Cuaresma interior

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28 feb 2021 / 10:51 h - Actualizado: 28 feb 2021 / 10:57 h.
  • Cuaresma interior

La espera empezó en un miércoles atípico de cultos adelantados y prisas por volver a casa para cumplir el toque de queda. Mientras tanto, las calles siguen reflejando una extraña desolación y esa oscuridad de cierres echados y escaparates apagados que, un año después, se han convertido en compañeras de este tiempo incierto que ha puesto a prueba tantas confianzas. Pero el calendario no entiende de virus ni medidas sanitarias. Hace casi dos semanas volvimos a embadurnar de ceniza el recuerdo y la memoria sabiendo que las imágenes no podrán salir de sus templos pero sí siguen esperándonos en sus camarines.

Más allá del tiempo litúrgico, el viaje a nuestro interior alcanza su velocidad de crucero mientras recobramos tantos mundos remotos, nuestros propios paraísos perdidos. En el exterior seguimos atentos al desarrollo de la pandemia sabiendo que no podremos doblar algunas esquinas del gozo. Mientras, en los adentros, comienza esa desazón conocida a la que, un año más, habremos dejado la puerta abierta sabiendo que recibimos a una vieja amiga. Estos cuarenta días nos sitúan en un tiempo que nunca volverá: espiando el triunfo de la luz y las tardes tibias; sintiendo una ilusión antigua en el aire perfumado; buscando al niño que fue que descubría, en una tarde remota de nubarrones grises, la ciudad entera y abierta para sus pasos menudos.

Ese encuentro con la Semana Santa –que no vendrá- es también una cita con las manos que un día sostuvieron las nuestras; con las calles que hoyamos y aquellas casas –desorden y algarabía- en las que hoy reinan tantos silencios. Volvemos a oler a plancha; nos sabe a gloria aquella merienda tardía antes de vestirnos con las túnicas que tendrán que esperar, al menos un año más, sin salir de los armarios... Ése es uno de los secretos de la Semana Santa, entendida como territorio de la memoria, puerta de un altillo polvoriento en el que habitan algunos miedos y demasiadas certezas. Hablamos de un alto retablo de afectos, pequeños ritos, emociones y devociones que se construye a lo largo de una vida que declina a la vez que baja tu número en las listas de la cofradía. El viaje ya ha empezado. Vamos a hacerlo juntos, poniendo al pie de las imágenes –y de Todo lo que representan- lo que nos dio y quitó la vida en el año funesto que quedó atrás.