Pasa la vida

Indulten a Doñana

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
26 jun 2021 / 11:21 h - Actualizado: 26 jun 2021 / 11:23 h.
"Pasa la vida"
  • Indulten a Doñana

Lloran de alegría los pinos del coto. Y los enebros, y las sabinas, y los acebuches. En todo el ecosistema de Doñana, ya sea en el matorral, en las dehesas, en las dunas, en las lagunas temporales, se ha visto hacer la ola, manifestando y compartiendo juntos su emoción, a los linces, las garcetas, los escarabajos, las culebras, los jabalíes, las lechuzas,... No olvidaban guardar un minuto de silencio en memoria de las víctimas del acoso y robo de agua que se perpetra y se consiente desde hace lustros en el acuífero que es la madre del equilibrio vital en la Reserva de la Biosfera más valorada del mal llamado Viejo Continente. La algarabía de la fauna y flora de Doñana por la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que sienta jurisprudencia sobre la extracción ilegal y desmesurada de agua subterránea en su entorno, y condena a España por incumplir reiteradamente la legislación medioambiental que le obliga de cabo a rabo, contrasta con la sequía de pronunciamientos públicos por parte de las autoridades nacionales, andaluzas, provinciales y locales. Silencio. No hay comparecencias. Silencio. No hay argumentarios. Silencio. Doñana está asfixiada, su estado de salud es malísimo, y todas las administraciones públicas están optando por escurrir el bulto y eludir el deber de auxilio. Porque cumplir y hacer cumplir la ley comporta malquistarse con todos los que se benefician económicamente de un abuso que salta a la vista mucho tiempo después de comenzar a perpetrarse.

El ciclo natural del agua está quebrado en Doñana. Y más aún en años de sequía. El aprovechamiento desmesurado y furtivo de las aguas subterráneas para consolidar la agricultura intensiva bajo plástico en las comarcas onubenses y sevillanas de Doñana, donde, por la fuerza de los hechos consumados, numerosos terrenos de caracterización forestal han sido transformados en extensiones agrarias de un modelo industrializado de producción de fruta, tiene que ser frenado en seco tanto o más que proyectos inmobiliarios de antaño para afincar y acrecentar el turismo residencial y multitudinario a rebufo de Matalascañas y de El Rocío.

Llega la época del veraneo, y, mediante eufemismos, en el fondo se esgrimirá el derecho al desarrollo insostenible para dar satisfacción a tantos intereses en juego. Cuando la regla de tres debe ser otra: cuánta agua tenemos disponible en ese área geográfica sin convertir Doñana en un inmenso páramo yermo, cuánta agua podemos transferir desde otros territorios sin vestir un santo para desvestir otro, y ese es el límite que marque en cualquier época del año el ‘numerus clausus’ tanto de la operativa agrícola como de la turística. Llámenle o no ‘parada biológica’, o ‘reconversión’, o ‘restricción’. Esto son habas contadas. O nos adaptamos a la realidad hidrológica, o pronto la gallina de los huevos de oro estará tan desplumada como los humedales a los que llega un 80% menos de agua.

Mientras en Moncloa alguien cavila si el presidente Sánchez y su séquito han de incluir o no desde Madrid un gran contingente de bidones de agua en sus pertrechos, como gesto de sostenibilidad para las vacaciones oficiales de agosto en Doñana, es otro el principal dilema que atañe tanto al Consejo de Ministros como al Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía: O se indulta a Doñana o se indulta el negocio y empleo basado en pozos ilegales o en consumos desorbitados. La biodiversidad de este excepcional ámbito geográfico tiene un censo enorme. Pero en las próximas elecciones municipales no creo que tengan derecho al voto los lentiscos, los milanos, las clavellinas o las fochas. Ni en Almonte, ni en Moguer, ni Lucena del Puerto, ni en Palos de la Frontera, ni en Aznalcázar, ni en Villamanrique de la Condesa, ni en las capitales donde residen muchas personas interesadas en que se haga la vista gorda sobre las actividades que blanquearán diciendo que son ‘de toda la vida’. Y que, sin agua, son pan para hoy y hambre para mañana.

Europa condena, desde la instancia ejecutiva (Comisión Europea) y desde la judicial (Tribunal de Justicia de la Unión Europea). Con las evidencias que emanan desde los científicos, desde los ecologistas, y desde los agentes de la Guardia Civil. Y Europa es, una vez más, la tabla de salvación de Doñana. El mantra de la recuperación económica poscovid es el Green Deal, con el mayor presupuesto pactado hasta la fecha desde Bruselas para invertir en la transformación de la economía y de la sociedad. El entorno socioeconómico de Doñana va a ser un ejemplo de libro a la hora de evaluar si se convierte el problema en oportunidad para acometer una transformación integral. Si se prima o no a quienes ya llevan a cabo en esa zona actividad turística o agrícola con criterios de eficiencia y conservación medioambiental. Y si se desmantela o no todo lo que es insostenible, proteste quien proteste, ya sean alcaldes compañeros de partido, empresarios compadres o periodistas cómplices. Que no paguen justos por pecadores. La rapacidad solo hay que permitírsela a las águilas.