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Los medios y los días

El hijo marginado de Muñoz Cariñanos

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15 ago 2020 / 04:00 h - Actualizado: 15 ago 2020 / 04:00 h.
"Los medios y los días"
  • El médico militar Antonio Muñoz Cariñanos asesinado por ETA el 16 de octubre de 2000 en Sevilla. Foto de archivo
    El médico militar Antonio Muñoz Cariñanos asesinado por ETA el 16 de octubre de 2000 en Sevilla. Foto de archivo

Me refiero, claro está, a Francisco Javier Muñoz Estévez, hijo del Coronel Médico Militar Antonio Muñoz Cariñanos, asesinado por ETA el 16 de octubre de 2000 en su consulta de Sevilla, por la calle Jesús del Gran Poder, que ha conseguido ser reconocido oficialmente como víctima del terrorismo tras 19 años de pelea judicial y cobrar la correspondiente indemnización.

Confieso que no sabía nada de este asunto, aquel vil asesinato lo viví en su versión macrohistórica que es como suelo concebir la vida (lo micro está ahí dentro). Una de las finalidades de ETA era imitar las actividades del Frente de Liberación Nacional de Argelia, matando gente -por lo general seleccionada, eso sí- hasta que todo se fuera deteriorando de tal forma que lograran la independencia, algo que funcionó en Argelia porque no era un estado de derecho y además sufrió una represión brutal y explícita pero no en un país occidental como España y menos mal que Francia se dio cuenta y dejó de ser el santuario de los militantes de ETA. Ésa -entre otras-era la vertiente del tema que a mí me interesaba más.

También lo viví en lo personal. Mi hija mayor estaba en el momento del atentado recibiendo clases de piano en el conservatorio superior de música que está frente al lugar donde se ubicaba la consulta y me llamó por teléfono, ella tenía entonces 15 años: “Papá, aquí han matado a un hombre, ¿qué hago”. “¿Cómo?”. “Sí, creo que le han pegado un tiro”. “¿Han acordonado la zona?”. “¿Eso qué es?”. “Si ha llegado la policía y lo ha rodeado todo con cintas y están ahí”. “Sí”. “Pues no te pongas más nerviosa, pero vente para casa rápidamente”. Pensé en si habría la típica bomba trampa que a veces los terroristas colocaban tras una acción criminal.

Ahí acabó todo para mí -salvo acordarme del crimen cuando he pasado por allí- hasta ahora que me entero de la historia de Francisco Javier Muñoz Estévez, nacido al margen del orden familiar y me digo que hay historias que merecen una película o un telefilme de esos que aclaran al principio que está basado en hechos reales. Claro que cómo elaborar un guion riguroso de este asunto si hay varias clases de vidas: las que cualquiera ve, las invisibles para la mayoría, las que uno vive en soledad...

El caso es que esta persona ha luchado como un titán por sus derechos hasta dignificar su persona; el caso es que mucho discurso oficial de banda asesina, pobres muertos, pobres familiares, nada de perdonar a los terroristas, nada de sacarlos de la cárcel, que se pudran en ella, nada de homenajes a los terroristas y menos si no han pedido perdón, pero para reconocer lo que le correspondía a Francisco Javier Muñoz Estévez casi veinte años, que se dice muy pronto.

Un país tan avanzado para otros asuntos como legalizar el matrimonio gay, legislar y vigilar todo lo posible que la mujer no sea maltratada, colocar banderas del movimiento gay y transexual en sitios oficiales y hasta colorear bancos de la vía pública con sus símbolos, ha necesitado ejercer una violencia simbólica durante casi veinte años para reconocer que una persona cuyo padre lo asumió como su hijo pueda ser considerado víctima del terrorismo. Y ni siquiera tenía que desembolsar el Estado una cantidad monstruosa, aunque no la sepa exactamente ni falta que me hace, lo deduzco por lo que han cobrado sus hermanos. Ver para creer.