más profundo de mi alma”, escribió Walt Whitman. A sus ojos la acompaña su sonrisa, justa, sin fingimientos, aunque esté presentando Cine de Barrio, se sienta Concha en la salita de estar de tu casa y te cuenta la película que vamos a ver a continuación o sencillamente te lleva con ella a alguno de sus trabajos teatrales o cinematográficos.

El rostro actual de Concha es la vida misma, está hablando y te dice: el tiempo pasa, es cruel y maravilloso a la vez, míralo en mi mismo, soy tiempo pasado y presente, pero nunca hay que mirar demasiado hacia atrás y siempre hay que lanzar una sonrisa a esta suerte de haberlo vivido y de seguir viviéndolo desde la alegría y desde el dolor.

Esta vallisoletana bailaora de flamenco con la compañía de Manolo Caracol ha sido y es versátil, genial, en su arte, sin dejar de ser nunca Concha Velasco. No ha sido un simple fenómeno mediático como otras muchas mujeres que no sé qué hacen en la televisión tantas horas, sino que Concha se ha llevado diez años estudiando danza clásica y española antes de empezar una carrera artística que ha llenado de energía a varias generaciones. Esta obviedad -prepararse antes de tirarse a la arena- hay que resaltarla en estos tiempos en los que hay tantos ecos que no nos dejan escuchar las voces y distinguirlas de un ruido infernal, el mismo que te lleva a refugiarte en un apartamento para huir de tanta futilidad y de tanta vulgaridad como nos rodea.

Una de las excepciones a la regla, nuestra Conchita, nuestra Concha, deja los escenarios, la veremos aún en algún evento artístico y aunque puede que en ese evento esté en un teórico segundo plano hasta nosotros llegará la brillantez del alma, de los ojos y de la sonrisa de esta mujer excepcional con cuya compañía he tenido el honor de crecer tanto en lo físico como en lo espiritual. Gracias por todo Concha, tal vez habría que decirte lo que escribió Neruda, “Quítame el pan, si quieres,/ quítame el aire, pero/ no me quites tu risa”.