¿Han conseguido ya convertirlo en un totalitario?

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11 may 2021 / 09:45 h - Actualizado: 11 may 2021 / 09:52 h.
"Opinión"
  • Fotografía: EFE
    Fotografía: EFE

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La gente se cree lo que ve en la televisión. Ve grupos de jóvenes saltando y celebrando apelotonadamente y dicen: «La gente está loca y no respeta nada». No, señora: la gente estaba en su casa el sábado por la noche con sus familias, sólo «esa» gente que salió en las noticias estaba en esa plaza saltando y gritando. Cien personas de setecientas mil o cien en cinco barrios, de setecientas mil. Y ahora ¿qué coligen de esas imágenes?: necesitamos mano dura.

Recuerdo haber estado en manifestaciones multitudinarias creyendo que «todo el mundo» estaba en ellas, pero, oiga, cuando me salía de ellas y doblaba la esquina, la cafetería estaba llena de gente ajena al mogollón, las tiendas seguían llenas de gente comprando tan despreocupadamente, el mundo seguía ajeno a la angustia existencial de los que creíamos que necesitábamos cambios políticos. Y llegabas a tu casa y ponías la tele y veías a dos mil personas (de setecientas mil), o a cincuenta mil personas (de 47 millones en todo el país) y te creías que el mundo estaba en rebelión. El mundo estaba como siempre: los padres con sus hijos, los trabajadores yendo a su trabajo y cada uno en lo suyo.

Pero cuando veo esas imágenes actuales en las que llaman a la indignación de los ciudadanos que están en casa porque un puñado de jóvenes saltan y bailan, me pregunto: ¿qué intención tiene esta precisa selección de imágenes? ¿Crear miedo?, ¿hacer que «el pueblo indignado» le pida a las autoridades «más cadenas»? Por favor, cuando vean imágenes en las noticias de la tele hagan cálculos, pregúntense ¿qué tanto por ciento de la población está haciendo eso? Y verán que los cálculos dan un 0’0001 por ciento de sus vecinos, o menos, y sigan con sus vidas con despreocupación (aunque con responsabilidad).

Los telediarios y radios y periódicos estamos sacando provecho del miedo instalado, y hasta los más cabales piden orden y mano dura, los han convertido a todos ustedes en auténticos fascistas de corazón. Oigan: que vivir conlleva riesgos, que el Estado no debe estar ahí para evitarle todos los riesgos. Terminarán por prohibir los coches porque matan a terceros, las motos porque son peligrosas, el baño del mar porque hay ahogados, las escaladas porque la gente se cae, pasear bajo el sol porque se pueden quemar... Han encontrado la fórmula: hacer que se queden en sus casas. Para seguir viendo la tele y sentirse asustados por lo que pasa «fuera».

El toque de queda ha sido una aberración jurídica de tamaño elefantiásico. Ha sido matar moscas a cañonazos, como suele hacer el Estado imponiendo normas genéricas. Para que esos cien o quinientos, de setecientos mil no se reunieran por las noches, los ciudadanos normales y responsables, el 99 por ciento, no podíamos salir a la calle. Y la gente aplaudiendo estas medidas. Han construido con toda esta pandemia totalitarios por doquier.

Y ¿saben qué otra cosa han conseguido? Hacernos pensar que el resto de los ciudadanos son unos imbéciles inconscientes e inmaduros que nos van a matar con su actitud. Yo, sin embargo, parto de la creencia en los ciudadanos. Y eso, por dignidad, es lo primero que debería aprender todo el mundo y revisar en sus cabezas. Si no creemos en los demás estamos acabados. Y es lo básico que tendría que hacer un político: creer en la gente y no tratarnos como a niños. Soy un adulto y quiero que me dejen salir a la calle cuando quiera, y quiero poder asumir riesgos como montar en moto o subir una montaña. ¡Es mi vida! Y ya me cuidaré (y cuidaos vosotros) de que no me infecte nadie. Asumo que vivir conlleva riesgos, y no espero que el Papá Estado me los elimine.