Desde la espadaña

El azahar declarado enemigo público

Quiten a Sevilla la presencia y el olor a azahar y tendrán una ciudad viuda de su identidad más femenina

Image
10 dic 2019 / 08:06 h - Actualizado: 10 dic 2019 / 08:09 h.
"Desde la espadaña"
  • El azahar declarado enemigo público

A pesar de que lo creíamos perdido, el azahar sevillano vuelve a hallarse como esa felicidad recuperada cada Domingo de Ramos. Llega marzo y se alcanza ese recuerdo que perdimos hace un año. Pero el azahar vuelve a ser noticia en Sevilla cuando le tocaba estar invernando en sus oseras del arbol. Dice el Ayuntamiento sevillano que los naranjos de la ciudad deben reducirse, que ya no compensan y que son foco de plagas con el consiguiente gasto fitosanitario.

Esta afirmación municipal me recuerda cuando hace unos años se planteó un mosaico de azulejos en el malecón de la calle Betis y un grupo de fenómenos de una asociación madrileña (sí, madrileños del madroño....finalice usted el pareado) afirmaron que con las temperaturas que se alcanzan en Sevilla en verano, estos azulejos se despegarían o se levantarían sin duda alguna. Olé mi arma toa. Que hubieran venido si de verdad quisieran aprender del asunto y visionarían el estado de los azulejos de la Capillita del Carmen y la Espadaña de la Parroquia de la O en la calle Castilla. Canela pura para aquellos entendidos que jamás se supo más de ellos; oiga usted, Sevilla para los sevillanos.

Es decir, que los árabes, angelitos, se equivocaron cuando querían que las calles sevillanas desprendieran un olor perfumado de azahares.

En este clima de intelectualidad que está aflorando en el Ayuntamiento últimamente parece que resurge de nuevo el destruir por destruir. Ayer, hoy y mañana, devoramos ferozmente patrimonio e historia sevillana. Entonces quiere decir que hace 600 años se podía atacar las plagas en los naranjos sevillanos y en pleno siglo XXI esto es imposible. ¡Santo Dios! Dentro de poco no se podrá sacar el pollino de la Borriquita si no ha pasado antes por la inspección sanitaria. Y atentos la Hermandad de los Panaderos que su olivo peligra de sufrir el apeo.

A saber dónde estará el mito y el misterio por hacer desaparecer de Sevilla parte de su sello. La literatura poco nos habla del azahar en aquellos tiempos árabes, pero dudo que la solución fuese reducir el olor de Sevilla. Si escriben ustedes las palabras Sevilla y azahar en la caja sabia llamada Google, obtendrán en 0,7 segundos, 1.230.000 referencias a estas dos palabras. Pero me temo que, en estos 0,7 segundos, este Ayuntamiento quiere empezar a destruir nuestro patrimonio arbóreo de la ciudad. Con lo que lloró Alicante hace unos años en la destrucción masiva de sus palmeras por aquel maldito bicho llamado Picudo Rojo y nosotros venga a cargarnos nuestro oro de olor ¡con lo sevillano que queda ver un nazareno un Domingo de Ramos camino de San Juan de la Palma entre naranjos cargados de azahar!

Será titánica la pelea que tendremos que hacer ante la extremosa idea de eliminar naranjos en la ciudad. Si esto llega a producirse, crearemos nuevos espacios turísticos para recordar cómo era el olor en Sevilla. Dirá el abogado del diablo que cuantos menos naranjos, menos gasto de recogida de naranjas, aunque digo yo que ésta no es la cuestión última.

Contemplen los pensadores municipales responsables de esta reducción proporcional de naranjos que el azahar es color y perfume sevillano y como así pretendieron sus creadores, el naranjo contiene la belleza de su flor y un perfume casi divino. Otra cosa es que esa recolección esté anticuada, mal planificada y que la putrefacción orgánica es muy visible en las calles de la ciudad.

El Ayuntamiento de Sevilla no quiere sembrar más naranjos para diversificar las especies, pero no se preguntan ¿Por qué debe cambiar Sevilla su olor? Señor alcalde, intente convencerme de todo esto cuando Holanda acabe con sus tulipanes y Florencia con sus azucenas. Mientras tanto, dirija su verbo “reducir” hacía otros conceptos como la reducción de impuestos.