Desde la espadaña

El coherente Monteseirín

Lo más bello y honroso para una ciudad es que un alcalde muestre coherencia con sus decisiones y no sean malos encantadores del malabarismo municipal.

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20 ene 2021 / 04:52 h - Actualizado: 19 ene 2021 / 22:53 h.
"Desde la espadaña"
  • El coherente Monteseirín

Puede que uno de los elementos más desconcertantes durante el mandato de un alcalde sean las conclusiones que obtiene de sus vecinos. Porque es en ese marco de dificultad donde se pueden encontrar reflexiones de todo tipo: desde el me gusta hasta el ya es hora de que se vaya. Todo es perdonable o acusable, pero desde luego lo que el ciudadano quiere de sus alcaldes es que sean coherentes con sus ideas políticas y de ciudad. En Sevilla, hemos tenido de todo. Desde estrategias interesadas para perpetuarse en el sillón presidencial, hasta encefalogramas planos pasando por ese juego del escapismo y del veo veo. Pero como les decía, la palabra grabada en mármol es coherencia porque de esta forma, el alcalde se convierte en un creador para la ciudad, incluyendo, eso sí, los actos nefastos que hipotecan la ciudad durante una o varias generaciones. Siguiendo esta reflexión tan básica, podemos determinar que el exalcalde Sánchez Monteseirín fue uno de esos coherentes de la ciudad.

No quiero con esto, amigo lector, hacerle el prólogo de una vulgar historia a un exalcalde que en su última etapa consistorial fue conocido por sus vecinos como “el desconocido” sino, más bien, contribuir a mi Sevilla con una sencilla y delicada fábula procurando no fatigarle. Dicen que un día, el exalcalde empezó a sentirse forastero en la ciudad que gobernaba, salió al balcón de su despacho y preguntó a Sevilla si lo reconocía. Pero ante el silencio como respuesta, le dijo a Sevilla que serían años futuros de grandes proyectos y así se lo dijo al pueblo. Fue coherente con su promesa porque a los pocos años emergieron obras faraónicas como Las Setas de la Encarnación, la Torre Sevilla o las primeras peatonalizaciones por Real Decreto. Proyectos que, algunos, han hipotecado a la ciudad por varias generaciones. Una Setas de la Encarnación de las que estamos todavía pagando millones en sentencias desfavorables y que hasta el Ayuntamiento ha perdido la cuenta. Una Torre Sevilla que implica un caos circulatorio en la entrada a la ciudad, una sobreexplotación comercial en detrimento del pequeño comercio y la ruptura del pacto no escrito de que ningún edificio en Sevilla fuese más alto que la propia Giralda, única con derecho para velar por nosotros. Y unas peatonalizaciones que llevaron a la protesta vecinal (como ahora en la Avd. de la Cruz Roja) o la negativa del barrio de Triana en la peatonalización de la calle San Jacinto y que, aún 10 años después, sufre sus consecuencias en la movilidad diaria de los vehículos. Ya ven, grandes proyectos en coherencia con su política municipalista de la que pasarán varias generaciones antes de reponernos de la losa económica que supusieron.

Ahora, después de aquello, nos toca un alcalde pedáneo que saltó al ruedo hace unos años para ejercitar sus habilidades. Pero queda claro que aquella imprudencia del espontáneo hizo que sus propósitos para Sevilla no sean coherentes puesto que en su primer mandamiento se encuentra aquello de quien se mueva no sale en la foto. Y es que intentar vender a Sevilla como ciudad modelo en movilidad para luego seguir ejerciendo como muletilla de quien tiene el dinero para completar la SE 40 vacilándonos por enésima vez, o ejercer como presidente de la Comisión de Medio Ambiente y Cambio Climático del Comité Europeo de Regiones en una ciudad con casi 25.000 alcorques vacíos, o anunciar la ampliación en superficie del Metrocentro para posteriormente dejar entrever que todo depende de los fondos europeos, o arrojarse a la plaza para solucionar la Gavidia, Altadis o las Naves de San Jerónimo para terminar blandiendo en tablas quedando todo como está, o redescubrir el juego de Jumanji al prometer la creación de 10 aparcamientos subterráneos en la ciudad cuando lleva 8 años haciendo la misma promesa, o anunciar ayudas y apoyo al comercios del centro de Sevilla para luego implantar un modelo de movilidad que no permitirá acceder al casco antiguo, o hablar de Sevilla como modelo de patrimonio mundial cuando luego es capaz de destrozar lugares como la Plaza de la Magdalena, o difundir su amor al patrimonio sevillano cuando luego agradece la compra al mejor postor para el levantamiento de hoteles al por mayor, o cuando el pasado día sacó de la chistera su último secreto publicando un proyecto de modificación de las líneas del metro por otro de metro en superficie atravesando la ciudad aunque para seguir tocando los bemoles luego dijo que buscaba alternativas (¿ahora que la Consejería de Fomento está actualizando los proyectos de las líneas?) etc, etc. no es ni mucho menos ejercitar la coherencia como alcalde. Por tanto, ya ven señores que si les pregunto cómo va Sevilla, me dirán que, como el coche de San Fernando, unas veces a pie y otras andando.

.- Papá, ¿sigo tocando las campanas o hay otro campanazo mayor?

Pues toca bien alto hijo mío porque en el vals de la incoherencia y la imprudencia tenemos el último episodio donde se ha ninguneado, chuleado y vacilado a una provincia cuando en una zalamera reunión con el Ministro de Fomento nos han dado el rejón de muerte confirmando que nos quedamos sin túneles bajo el río para terminar la SE 40. Ah, eso sí, proyectos aceptados en Cataluña y País Vasco. Lo dicho, coherencia con la ciudad Sr alcalde, aunque sea dilapidando el dinero de los sevillanos por muchos años como su antecesor Monteseirín. Al fin y al cabo, de alguna manera tendremos que valorar su gestión en el Ayuntamiento, aunque, y ya se lo adelanto, su trayectoria contradictoria, hasta ahora, me lleva al espanto.