Viéndolas venir

El cachondeo de las vacunas

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Álvaro Romero @aromerobernal1
13 abr 2021 / 08:25 h - Actualizado: 13 abr 2021 / 08:30 h.
"Viéndolas venir"
  • El cachondeo de las vacunas

Después de esta pesadilla que ya dura más de un año y de la que no logramos despertar, a pesar de la llegada de las vacunas, lo absolutamente intolerable es este mercadeo de marcas, esta cháchara institucional de nomenclaturas comerciales y tramos de edad, este cachondeo patrio sobre qué vacuna puede matarnos, esta absoluta falta de seriedad con un asunto de vida y muerte en el que el gobierno vuelve a no coger el toro por los cuernos con prístina transparencia, sino que vuelve a permitir que quienes han dado su vida por este país, es decir, por nosotros, se mareen ahora en la confusión más vergonzosa solo porque las administraciones no se afanan en ofrecernos lo único que les pedimos: rigor.

Es una vergüenza muy grande que más de la mitad de las personas con la edad de mis padres, después de una época en la que no han podido besar a sus nietos, ni tocarlos siquiera, abnegados en la obediencia responsable de lo mandado, sacrificados por el bien común con una lección ejemplar de la que nadie ha hablado, se nieguen ahora a vacunarse porque están aterrorizados por la desinformación, por la duda, por el cambio de criterio cada mañana o cada atardecer, por la media verdad –tan dañina como la media mentira-, por la sola sospecha aireada, por tantas voces de sabiondos, por tanto silencio de quienes deberían dejar claro qué está ocurriendo detrás de las estadísticas, de las razones reales de las trombos, de los intereses empresariales y políticos en una Europa que sigue más unida por la trampa del euro que por los valores humanos que algunos soñaron cuando la moneda común no era aún lo prioritario.

Es una vergüenza enorme que nuestros viejos escondan ahora la mirada porque no tienen nada claro qué hacer cuando los llamen, cuando les digan que les ha tocado el turno porque pertenecen a una generación poco acostumbrada a que los llamen para darles nada, y lo único que ahora precisarían es una autoridad que los informase de la enorme diferencia entre los beneficios de que se vacunen y los riesgos de que no lo hagan, que les pidiera disculpas por este guirigay improcedente que no merecen, a estas alturas.