Escuredo, Rojas Marcos y la vejez

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26 feb 2023 / 08:05 h - Actualizado: 26 feb 2023 / 05:05 h.
  • Escuredo, Rojas Marcos y la vejez

Este artículo tenía otro prefacio y seguro que el mismo epílogo, como este afán sin nombre que no me pertenece y sin embargo soy yo.

Sucede que me he levantado con la jeta mal afeitada y a los sones del video promocional de la Cuaresma, osease el “Rezaré” de Silvio.

Aquellos tiempos de los deliriums tremens en el Bar del Chino de Virgen de Lujan, donde acodaban enormes gafas, escuchando al Butanito cantar los goles del Sevilla FC. Mientras, en una servilleta, cabía el mejor himno que sobre el Betis se haya armado, sin desmerecer la estrofa de “apiñados como balas de cañón”. “Viva Roma” exclamabamos al unísono.

Sevilla ha perdido la rima, esa poesía que Keats concluía que “es un valor absoluto”. Se ha esfumado Reguera, cuya primera planta escondía todos los tesoros extraviados de la Biblioteca de Alejandría. Y no insisto más en el teatro Cervantes, que cada vez que me cruzo en la Alameda con nuestro Antonio Muñoz, me mira con la misma mala cara que sus guardaespaldas. Alcalde, hay que sonreír. Aprenda de Juan Espadas, que, además era republicano hasta las “zentrañas”. O del porte de Zoido, frente al montaíto de melva.

Lo último que faltaba en esta preclara ciudad es que Escuredo hiciera una aparición mariana desde Madrid, para descubrirnos que, además de otras inconfesables pasiones, es un filósofo. Y no es que yo sea un defensor de Rojas Marcos, faltaría más. Pero eso de “la vejez es dificilmente transitable cuando el rencor del fracaso anida en tu corazón”, queda muy feo, porque vamos para viejos, soltando lastre. Que se lo cuenten a Pedro Pacheco, cuyo indulto tarda más que la Ponencia de Ollero sobre el aborto.

El puño y la rosa y los andalucistas nunca compartieron cama, salvo alguna excepción santera de quien a punto estuviera de ser Alcaldesa de Sevilla. Pero hubo socialistas que hicieron de su carrera, entrega a esta bendita tierra como Manuel Pezzi. De Escuredo recuerdo sus discursos, apenas superados por Damborenea. Y las inevitables botas de agua, prestas en el maletero, para sustituir los mocasines de marca.

Que se inundaba Torreperojil, allí estaba D. Rafael, que el paso nunca se cambia, solo el calzado. La historia de que Alfonso Guerra se lo cargó, pura leyenda urbana que ignora a su muñidor Felipe González. Escuredo fue Houdini escapando del mismo destino que ha asolado a Griñan, y por el que varios inocentes purgan prisión, sin vis a vis con el que fuera su Jefe. Será la próstata. En España, mandan los jueces. Vamos, Marchena y sus adláteres de la Sala de lo Penal. En nombre del Rey, no del pueblo, faltaría más...

Y miren que yo no soy muy partidario del Sr. De la Viesca, como lo llamaban Paco Moreno y Manolo del Valle, pero hoy me despido del jazz, para profundizar en Camarón, que proliferan las esferas en el universo.

En esta historia del día de la bandera, que empezó con el libro de José Luis Villar en Coria, con Alfaro y Rosa Ortega, como testigos, Alejandro estuvo sublime y arrancó por bulerías a Moreno Bonilla.

Sea como fuere, de este relato, -qué “dolo”-, solo se salva Rojas Marcos. Que envidia de melena. Vamos, como mi ricitos. A Escudero le hace falta un lifting, más sano que flagelarse. Y es que en la calle Castelar, ha retornado la adolescencia.