Excelencia Literaria

De vuestra madre

Image
25 feb 2019 / 14:07 h - Actualizado: 25 feb 2019 / 14:10 h.
"Excelencia Literaria"
  • De vuestra madre

Querido Arturo y queridos niños:

Cuando leáis estas líneas ya estaré en el Cielo. Y vosotros os habréis convertido en un mar de lágrimas. Espero que la pena pase pronto, más que nada porque la vida sigue y nada que hagáis por impedir mi muerte va a evitarla. Al principio me echaréis de menos, normal. Mientras escribo estas letras se me encoge el corazón al pensar que nunca más voy a sentir mi beso de buenos días de tu parte, Arturo. Y que ningún domingo más cocinaré para tantos amantes de los canelones. Y que no volveré a esconderme en la despensa con Arturito, Lolita y Diego a robar chocolate. Pero sé, lo tengo claro, que desde Arriba os voy a cuidar más y mejor.

Sara, mi vida, sigue luchando por Diego. Estoy segura de que algún día volverá a casa. Nunca olvides que fue el hombre del que te enamoraste, al que le juraste amor eterno ante el altar. No te rindas, no abandones lo que tanto esfuerzo y dedicación te requirió. Y cuando pienses que no puedes más, recuerda aquel ramo de rosas que te envió hace años, que te tuvo una semana en las nubes. Recuerda cómo te cuidó después del accidente, lo felices que fuisteis cuando nació Arturito, y después Lolita, y más tarde Diego. Lo contento que estaba él con cada uno de tus ascensos en el trabajo, lo que planeó para aquel aniversario. Y nunca dejes de querer mucho a tus tres niños, que son un verdadero tesoro. Dales todo el amor que puedas y ayúdales a ser felices, porque de ser madre nada es comparable a ver a tus hijos vivir en plenitud.

Ricardo y Sofi, seguid descubriendo el mundo junto a niños tan simpáticos como Richi y Natalia. Intentad pasar las Navidades en Madrid aunque yo no esté, pues la familia debe continuar unida. No dejéis de viajar, pero sin olvidar que tenéis un hogar al que volver. Enseñad a vuestros niños lo maravillosa que es la vida si la compartes con los que más quieres. Me marcho con el recuerdo de vuestra pedida de mano, lo divertida que fue y los apuros que Ricardo tuvo que pasar para que tú, mi dulce Sofi, aceptaras al gandul de mi hijo como esposo. Nunca dejéis de amaros con la inocencia y sencillez que teníais cuando os conocisteis, a los diecisiete años. Y Sofi, querida, ten por seguro que conseguirás que tu señor esposo cocine una tortilla decente... No abandones tu empeño por hacerle un hombre de hogar.

Manu, hijo, me voy a encontrar con Inma y Pablito en el Cielo. Aunque nunca dejan de mirarte y cuidarte, les voy a decir el maravilloso padre y esposo que eres. Entre las dos, junto a tu pequeño bebé, vamos a cuidarte. Y también a las dos princesas con las que te quedas. No desesperes, porque dos buenas mujeres van a velar por ti. Sigue cocinando macarrones con queso los días que las niñas tengan exámenes, y manejando la plancha con el arte que te caracteriza. Los días que pienses que no puedes más, llama a alguno de tus hermanos o a tu padre. Que yo me vaya no significa que la familia se deshaga, no lo dudes. Y sigue mi consejo, querido, y date una oportunidad con Carol. Estoy segura de que a Inma no le va a importar, porque siempre quiso que fueras feliz. Y por tus hijas no te preocupes, pues quieren mucho a Carol y necesitan una nueva madre. Haz felices a los que te rodean, hijo, como lo has hecho conmigo, en los días malos y en los buenos, en los que quería dejar de luchar y hasta hace unas horas, cuando te he pedido que me dejaras a solas.

Javi, mi pequeño, siento mucho no poder ser la madrina de tu boda, pero desde Arriba estaré atenta a todo. Cuida de Lourdes, que es una chica estupenda. Quereos mucho. Eres mi pequeño lucero, mi bebé de veintisiete años, la alegría de la casa, el duende saltarín. Muchas gracias por cuidar de tus hermanos mayores y por los sacrificios que siempre has hecho por la familia (supe que el viaje a Cuba de fin de carrera no se canceló, que no fuiste porque lo de Sara y Diego estaba muy reciente y ella estaba destrozada). No permitas que tu jefe te desmotive. Haz tu trabajo lo mejor que puedas. Y si ves que no aguantas más, márchate de ahí. No te encasilles en una profesión, no quieras tener todo amarrado aunque tengas que ser feliz a medias. Que no te dé miedo el riesgo. Os deseo a Lourdes y a ti lo mejor, y os recomiendo que sigáis siendo tan sinceros como hasta ahora: los problemas se resuelven hablando, no en monólogos interiores. No temáis a amaros con locura ni que el mundo lo vea.

Y tú, mi Arturo, no te preocupes por mí. Intenta ser feliz los años que estemos separados. Cuida de nuestros niños y de nuestros nietos. Nunca dejes de ser el hombre del que me enamoré. El mejor hombre del mundo. No te encierres en recuerdos que no van a hacer más que quitarte las ganas de vivir el presente. Sabes lo mucho que me gusta tu sonrisa, así que desde el Cielo espero verla con frecuencia. No tengo nada que decirte que no te haya dicho nunca, sabes más de mí que yo misma. Muchas gracias por la vida que me has regalado a tu lado, por quererme incondicionalmente, por respetarme y ayudarme, por acompañarme en las alegrías y tristezas, en la salud y en la enfermedad, como prometimos ante Dios hace tantos años. No me despido de ti, mi amor, porque pronto nos vamos a volver a ver. Te quiero.

Os quiero a todos con locura, vuestra madre y esposa,
Dolores.

Isabel Ros
Ganadora de la XII edición
www.excelencialiteraria.com