El Polígono Industrial de Rota

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29 ago 2022 / 09:23 h - Actualizado: 29 ago 2022 / 09:27 h.
  • La Base Naval de Rota. EFE/ROMÁN RÍOS
    La Base Naval de Rota. EFE/ROMÁN RÍOS

Termina el verano para muchos habitantes ocasionales de la villa de Rota, como servidor y su familia.

En la periferia de la ciudad, hay un polígono no muy grande, de 4 calles paralelas, donde uno puede encontrar de todo. Y de todo, es, de todo. Hay talleres de cerrajería, de acero inoxidable, de aluminio, carpinterías, marmolistas, fábricas de hielo, distribuidores de bebidas, ferreterías, tiendas de electricidad, etc.

El trato que dispensan esas pequeñas empresas es más que profesional, saben su oficio, despachan con eficacia, desde una puntilla hasta un cortacésped y están preparadas y bien surtidas.

Y lo mejor es el lenguaje entre clientes locales o foráneos, y dependientes de estos establecimientos.

Llega un señor a pedir un aspersor para su jardín “pa regá los geranios,... pero quillo, que no le moje a mi mujer la ropa cuando la tiende, ¿sabes? y que sirva para una manguera como la que yo tengo, mas o menos así (sin decir la medida y haciendo un aro con el índice y el pulgar). Y el de la ferretería lo ve venir y dice: “Bueno tú lo que quieres es un periquito pa una manguera de dieciséis. Pues tengo estos dos, pero llévate éste, que aunque es mas barato, es mejor. Y ahora le pones esto aquí, y no lanza el chorro parriba y así no te riñe la parienta”. Y el cliente sale de allí servido, atendido y agradecido. A veces llega mi turno para comprar, y lo cedo para escuchar los diálogos de mostrador.

Se consiguen cosas en ese polígono, que ya son difíciles -por no decir imposibles- conseguir en una ciudad, donde todo son grandes superficies y el pequeño industrial o comerciante va escaseando más. Que te corten un listón en una carpintería sobre la marcha, que te hagan una pieza a medida, que te suelden un hierro suelto, o te regalen un retal de tubo “¿Eso que va a ser?, ¡ná!, anda vete y ya me invitas a una cerveza”

Desde que viví de joven en Coria del Río, no gozaba de este trato cercano y cálido. Profesionales que te preguntan, cuando compras algo no muy convencido... “¿Pero eso usted para que lo quiere?, y te quitan la idea que llevas y te sugieren otra alternativa que satisface tu necesidad, como si el tío te hubiese leído el pensamiento. Años de mostrador, de oficio bien aprendido, de empresas hoy en manos de los hijos, por las que pasea de vez en cuando el padre jubilado, fundador de la entidad, y que llega a media mañana a dar una vueltecita para saludar y echar un ojo. Humanidad, en suma. Servicio a la medida.

Allí se ven también, aprendices jovenzuelos con cara de despistado, o de haberse acostado la noche anterior a las tantas, a quienes sus padres han enviado a aprender el oficio a la empresa de su conocido, con la esperanza de prosperar. A mí esto me gusta.

Pero este no es un artículo nostálgico. La mayoría de estas empresas, además de la cercanía que dispensan, están a la vanguardia. Muchas son adjudicatarias de obras de gran envergadura en la base naval, cumpliendo con requisitos técnicos exigentes que la US Navy exige a sus proveedores, y en sus vitrinas exhiben orgullosas, las placas con los agradecimientos de los americanos por los buenos servicios prestados, lo cual no les impide atenderte, para hacerte una repisa en tu cocina. El binomio perfecto.