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Con Franco se vivía mucho mejor

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04 nov 2017 / 22:34 h - Actualizado: 04 nov 2017 / 22:34 h.

Viven los independentistas con tanta intensidad cada capítulo de su historia que suelen olvidar lo ocurrido en episodios anteriores. La memoria juega esas malas pasadas a los que se sienten protagonistas de procesos revolucionarios. Cumplir con el alto deber moral de liberar a un pueblo sólo te deja ver el escollo que tienes justo delante, lo demás sobra. Porque lo prioritario es alcanzar el objetivo, romper con las cadenas, ya habrá momento para hacer balance.

Vivir por y para ese único fin divide la conciencia en dos. Basta trazar una raya en el suelo. Lo que quede de un lado forma parte del bien y lo que caiga del otro es la encarnación del mal. Se pierde así todo rastro de objetividad, pero esto no es infrecuente que suceda. Les ocurre a todos aquellos que tienen la dicha de creerse sentados a la derecha del bien supremo y absoluto, cualquier contestación o matización a su verdad forma parte del imperio del mal, un agravio per se, el acabose de la racionalidad.

El último episodio que les ocupa a los indepes es la entrada en prisión provisional de la mitad del Govern catalán por orden de la jueza Lamela de la Audiencia Nacional. Pues bien, una vez han subsumido los hechos en sus categorías ya tenemos conclusiones: a) que los privados de libertad son sus presos políticos y b) que el tribunal que tomó la decisión, ese remedo del tribunal de orden público franquista, forma parte de nuestro sistema institucional represivo. Ni les importa la verdad –las palpables pruebas de los actos cometidos por un Govern que ha desobedecido de forma flagrante la Constitución y la ley y que ha declarado la independencia unilateral de una parte del territorio–, ni por descontado los matices –el que algunos podamos pensar que tal vez se hubiese debido dictar otro tipo de medida cautelar menos gravosa para los reos pero posiblemente igual de efectiva, a pesar de que la otra mitad del gobierno haya puesto tierra de por medio y en la creencia de que los patriotas no huyen–. La verdad cae siempre de su lado, por más que el dado tenga seis caras.

Dicen desde la soleada orilla de la revolución de las sonrisas que olemos a un franquismo que apesta, que empieza a vérsenos en blanco y negro. Si fuese así, habrá que convenir que con Franco se vivía democráticamente bien (¡menuda estupidez!). Pero están equivocados, su fe les impide ver las cosas con cierta objetividad. Hubo muchos que con Franco vivieron estupendamente, pero no fueron pocos los que murieron de muy mala manera en el exilio, en la cárcel o delante del verdugo. Porque morir a pierna suelta fue lo que nos trajo la democracia, solo eso. Vivir la vida en paz, sin embargo, no te lo regala nadie, hay que ganarlo día a día. Y la vamos a joder.