Angostillo

El sueño del Rey

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Isidro González IsidroGonzez
25 abr 2023 / 05:37 h - Actualizado: 25 abr 2023 / 05:37 h.
"Angostillo"
  • Fotografía: Jaime Rodríguez
    Fotografía: Jaime Rodríguez

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«¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio porque el Rey duerme», se reza en el Oficio de lectura del Sábado Santo. A la sombra de esta invocación concluimos los recuerdos que nos dejó la Semana Santa que hemos vivido hace apenas veinte días, deteniéndonos en el colofón que supuso el Santo Entierro Grande.

Hay que destacar, lo primero, la labor realizada desde mediados del pasado año por la Hermandad del Santo Entierro, tanto por plantear la iniciativa de esta procesión general, tradición peculiar de nuestra Semana Santa y de esta hermandad que no se celebraba desde 2004 y está a próxima a cumplir doscientos años, como por irla preparando siguiendo unos pasos fijados con tacto y buen hacer, aunando criterios y voluntades no siempre coincidentes. Lógicamente, el respaldo del Arzobispo monseñor Saiz Meneses y la colaboración prestada tanto por el Ayuntamiento como por el Consejo General de Hermandades y Cofradías han contribuido al éxito de la misma.

Organizada en la conmemoración del 775 aniversario de la reconquista de Sevilla por San Fernando y la vuelta del culto cristiano —efeméride que tendrá otros actos previstos para los meses de mayo y noviembre en torno al Rey santo cuya figura también está en el origen legendario de la hermandad—, esta corporación ha ido por alto en la preparación y ambientación de este Santo Entierro Grande. Desde la elección de los pasos invitados, la contextualización por medio de las dos grandes exposiciones celebradas en Cuaresma, una en el Círculo Mercantil, otra en la Fundación Cajasol, la obra social conjunta destinada al convento de Santa Isabel, junto con las innumerables intervenciones públicas de su hermano mayor Fermín Vázquez, aportando siempre un mensaje de claridad y buen orden en su discurso, toda una gran labor cofrade oculta que contribuyó al esplendor que se vivió en la calle. Una inquietud que quedará para futuras ediciones es la conveniencia de propiciar una parte del recorrido común de la procesión, además de la carrera oficial, para la contemplación del público que lo desee y no tenga asientos en la misma. Y también, la reflexión sobre el porqué algunas hermandades reservaron para esta ocasión sus mejores piezas artísticas y símbolos de las imágenes, no empleándolos en el día de sus Estaciones de Penitencia.

De la tarde del Sábado Santo destaquemos, junto al acostumbrado buen discurrir y presentación de las hermandades de la jornada —Sol, Servitas, Trinidad y Soledad—, la prestancia de la cofradía completa del Santo Entierro con su cortejo singular cuidado como en las mejores ocasiones y sus tres pasos excelentes: Triunfo de la Santa Cruz, Urna —impresiona la imagen del Señor, evocando las palabras de Cristo dirigidas a Adán que se leen esa misma tarde: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz»— y Duelo —bellísima conjunción barroca y romántica tanto en las imágenes como en los ropajes bordados—. Y de los pasos invitados, el gozo del cofrade por vivir de nuevo escenas con las imágenes que de forma extraordinaria volvían a salir, poniendo en las calles nuevos matices de la Pasión del Señor, esta vez de forma completa y ordenada, retransmitida y amplificada por los medios de comunicación hasta límites insospechados. A lo que unimos la guía sonora producida por la Cadena Cope y el Arzobispado de Sevilla como acompañamiento para quien deseara penetrar más en lo que contemplaba. En tiempos de increencia e indiferencia, el alcance de audiencias y el testimonio audiovisual que queda y quedará de este acontecimiento y de su mensaje evangélico es algo digno de valorarse y ser tenido en cuenta.

A pie de calle, en nuestro recuerdo queda el precioso aspecto que ofrecieron los pasos del Señor de la Redención, del Soberano Poder ante Caifás y de la Victoria del Porvenir luciendo las túnicas moradas bordadas, este último además con la corona de espinas que le añadía primor y sentido pasionista. Los exornos florales cuidados y tejidos como alfombras impresionistas de la Oración en el Huerto, Columna y Azotes, Pasión, Tres Caídas, Exaltación, Conversión del Buen Ladrón —espléndido con los antiguos ángeles roldanescos—, Cachorro y la Quinta Angustia, con el bello cromatismo que le aportaban los claveles encarnados.

Detalles como la reliquia de la Santa Espina ante el paso de la Coronación o la sentencia desplegada que portaba el équite de la Exaltación —pasos ambos del Jueves Santo que no acabaremos nunca de ponderar su excelencia—. La luz dorada de la tarde que hizo más cálido el paso de la Sentencia —elegante con los lirios morados, su caminar y el sonar de la centuria detrás— atravesando por todo el centro la Alameda de Hércules con majestad y dulzura. La grandeza que mostraba el misterio de las Tres Caídas de Triana con los excelentes bordados de la túnica del Señor y los nuevos del ropón del Cirineo, así como los de las figuras secundarias, rememorando la mejor Semana Santa.

Sublime la experiencia mística que supuso la contemplación del Señor de Pasión, silente y dulce Cordero, revestido con la túnica bordada de Patrocinio López, oro puro reviviendo con la plata de Cayetano González su estampa más clásica e intemporal. Tras él caminaba la Virgen de la Amargura, belleza exprimida absolutamente en el dolor desde San Juan de la Palma: rosas levemente amarillentas, recreación de la saya decimonónica..., todo el paso y la imagen dispuestos de nuevo con exquisitez acostumbrada gracias a un enorme trabajo de priostía y de toda una hermandad detrás admirable. Y el Cristo del Calvario, rosas granates en el lugar de los claveles, severidad eterna en toda hora y lugar a pesar luz del del sol que lo saludó en vez de despedirle a las puertas de la Magdalena. Y al Cachorro... lo vimos y oímos, cerrando al son divino de la música la página de la Muerte y abriendo la de la Resurrección, como presagia su pregón: «Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en alma viva para gloria de Dios».

No sabemos si esta procesión estaría en los sueños legendarios del Rey santo que duerme en la Catedral. A la caída de la noche en que «Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo», mientras regresaban las hermandades a sus templos, comenzábamos a degustar la catarata interior de tantas emociones engarzadas en tan pocas horas y a tomar conciencia de la grandeza de lo que vivimos este Sábado Santo de 2023. Ya —aún los tambores resonando por San Luis, Pureza o San Gonzalo pareciendo despertar del último sueño al Rey eterno— no había arte ni historia, luto ni dolor posible, solo gozosa plenitud de Sevilla y su Semana Santa. Así lo parecía proclamar el pregón pascual que, a la vez, se cantaba en los templos: «Esta es la noche de la que estaba escrito: “¡Qué noche tan dichosa! Solo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos”... Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo... ¡Qué noche tan dichosa en que se une —se unió— el cielo con la tierra, la humano y lo divino!».