La vida del revés

El mundo antes y después del coronavirus (Día 5)

Image
19 mar 2020 / 07:30 h - Actualizado: 19 mar 2020 / 08:06 h.
"Opinión","La vida del revés","Coronavirus"
  • El mundo antes y después del coronavirus (Día 5)

Por primera vez desde que comenzó esta crisis, hemos podido medir, con toda crudeza, la dimensión de lo que está sucediendo y de lo que va a pasar en los próximos días. El Covid-19 se está cebando con nuestros mayores y hace estragos. Se nos mueren nuestros abuelos, nuestros padres, y no podemos hacer nada por remediarlo. Ya hemos aprendido que el coronavirus en una residencia de mayores desarrolla una letalidad que deja perplejo a cualquiera.

Pasado muy poco tiempo, la crisis de sanidad se va a convertir, sin duda, en una crisis que va mucho más allá de lo que somos cada uno de nosotros. Porque se trata de renunciar a sujetos de nuestra especie para intentar salvar a otros que se nos antojan más necesarios. Que nadie se equivoque porque este es el gran desastre. Tendremos que dejar morir a muchos para salvar a otros. Me encantaría equivocarme, pero todo indica que esto será lo que pase. Y es que no hay medios para asumir lo que llega porque las cifras no ceden y vamos camino del colapso total (en el País Vasco y La Rioja ya están por encima de sus capacidades en zonas concretas).

No quiero pensar en el rato que tendrán que pasar cualquiera de nuestros médicos al señalar a uno o a otro. Esperanza o muerte. Terrible y doloroso. Si miramos lo que está sucediendo en Italia, esto que digo y que parece cosa de película de ciencia ficción, se convierte casi en certeza.

En cualquier caso, nuestros mayores están sufriendo las consecuencias más demoledoras de esta pandemia. En esas mismas residencias en las que les dejamos para ser cuidados van a encontrar la muerte. Esperemos que remita la cifra y el castigo al que están siendo sometidos.

No voy a juzgar a los que llevan a sus padres a la residencia más cercana porque el mundo en el que vivimos nos obliga a eso y a muchas más cosas. Pero sí creo que conviene reflexionar sobre el mundo que hemos construido. Se nos estaba olvidando lo fundamental, lo que nos convierte en seres humanos. Si perdemos nuestra condición no tendremos futuro. Y por ello hay que cuidar de nuestros padres y de nuestras madres, tal vez permitir que vivan con nosotros en casa durante sus últimos años, hacer todo lo posible para cambiar las cosas y que eso se pueda hacer realidad. Un padre o una madre nunca debería convertirse en una molestia.

Cuándo esto haya pasado, cuando podamos abrazarnos, besarnos, saludarnos con un apretón de manos, cuándo volvamos a la normalidad, tendremos que pensar en los abuelos, en todo lo que nos pueden enseñar, en lo entrañable que resulta su presencia, en su generosidad, en que son los que nos trajeron hasta aquí con un enorme esfuerzo; tendremos que pensar en qué estamos haciendo.

Escribo estas líneas con un nudo en la garganta. Son muchísimos los ancianos que han muerto en muy pocas horas. Me entristece pensar en su soledad justo antes de morir porque no han podido estar, en prácticamente todos los casos, acompañados por ninguno de sus seres queridos. Me asusta que se hable de estas muertes como algo que tenía que ocurrir sin más y se comparen con las vidas de los jóvenes que hay que salvar. ¿De verdad alguien piensa que la vida de un anciano es menos importante que la de un tipo de 40 años o una mujer de 32? ¿Si fueran los jóvenes los afectados estarían pensando ellos como nosotros?