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La Tostá

El viejo león sanluqueño

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
14 feb 2020 / 08:16 h - Actualizado: 14 feb 2020 / 08:24 h.
"Flamenco","Música","Arte","Historia","La Tostá","Manolo Sanlúcar"
  • Manolo Sanlúcar en su finca.
    Manolo Sanlúcar en su finca.

Ayer estuve casi todo el día con Manolo Sanlúcar en su preciosa finca sanluqueña, Caballo Negro, que se compró precisamente por lo que le dieron al firmar su disco Sanlúcar (1974), donde iba la célebre rumba que le dio nombre a su primera finca. Era la respuesta a la irrupción de la música anglosajona en Andalucía y, de manera especial, al tema Entre dos aguas (1973), de Paco de Lucía, que fue un pelotazo comercial y el inicio de una nueva etapa para el flamenco o el nuevo flamenco, como se le llamó. Manolo Sanlúcar está como Mateo con su guitarra, y nunca mejor dicho, con su magna obra La guitarra flamenca. Manolo Sanlúcar, que le ha llevado trece o catorce años poder acabar, si es que es posible poner fin a una obra tan extensa como la citada que comenzó por su cuenta y riesgo, sin pedir dinero público, aunque al final la Junta de Andalucía metió el hombro viendo el alcance que podría tener un trabajo como este desde el punto de vista docente, cultural y artístico. Ayer pude ver el audiovisual, o uno de ellos, y es algo de otra dimensión que jamás se había hecho hasta ahora. No solo investigar para llegar a conclusiones rotundas sobre el origen del flamenco, sino explicarlo todo bien y fijar conceptos. No se trata de decir esto es así porque me lo dijo mi abuelo, y hacerlo mientras te tomas una copa de vino y una tapita de jamón de pata negra, sino de verdadera investigación musical y literaria. El maestro ha envejecido de una manera increíble en estos años, en parte por iniciar y acabar tan magna obra en compañía o con la colaboración de grandes artistas que han querido estar a su lado, además de una manera desinteresada. No obstante, el maestro nos dijo que “cobrarán”, si es que hay dinero para pagar un trabajo tan arduo. No tiene precio ver al viejo león sanluqueño enseñando su obra en el ordenador portátil que tiene en su despacho, con la foto de su único hijo, Nano, como fondo de pantalla. Murió joven, dejando destrozados a él y Ana, su esposa. Manolo se refugió en el trabajo y, sobre todo, en esta obra que cuando vea la luz habrá que celebrarlo de una manera muy especial porque será un gran día para la historia de este arte andaluz tan maltratado a veces.