Angostillo

El Señor de su reino

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Isidro González IsidroGonzez
03 may 2023 / 08:56 h - Actualizado: 03 may 2023 / 08:56 h.
"Angostillo"
  • Foto de Pablo Mariscal Lora
    Foto de Pablo Mariscal Lora

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Una realidad no suficientemente conocida y valorada en toda su dimensión es la existencia de cerca de 700 hermandades y cofradías en la Archidiócesis de Sevilla. Esto conforma un panorama casi inabarcable desde cualquier ámbito que se mire, y que, en líneas generales, podemos englobar en el vasto mundo de la piedad popular que en nuestro entorno tiene una de sus plazas fuertes de toda la cristiandad. Sin duda nuestra Iglesia de Sevilla posee desde antiguo una de sus grandes riquezas en esta parcela: hermandades de penitencia, de gloria, de patronas y patronos de los distintos pueblos y ciudades, del Rocío y hermandades sacramentales “puras”, que constituyen un bello y rico mosaico de vitalidad religiosa y cofrade cada vez más divulgado y apreciado cerca y lejos de nuestra tierra.

Entre ese amplio número de hermandades -ahora que tenemos reciente una espléndida Semana Santa - podemos fijarnos de una manera especial en las cerca de cuatrocientas hermandades de penitencia erigidas en nuestra diócesis, que acompañan con sus cultos y actos penitenciales la cuaresma y la semana grande de la Pasión del Señor. Corporaciones en su mayor parte con una antigüedad de siglos, con un relevante patrimonio artístico y con un notable arraigo en sus localidades, que veneran y dan culto a imágenes pasionistas del Señor así como a la Virgen Dolorosa, que procesionan en centenares de pasos -muchos auténticas obras de arte- que son acompañados por miles de hermanos y nazarenos, vecinos nuestros. Un extenso e intenso testimonio de fe y vida cofrade, cada día más vivo y más activo, latiendo al compás de la Iglesia y de la sociedad que tenemos en nuestra provincia, y sobre el que volveremos en más de otra ocasión.

Dentro del grupo anterior, un interés muy particular merecen las hermandades de Jesús Nazareno implantadas a lo largo y ancho de nuestra geografía diocesana e incluso en las provincias o diócesis limítrofes, muchas de ellas herencia de lo que fue el antiguo Reino de Sevilla, donde esta advocación está muy presente desde finales del siglo XVI. En muchos casos constituyen la gran devoción popular de esos lugares, lo que las ha hecho, a pesar de las vicisitudes de la historia, poseer unas imágenes de gran significación espiritual así como unos ajuares de culto y procesionales de enorme valía artística. La influencia de la Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, principalmente en la época de Tomás Pérez y Mateo Alemán, está en los orígenes y primeros momentos de muchas de ellas. Enclaves como Carmona, Alcalá de Guadaira, Utrera, Marchena, El Viso del Alcor, Osuna, Estepa, Arahal, Las Cabezas de San Juan, Cantillana, Olivares, Sanlúcar la Mayor... y podríamos seguir hasta un largo etcétera, se visten con orgullo de morado y viven el Viernes Santo, en especial su madrugada y mañana, de una forma muy señalada, convirtiendo la jornada central de la Semana Santa en seña de identidad de una devoción cofrade transmitida por generaciones en esas localidades. Tallas admirables de Ocampo, Roldán, Gijón, Cansino y otras muchas anónimas de las gran escuela sevillana de los siglos XVII y XVIII, cruces de carey y metales nobles, potencias y coronas de espinas de oro y plata, pasos dorados y magnificas túnicas bordadas nada menos que entre el 1700 y el 1800 de Carmona, Utrera, Marchena, Osuna, Pedrera, Las Cabezas..., preciosas insignias de plata, pinturas y bordados que darían para reeditar una versión enriquecida y puesta al día de aquella exposición pionera del año 1987 que fue “Gloria Nazarenorum”, de feliz recuerdo.

Y yendo de lo general a lo particular, concluimos estas líneas deteniéndonos en la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de las Lágrimas de Marchena, una corporación centenaria, de rica historia que es fruto de la impresionante devoción que se le profesa a Jesús en esta villa ducal de la campiña, y cuyo más que interesante patrimonio artístico, expuesto en el Círculo Mercantil de Sevilla en 2020, dejó una honda estela de admiración. Esta hermandad celebra precisamente durante esta semana de mayo el solemne quinario en honor de Nuestro Padre Jesús Nazareno -al menos siete veces se nombra a Jesús Nazareno en los Hechos de los Apóstoles, que es la lectura pascual por excelencia-, como reminiscencia de la antigua fiesta de la Santa Cruz -íntimamente vinculada a las hermandades nazarenas- así como por el carácter sacramental que también ostenta la corporación.

Deslumbra y llama la atención en todos los órdenes su estación penitencial del Viernes Santo por las calles de Marchena, que son cruzadas desde los cuatro puntos cardinales. Hermosos los tres pasos: del Señor -resignación en el rostro revestido de oro en sus atributos de Rey que camina hasta el suplicio-, de la Virgen de las Lágrimas -dulce azul y plata inmaculista- y de San Juan Evangelista, ceremonia del Mandato -sermón de Pasión mantenido a través del tiempo-, saetas pre-flamencas como salmodias, la verónica con el santo rostro, armaos a pie y a caballo, nazarenos portando pasos -que son escenas pintadas- y símbolos de la Pasión, y penitentes que arrastran cadenas... Pero la procesión también va por dentro en las visitas de los viernes a la monumental y a vez recogida capilla en San Miguel -penumbra de retablos dorados, lamparillas, exvotos y el Señor que siempre está esperando-, en los azulejos de los zaguanes y las fotografías que viven en las casas marcheneras, desde las más nobles y señoriales a las de los mayetes y jornaleros del campo: es la fe que se lleva desde la cuna hasta el panteón familiar en el cementerio. Toda una vida, en definitiva, el ser de Jesús.

Todo esto, sentido y vivido por cientos y miles de almas y corazones y transmitido de generación en generación de marcheneros -bien en esta tierra de cereal y olivo o en la triste diáspora que desde mediados del siglo XX lo expandió hasta Madrid, Cataluña o Centroeuropa- es solo una muestra de la inabarcable riqueza cofrade que atesora nuestra Archidiócesis, heredera en cierta forma de lo que fue el Reino de Sevilla, territorio en el que gracias a imágenes sagradas, hermandades antiguas y devociones arraigadas como ésta reina el Señor. Como el remate de una saeta marchenera: ¡Nuestro Padre Jesús Nazareno!