Hoy más de 40.000 alumnos y alumnas andaluces se presentan a la prueba de selectividad. Sólo los que hemos pasado por ahí, o la hemos tenido cerca, sabemos la angustia que supone ese examen del que depende el futuro ante la Universidad. La historia reciente dice que más del 90 por ciento supera la prueba. Cada año que pasa, esos alumnos y alumnas –mayoría de alumnas– se convierten en una muestra de rebeldía ante el tiempo que les tocó vivir, ante la España yerma que le legamos como generación. Jamás un país fue menos sostenible desde el punto de vista social, pero ahí están dando la cara.
El sistema educativo no es lo que cuenta, ni mucho menos, y esta marea que hoy ocupan los pupitres labrándose el futuro son la mejor prueba de ello. Más de 40.000 jóvenes que han alcanzado la meta de finalizar un duro bachillerato y le han hecho un corte mangas a ese discurso interesado de que la Universidad no es el camino.
Esta marea juvenil hoy nos recuerda que el mayor mecanismo de cohesión social de un país es la educación, nos recuerda lo importante que es apostar por la enseñanza pública como un derecho y una inversión, nos recuerda que la juventud de hoy no se resigna a poner hamburguesas en un polígono industrial de Manchester y para ello se dejan la piel en los estudios.
Quizás sea el momento de recordar que el pasado año los andaluces de la educación pública barrimos en los Premios Nacionales de Bachillerato. De eso se habló muy poco. Mucha suerte a esos miles de estudiantes que hacen grande nuestra educación pública.