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Foto: Tomás Quifes
Usted, que amablemente está desperdiciando su preciado tiempo en asomarse a esta Gran Plaza luciendo soles de primavera, seguro que ha terminado el quinto Domingo de Cuaresma con las alforjas llenas de vivencias enriquecedoras. Queda una última chicotá en el tiempo de conversión donde de una u otra manera y hasta con nazarenos en calles, alguna más acabará echando en el zurrón.
Y a eso venía yo aquí, a relatar y desgranar algunas de ellas.
A poner en valor los valores espirituales y morales que nuestro Refrente de Fe nos muestra en el camino de la soledad, de la angustia, la resignación y el dolor.
A resaltar el trabajo de la gente comprometida para que todo vuelva a suceder.
A valorar el esfuerzo de los compañeros que se dejan la piel por informar y el valor premium de las nuevas comunicaciones por acercar.
A dar las gracias a Dios, mi familia, mis amigos y mis compañeros por no dejarme abandonar cuando te sientes cansado de tener que volverte a ilusionar.
A pedir perdón por si a alguien pude molestar
A disculparme con los compañeros de La Recogía, por si no estuve a la altura de lo que ellos podían esperar
La próxima vez que El Correo de Andalucía abra el balcón a la Gran Plaza, estarán las calles de mi niñez atestadas de nazarenos Trinitarios y sobre ese hilo conductor, había aporreado en mi viejo pc hasta mil palabras que ya reposan en la papelera de reciclaje.
Hoy no supe ver a Dios en el pañuelo de la Amargura o en el talón del Gran Poder. Tampoco en su espalda lacerada alejándose por Castelar .
Hoy he visto a Dios llorar tras un FFP2 en la sala del hospital
Cuando el dolor -otra vez- te sacude los cimientos de la fe, el espíritu de la humildad no puede tener dudas de que se acerca el tiempo de la Resurrección, y aún no se si estoy lo suficientemente preparado.
Ya queda menos.