Es fundamental para la compañía conseguir que estas compras se lleven a cabo al más bajo coste posible y que, además, no se vean obligados a tener que cortar el suministro de energía a sus clientes por falta de combustible para generación o que no se vea obligada a adquirir la energía demandada por los clientes a otras compañías eléctricas, por no disponer de combustible.
Igualmente es importante el denominado factor de carga eólica, que, referido a la energía producida por el viento, es la energía que realmente produce una instalación eólica en relación a su potencial teórico. El potencial teórico sería lo que dicha instalación produciría si funcionara al máximo rendimiento las veinticuatro horas del día durante los trescientos sesenta y cinco días del año. Ello no obstante, es evidente que el viento no sopla siempre y cuando lo hace no sopla con la misma intensidad, por lo que este máximo teórico nunca llega a alcanzarse. Así, si una instalación eólica tiene una potencia máxima teórica de 100 MWh anual y, en la práctica solo genera 60 Mwh, su factor de carga eólica será del 60 por ciento. Por ello, el reto de la industria eólica es aumentar este factor de carga hasta, como mínimo, el punto que la energía generada sea rentable sin necesidad de recibir subvenciones.
En último lugar se encuentra la deuda de las eléctricas, ya que estas empresas suelen mantener una gran cantidad de deuda al necesitar un enorme volumen de inversión y por ello tienen unos plazos de amortización muy largos. Por ello es muy importante la gestión que haga la empresa de esta deuda, pagando los menores tipos de interés posible y en las mejores condiciones, optimizando constantemente su nivel de deuda.
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