La vida del revés

El planeta destrozado y la casa sin barrer

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25 oct 2022 / 16:59 h - Actualizado: 25 oct 2022 / 17:08 h.
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La naturaleza (la creación para algunas religiones) posee y maneja sus propios códigos. Hace millones de años, cuando todo era mineral, buscó una alternativa entre miles de millones para seguir adelante. Aparecieron las plantas. Más tarde los animales y nos terminó buscando para que esa evolución continuara su camino. Por el camino quedaron millones de intentos que se vieron frustrados por razones que nunca conoceremos. Y el camino continúa.

La naturaleza ordena las cosas para seguir adelante. O las desordena. Todo depende de si el hombre está involucrado o no en el movimiento natural.

Son muchos los que defienden que nuestra civilización está en pleno declive. Yo me apunto a la idea, es más, creo que a esto se le llama, vulgarmente, caída libre. No sé quién decía que cuando los cocineros tienen un hueco importante en la sociedad es que la cosa no tiene remedio. Y, la verdad sea dicha, eso ya pasó en el imperio romano.

Somos muchos. Destrozamos un planeta con un ritmo absolutamente disparatado. Los recursos naturales se acaban. Una guerra mundial parece imposible. La ciencia y técnica alarga la vida de las personas. Todo parece artificial. La naturaleza no tiene vínculos con el ser humano. Vivimos de espaldas a nuestro entorno. Vivimos en grandes jaulas que llamamos ciudades que no nos dejan progresar en nuestra humanidad.

En fin, la lista sería interminable.

¿No estaremos a las puertas de una recolocación natural de las cosas? ¿No ha llegado el momento de que la naturaleza trate de poner las cosas en orden y elimine todo aquello que no es necesario para su propia evolución? ¿No hemos asumido un papel de pequeños dioses frente al mundo cuando, en realidad, somos una parte insignificante condenada a desaparecer? ¿Hemos cumplido (mal) con nuestra misión y toca buscar otra alternativa entre miles de millones?

Los griegos, los romanos o los egipcios no fueron conscientes de lo que se les venía encima. Cuando quisieron reaccionar era tarde. La civilización actual, la que maneja más información y mejor de toda la historia, la que mejor piensa, la que más ha desarrollado la ciencia, en definitiva, la más poderosa, mira la gripe porcina con cara de pocos amigos, con algo de susto, pero con arrogancia. A nosotros no hay quien nos meta mano, parece que decimos cada mañana. Y quizás no estemos siendo capaces de ver lo que tenemos pegado a las narices, algo que ha ocurrido cada cierto tiempo desde que el mundo es mundo. Salta la alarma sanitaria en todo el mundo, blindan a los poderosos, ingresan y aíslan a los enfermos, pero nadie levanta la voz (en serio) para denunciar que lo que pasa, lo único que pasa, es que estamos arrasando el planeta, que esto no puede seguir así.

Que sea lo que tenga que ser.