Días de Jofaina

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07 ago 2022 / 04:00 h - Actualizado: 07 ago 2022 / 04:00 h.
  • Días de Jofaina

Parece un capítulo de «La Casa de la Pradera», ¿verdad? De alguna manera, me he sentido trasladada a aquellos tiempos... Puede que incluso algunos no tengan ni la más remota idea de lo que es una jofaina (comprensible, hace mucho que no se utilizan), usando una expresión que era muy de mi madre «lo cierto y verdad» es que a mí no se me va a olvidar...

Esta semana estuve varios días sin agua a causa de un problema con una tubería y ahí es cuando entró en juego la «jofaina». Se trata de una palangana, acompañada de una jarrita, que se empleaban antiguamente para poder asearse cuando no había agua corriente, así pues la jofaina constituía una herramienta de uso básico en muchos hogares. Yo guardaba la vieja jarrita de mi abuela que hacía un «equipo» un tanto singular con mi colorida palangana de flores y así, ayudada por la bondad vecinal que me facilitó el agua durante tres largos días (¡gracias vecinos!), llenaba la jarrita y la jofaina pudiendo asearme más o menos. Cuando el agua de la jofaina ya se había usado, en lugar de tirarla, la echaba en el cubo de la fregona para que hiciera las veces de cisterna. Al ser hipotensa, necesito beber muuucha agua al cabo del día así que mi suministro del líquido elemento se terminaba con rápidez...

Es curioso lo que me han hecho reflexionar estos días de jofaina porque, algo que damos por hecho como es el agua, que obtenemos sin problemas, en 1 segundo, con el simple gesto de abrir el grifo o tirar de la cisterna, algo que nos facilita tanto la vida... Al estar, únicamente por unos días, privada de esta comodidad, tomas conciencia de que, lo que para ti es una anécdota, un pequeño paréntesis en tu cotidianidad (el estar varios días sin agua) para otras personas que han nacido en lugares más desfavorecidos es su día a día, incluso era el día a día de nuestro país tiempo atrás y... ¡Aquí estamos!

Aunque pueda parecer contradictorio, creo que a todos nos vendría bien alguna vez vivir nuestros propios «días de jofaina» (y ya no estoy hablando sólo de agua) porque cuando se experimenta la carencia, se alimenta el ingenio, se aviva la conciencia, se nutre la paciencia y caes en la cuenta de que está en tu mano marcar una diferencia en la existencia (en la propia y en la ajena) en función de cómo afrontes la circunstancia: tú decides si te centras en quejarte y lamentar tu mala suerte o tirar de creatividad para extraer la lección que te está brindando esta inesperada situación...

- «¡No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos!»- me dijo el fontanero-.

- ¡Además de verdad!- recalqué-.

Tras su visita, disfruté de lo que me pareció la más maravillosa ducha del mundo mundial y sentí como, además del agua fresquita, un inmenso agradecimiento recorría mi cuerpo.