El mundo antes y después del coronavirus (Día 13)

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27 mar 2020 / 07:55 h - Actualizado: 27 mar 2020 / 07:56 h.
"Opinión","La vida del revés","Coronavirus"
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El tiempo después del coronavirus va a estar marcado por nuestra capacidad de aprendizaje. Porque creo yo que vamos a tener que convivir con el Covid-19 para siempre y, para conseguirlo, tendremos que aprender qué es exactamente, como va a quedarse entre nosotros y cómo tendremos que defendernos. Como hemos hecho con la gripe. Igual.

La población de medio mundo está confinada. Pero, no tardando mucho, los seres humanos tendrán que hacer de tripas corazón y saldrán a las calles, irán a los colegios con normalidad, los parques se llenarán, en las oficinas volverán a encenderse los ordenadores. Y es que la vida sigue adelante. Pero el coronavirus Covid-19 volverá en forma de brotes y causará problemas de salud. Cada vez menores. Y la vacuna no acabará con la enfermedad por completo. Como pasa con la gripe.

Los datos dicen que los muertos anuales en España a causa de la gripe estacional superan los 6.000. Habrá que sumar, a partir de ahora, los del Covid-19. Me temo que será así. Y lamento mucho decir esto porque todos tenemos en la cabeza la erradicación y los esfuerzos que estamos haciendo y los que tendremos que hacer lo merecen.

La vacuna llegará. También existe una para la gripe. Y todo se reducirá a un problema que podremos soportar año tras año.

Las cosas funcionan así en este mundo que hemos ido diseñando durante miles de años. Mientras el problema no altere la normalidad, mientras que sea cosa de unos pocos, el resto sabemos mirar hacia otro lado y nadie se hace preguntas de carácter ético o moral. Damas y caballeros, no podemos escuchar el número de muertos sin sufrir una conmoción, sin que nos revolvamos en la silla, sin sentir una angustia insoportable. No podemos acostumbrarnos a algo así. No debemos. Nos haría peores.

Sería una pena que esto no sirviera para tener presente, por siempre jamás, que somos frágiles, efímeros, que somos tremendamente imperfectos, vanidosos y bastante arrogantes. Si algo ha conseguido este coronavirus, aparte de generar un sufrimiento descomunal en forma de enfermedad, muerte y caos social, ha sido arrancarnos las caretas y colocarnos ante un espejo. De algo tiene que servir.

Un anciano de 101 años, en Rimini (Italia), ha recibido el alta. Una alegría entre tanta tristeza no viene mal.