El arte en tiempos del coronavirus (III) la postpandemia

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07 abr 2020 / 12:05 h - Actualizado: 07 abr 2020 / 12:08 h.
  • El arte en tiempos del coronavirus (III) la postpandemia

Desde el Confinamiento Obligatorio reflexiono sobre los efectos de la pandemia y sus repercusiones sanitarias, humanas y económicas. También, en las consecuencias que se están produciendo ahora mismo en talleres de artistas (en caso que los tengan), en estos precisos momentos en los que escribo y en las consecuencias que vendrán después una vez que la pandemia y el confinamiento concluyan.

Reflexiono sobre arte como aquel o aquella que se encontrase en medio de una guerra a sabiendas que después llegará inevitablemente una postguerra que no será menos cruel que lo que ahora pasa en todo lo que hasta no poco se llamaba Arte, aunque eso de Arte era ya algo muy relativo.

De lo que nadie duda es que a partir de ahora el arte y todo lo que le rodea: museos, galerías, centros nacionales, autonómicos o municipales, casas de subastas, entidades privadas, etc., ya no van –o no deberían- ser lo mismo, aceptando que el proceso que desarrollemos no sea radical, sino gradual.

Y aquí como en todo llego a las mismas conclusiones que hacia lo demás: en que las máscaras también se han caído y el plumero se les está/se nos está viendo a todos.

La sobreproducción, la especulación, la sobrevaloración de determinados personajillos privilegiados que petaban los grandes centros de poder artístico, y la influencia de determinada gente –que no artistas y que no expertos- que no hacían arte sino basura, eran los modelos a seguir, y un mundo donde una serie de “curadores”, “comisarios” y “fondos de inversores”, eran los que marcaban las pautas del mercado, era obvio que antes o después –como ha ocurrido en muchísimos aspectos más- reventaría.

El arte y los artistas, que han representado –o debido representar- por encima de todo y siempre una ética, se vendió/se vendieron/nos vendimos bastante -no a los gustos de la nobleza o el clero, que eso queda ya muy lejos- como tampoco el sometimiento al arte oficial, ni a la emulación de lo que se hacía en los núcleos vangauardistas (París y New YorK en el XIX y XX), o Londres, Shanghai y algunos chinos que hacían sus ocurrentes obras en el exilio, porque el arte europeo por muy excelentes que fueran los alemanes (por ejemplo) de este siglo XXI, parece que no motivaba el interés de los ciruitos internacionales.

Nada digamos del arte que emulaba los éxitos de aquellos que alcanzaron la fama con la chorrada peor que pueda uno/una imaginarse, bien fuese por la escala gigante, la secuenciación/seriación hasta la nausea, meter animales en formol, pegar primero, comprar después y comerse un plátano en la sala como conclusión de una obra, de la que no se advierte que se trata de una intervención efímera. También, toda cuanta ¿exentricidad? hemos tenido que soportar por imposición de las Leyes del Mercado, esa otra legislación paralela hecha por y para deleite de catetos, nuevos ricos o agentes ávidos de parasitarse -por así decirlo- en todo el sistema montado alrededor de este circo que otrora se llamaba arte. Claro que este comentario no será considerado progre para muchos, sino del tiempo de Altamira, sobre todo por aquellos oportunistas o fondistas –de Fondos de Inversión, se entiende- en la ya falsa e hinchada Bolsa del Arte.

Un mercado que como todos, está sujeto a alzas y bajas en cuanto al caché o la cotización de los artistas, según quienes sean los promotores o coleccionistas y a veces, sólo a veces, los artistas. Porque esa es otra ¿quién pone los precios y cómo estos se reparten si no se pactan de antemano, si de esa vinculación pudiera depender nuestro éxito, si el hecho de no acceder a ellas, a las plataformas, significase el fracaso del anonimato de por vida, o que se deba sufrir un desgaste atroz al no tener agente, amigo en instituciones, ni perrito que nos ladre?

Y no, no se trata de que me guste o no a mí personalmente como están las cosas, ni mucho menos que no aceptara el arte efímero –que me encanta- ni cualquier tipo de arte que no sea el que marcó las pautas –y puede que los destinos- de los artistas desde que se descubrieran los pigmentos y materiales naturales para la pintura, escultura, cerámica y todas las artes que han venido después, los muebles, los vidrios, el diseño industrial, gráfico, etc. etc. Porque no estoy hablando de gusto, sino de honradez por parte de todos, de abrir puertas, de solidarizarse también con la precaria situación en la que han desarrollado y desarrollan ahora mismo muchos artistas, no otra cosa que en sus propias vidas.

¿Cuántos autores han sido víctimas de otras pandemias perdiéndose por ello una evolución con respecto periodos precedentes, o por otro lado unas carreras magistrales que hubieran también hecho por ahí evolucionar el arte desde que el ente humano tuvo noción de que algo hecho por él o por un colega aborigen, lo era?

De manera que uno de los efectos de la postpandemia, es que esta traerá –o eso espero- algo positivo: el que la selección de los artistas sea más justa y no arbitraria o impuesta por los grandes mercaderes. Otro, que se valore –no que se cotice- de modo más justo el trabajo de los artistas, de los artesanos, de todos aquellos que optaron por ganarse la vida de esta forma, tan digna como cualquiera otra profesión u oficio como he repetido en tantas ocasiones.

El arte para quien esto firma representa muchas cosas: para empezar una ética, y para continuar con un compromiso, una responsabilidad con el mundo, los tiempos y la sociedad en la que habita. También una militancia, un ejercicio de libertad compartida, un vínculo entre personas,...Cada uno que ponga aquí lo que quiera.

Hay otras dimensiones en el arte como aquellas que pretenden derivarlo de una catarsis, una terapia, la transmutación de la materia en sensaciones, una especie de mística sensorial y racional, una ciencia con sus propias leyes internas, etc.

Pues todo esto cabe en él, que permite incluso que se analize desde muchos puntos de vista, al poder interpretarlo como parte de la memoria o la cultura. También como otra forma de pensamiento y de poesía, como una ficción real aunque esto parezca paradójico, un proceso bioquímico que tiene lugar donde surge el pensamiento, esa otra dimensión de lo efímero (o de lo eterno según se quiera), una especie de energía que también se encuentra en el azar, en su proceso, en muchísimas cosas porque aquí cabe todo y todos, siempre que se mantenga la dignidad suficiente. ¿O es que esta desaparecerá también con la pandemia?

En la Era del Confinamiento Obligatorio aparentemente los artistas estamos mudos. Después, habrá que ver lo que hacemos, si seguimos consintiendo la especulación o no. Para nada quiere esto decir que todo, absolutamente todo lo que entra en los centros o a través de los poderes mediáticos, no sea arte, que por supuesto hay mucho que lo es. Lo que pretendo expresar es que el arte, seguirá existiendo siempre que haya alguien que lo haga y alguien que lo admita o admire y me da igual si lo hace un chimpacé o un robot, con independencia de que el robot y los programas, lo haya diseñado alguien, ¿no?

Cuestión muy distinta sería el que se perdieran generaciones de artistas enteras, a causa de la pandemia o la postpandemia, como ha pasado en cada final de época o de Era, después de las dos Guerras Mundiales sin ir más lejos, que nos reportaron tantísimos estilos y autores. Ahora bien, los que queden –quiero pensar quedemos- o los que surjan entonces, sin duda procederán a hacer lo mismo que se ha hecho desde siempre: dar un giro de los grados que sea (no tengo ahora la bola de cristal), e ir al realismo, a la abstracción, al conceptualismo,...pero con ese algo de ética y estética, de dignidad y sinceridad, porque el arte también es vocación y esfuerzo y si es un lujo, para mucha gente es necesario al menos verlo en la pantalla de un teléfono, y como dije, no me imagino un mundo sin imágenes, como tampoco sin palabras o picaportes. Pues eso: Bienvenidos a la Nueva Era de la Postpandemia y ¡Salud y Paz, hermanos!