Viéndolas venir

Con Franco se botaba

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Álvaro Romero @aromerobernal1
21 oct 2020 / 16:58 h - Actualizado: 21 oct 2020 / 17:17 h.
"Historia","Vox","Viéndolas venir"
  • Javier Ortega Smith. / Ricardo Rubio - E.P.
    Javier Ortega Smith. / Ricardo Rubio - E.P.

Que un mandamás de ese partido que forma parte de la democracia solo porque hay mucha gente que lo vota diga sin despeinarse en Televisión Española que deberíamos tener derecho a interpretar cada cual como quiera la Historia, o que durante el Franquismo también se votaba, no es para soltar una carcajada, sino para preocuparse profundamente de un país, el nuestro, en el que este tipo de tipos sueltan barbaridades históricas y al día siguiente no solo no pasa nada, sino que les crecen los seguidores. Hoy, de hecho, han presentado una moción de censura porque se ven con fuerzas para hacerlo.

Seguramente es que los demás no lo entendimos bien y lo que quiso decir es que, con Franco, se botaba. Se botó a mucha gente fuera de nuestro país solo por pensar distinto, o por hacer el amago de pensar distinto. A veces, solo porque algunos de los que no pensaban más que como Franco creían que alguien podía tener la posibilidad de pensar distinto, o solo de pensar. Se botó a mucha gente a las cunetas, se botó a las nuevas generaciones al analfabetismo, a la miseria, al embrutecimiento crónico. Fuimos botados de nuestra propia patria sin salir de ella. Pero otros muchos se quedaron. A la vista está.

Y han seguido conviviendo con nosotros, amalgamados en esta democracia que a tanta gente no le gusta por el simple hecho de que en democracia se respeta todo. Ahí radica un error de principio. Una cosa es que se deba respetar a todos, y otra bien distinta que se deba respetar todo. En este sucedáneo de democracia en que ha transmutado el libertinaje incluso ético se ha extendido esa falacia de que todas las opiniones son respetables. Y no es cierto. Hay que respetar a todas las personas, opinen lo que opinen, pero las opiniones en sí no son todas respetables. Las hay dignas de respeto y las hay que son auténticas chorradas. Con las apreciaciones, las afirmaciones o las interpretaciones pasa exactamente lo mismo. No todo lo que suelte alguien por su boca es digno de respeto, por más respetable que sea la persona, sin duda. Es verdad que la Historia la cuentan los vencedores, que la historiografía es una disciplina sujeta a la propia subjetividad de los historiadores y que hay subjetividades sujetas a evolución con el paso del tiempo. Pero eso no significa que, sincrónicamente, pueda dejarse al albur del ciudadano, o al capricho del político de turno, la libre interpretación de la Historia porque presuntamente tenemos derecho a interpretar lo que pasó como nos dé la gana. No. Los hechos son sagrados y las opiniones son libres.

El peligro de estas afirmaciones sin consecuencias, de estas mentiras canallas, es que constituyen un abono para tantas gentes que no han tenido oportunidad de discernimiento histórico y ahora constituyen ellas un abono ideal para el fascismo que precisa fundamentalmente de la ignorancia en masa. A muchísimos votantes de este señor no les importa que se botara a nadie, ni que Franco fuera así o asao, porque para muchos de ellos todo eso forma parte de un pasado aparentemente intrascendente, vacuo, y lo único que les importa ahora es el discurso cortoplacista del derecho que deberían tener ellos a costa del que se les recorta a otros. O nosotros o los inmigrantes. O los hombres o las mujeres. O la monarquía o nada. Etcétera. Pero es que la dificultosa y enriquecedora clave de una democracia no estriba en ninguna disyuntiva, sino en la integración, pues en una patria en condiciones cabemos siempre todos. Para ello, lo único imprescindible es una Educación honesta, que respete la Historia y a los historiadores, a las víctimas y a los verdugos, y que no considere que, pasado el tiempo, lo único que nos debe importar es el pragmatismo de que cada cual crea lo que quiera porque el mundo se hace nuevo cada día. Eso es falso, peligroso, temible. Yo, de hecho, tengo hoy mucho más miedo que ayer.