Me caía bien Teresa Rodríguez, la líder de Adelante Andalucía, y pensé alguna vez en votarla, aunque no le doy mi confianza a cualquiera porque no me fío ya ni de mi sombra. Esta mujer es tremendamente honesta, trabajadora y clara, pero riñe demasiado y me molesta que me riñan. Puedo ser un desastre, que sin duda lo soy, pero el criterio es algo que cada uno tiene el suyo y Teresa quiere pensar por nosotros. Es decir, por mí. Es un problema de la izquierda en general, pero sobre todo de esa a la que la roteña quiere representar, que tiene claramente problemas con la democracia. Democracia también es que millones de españoles quieran la Monarquía, al rey padre, que ella llama “pichabrava”, y al hijo. La que liaría Teresa la Roteña si alguien le dijera macizorra, aunque fuese de manera cariñosa. ¿Qué confianzas son esas? Una diputada tiene que guardar las formas y no puede caer en esas ordinarieces, y menos una señora que quiere se presidenta de la Junta de Andalucía. Es una provocación para estar en candelero en las redes sociales, que le encanta y lo necesita. Tampoco a mí me gusta la Monarquía y si hubiera un referéndum ahora mismo tendría una pelea conmigo mismo. Desde luego, ese modelo de república con el que sueñan Teresa y los suyos no me gusta nada y si me viera en la tesitura de tener que elegir entre Teresa Rodríguez, Pablo Iglesias y Felipe VI, botaría a los dos primeros. Botar, de tirar. Mientras se celebra o no un referéndum sobre Monarquía o República, que llegará tarde o temprano, esta mujer debería dedicarse a convencernos de por qué tendríamos que elegir la vuelta de la República. Que dé charlas por las asociaciones de vecinos de los pueblos y que explique, si puede, cómo iban a lograr que fuésemos por fin un país cuyos habitantes vivamos en buena armonía respetándonos los unos a los otros, que es lo que interesa. Si no respetan que alguien pueda ser partidario de una monarquía parlamentaria, que se sienta de derechas o muy de derechas, ¿de qué hablamos?